LAZOS INSEPARABLES

1872 Words
ANGELO —Jefe, no me parece bien que dejemos vivos a los sirvientes, ellos podrían testificar contra nosotros, además nos han visto el rostro, eso es peligroso. —Luis, es que son inocentes, gente trabajadora que no tiene la culpa de que su patrón fuera una rata. —Eso es cierto, es difícil, Ángelo, pero lo sabes muy bien, no debemos dejar rastros. —Sí, en ese caso, me gustaría que rastrearan las cuentas de dinero del general y dejárselas a las familias de su servidumbre y, por favor, que las ejecuciones sean rápidas; además, también tenemos que incendiar todo, esto tiene que quedar en cenizas, no podemos dejar alguna huella que nos incrimine. —Sí señor, ya me encargaré de eso, ¡ah! Ángelo se me olvidaba; la señorita Mia está consiente, vio cómo matamos a unos guardias y estoy seguro de que escucho cuando alguien lo llama doctor D. No sé si debamos matarla, porque es la mejor amiga de la señora Ximena y su padre es uno de sus socios. —No podemos matar a Mia, ella también es mi amiga, Luis, hablaré con esa mujer, le haré entender que tendrá que conservar el secreto, incluso me sirve que vea otras cosas para que se le aumente el temor, por favor, necesito que presencie otras ejecuciones y cuando incendien este rancho. —Sí, señor, otra cosa hay unos hermosos caballos de paso fino, unos perros Pomerania, unos pavos reales, incluso unos gatos angoras que sería una lástima quemarlos… —No aguanta sacrificar a los animalitos; será mejor tomarlos como botín de guerra, enviarlos a una de las fincas; ya estaba pensando en eso cuando vi a los perros de los celadores que están escondidos, asustados cuando nos tocó matar a alguno de sus compañeros; también quiero que los lleven. —Pero, señor Ángelo, son perros que no valen mucho; además de cobardes, prefirieron esconderse que cumplir con su trabajo. —Son perros inteligentes que evaluaron que no tenían posibilidades, que huir sería la mejor manera de salvar lo único que realmente tienen, que es la vida, algo que ninguno de estos escoltas lo hizo, por eso ya están en el otro mundo. —Está bien, Ángelo, también adoptamos unas pinturas y esculturas. —Increíble que prefieras salvar un cuadro a un perro; la vida está por encima del arte. —Señor, pero si puedo, vendré el cuadro y comprarme mil perros como ese. —Tienes razón, incluso si en el cuadro está el perro pintado casi idéntico, cuesta más, pero no vale. En cuestión de minutos no quedaron testigos y la costosa mansión pasó a ser un montón. Mia lloraba al contemplar tales horrores; incluso estuvo a punto de desmayarse cuando de las sombras emergió Ángelo, la abrasó, para tratar de consolarla diciéndole: —Mia, amiga mía, por favor, te pido disculpas porque tuviste que presenciar esta operación de rescate. Ese animal las iba a matar; me tocó valerme de toda la fuerza disponible para salvarlas. —Ángelo, tienes que alejarte de Ximena, eres un asesino, eres uno de los más buscados, el famoso Doctor D, pensé que te decían así por broma y resulta que eres el verdadero. —Si soy yo, por supuesto que me han dado mala fama. Me ha tocado asesinar a mucha gente, solo que todos eran basuras como este general. Te juro que tengo prohibido asesinar civiles y niños; lo que pasa aquí es que no podemos dejar testigos, tú entiendes. Naturalmente, que ya arregle para que la inmensa fortuna de su secuestrador se divida entre las familias de la servidumbre… —Ya entendí, Ángelo, en eso consistió que jaquearan los computadores de este señor, pues eso estuvo bien. —Claro, lamento que tuve que llegar a esos extremos; no hubiera pasado si primero me hubiesen consultado. Nos hubiéramos ahorrado muchas vidas. —Por favor, Ángelo, aléjate de mi amiga, déjanos en paz. —No lo puedo hacer, yo la amo y no permitiré que nadie me la quite. Ni siquiera tú, te aseguro que no me importará que seas mi amiga. —Lo entiendo. Ten por seguro que no le contaré a nadie lo que vi hoy aquí, es como si me hubiera desmayado al tiempo con Ximena. A ella tampoco le diré nada, sé que también te ama muchísimo y descubrir que eres un mafioso le hará mucho daño. Debes de buscar la forma para que si se llega a enterar no sufra. Por mi parte, espero que sigamos siendo amigos. —Por supuesto, Mia, seguiremos siendo amigos, además serás la madrina de la boda. En esos momentos Ximena recobró el sentido, gritando: —Ángelo, mi amor, ¿dónde estás?—, y ellos corrieron a verla. —Ximena, mi vida, despertaste, me alegra mucho verte bien—. Él la besó y la abraso suavemente. —Qué alegría pensé que no contaríamos el cuento. —Mia, también la abrasó mientras el Ángelo fue a hablar con el médico en privado: —¿Qué paso, doctor?¿Cómo está mi esposa? —Don Ángelo, ella está en general bien, un poco alterada por esta situación; le recomiendo que esté en calma y más en su actual estado. —¿A qué se refiere, doctor? —Don Ángelo, no me diga que no estaba enterado, en ese caso déjeme felicitarlo, ¡va a ser papa!Será mejor que no le cuente todavía a ella: eso le puede causar malestares. —Doctor, qué alegría, qué felicidad, por favor, necesito que la atienda todos los días. Ángelo no cabía de la dicha; en ese momento se le olvidaron todos los problemas. Se vio a sí mismo caminando con un niño de cuatro años, ambos vestidos con un pantalón corto verde y una camisa roja y un chaleco a cuadros azules. Y pensó, —¿Y si es niña? —entonces se imaginó con una niña vestida como la bella durmiente en un cuarto rosado jugando al té, con él sentado en una pequeña silla que amenaza con romperse; de seguro forjaría con ellos unos lazos inseparables. Solo los gritos de Ximena lo sacaron de ese trance: —Ángelo, mi amor, ¿dónde estás?, no me dejes sola. —Yo me voy, amiga, tengo que ir a dormir a mi casa, necesito pegarme un baño—, mencionó Mia despidiéndose. —Espera, se me olvidaba, toma tu celular, se lo quité a uno de esos tipejos que nos secuestró—, extrajo de su escote el celular de Ximena dándoselo en las manos, para después marcharse caminando como un zombi. —Ángelo, tengo setenta y tres llamadas perdidas, tuyas, vaya intensidad; además tengo un mensaje de voz de la porquería de White. —Ximena ¿Quién es White? —Ángelo es el gerente de la mina, una chanda. —Supuse que el encargado era don Molina. Es un tipo bobo, borrachín y bonachón. —Debería ser, me gustaría colocarlo a él y mandar para el carajo a ese remedo de gerente de White. —Por favor, escucha que será lo que quiere ese señor. Ángelo le sugirió a Ximena, quien reprodujo el mensaje en voz alta, aunque se escuchaba entrecortado; además, se sumaba la falta de dicción de White. En el mensaje solo se entendían algunas palabras: —Señorita Ximena… Por favor… hablar… disculpa… No sabía… Esposa… D… Favor, venga pronto… Conmigo… Le conviene. —Amor, debemos ir a la mina, de seguro ese señor me quiere decir algo. —Mi cielo, vamos para la casa, es mejor que descanses, yo iré a donde ese señor mañana temprano y te traigo la razón. —No, señor, Ángelo, esos son mis asuntos y de la misma forma en que no te gusta que me meta en los tuyos, no quiero que interfieras con los míos. —Cálmate Ximena, que te puede hacer daño enfadarte. —Entonces ya tampoco tengo derecho a defenderme, ¿qué quiere el señor?, una sumisa me imagino, es mejor que se case con un robot. —Listo, amor, mañana vamos tranquilas, vamos para la casa, ve siguiendo porque me acordé de que tengo que decirle algo a Luis. —Espera, Ángelo, No entiendo ¿por qué todo está en llamas? —Es que el general dinamitó el lugar; por fortuna alcanzamos a salir. —Gracias, definitivamente eres mi príncipe salvador, mi protector; voy siguiendo, amor. Ángelo buscó a Luis, quien estaba subiendo a los animales en un camión. —Luis, tengo un problema que necesito que me lo arregle con urgencia. —Ángelo, dígame que todo bien, lo que sea, como sea. —Es que está un sujeto, un tal White, que es el encargado de la mina de Ximena. La llamó y me pareció que se enteró de que está casada conmigo. —Normal; toda su gente hoy supo que ella es su esposa. —Me refiero a que es esposa del doctor D; puede que sea una suposición; por favor, investiga y si estoy en lo cierto, pues corrige. —Sí, claro, señor, tenía planeado llevar a estos animales a la finca; mejor delegaré a alguien y yo me dirigiré personalmente a buscar a ese fulano, tranquilo, tenga por seguro que le prepararé el camino. Luis averiguó donde vivía White; resultó que vivía en un condominio en una ciudad cerca de la capital, un complejo elitista. Esto lo alegró porque no tendría que desplazarse tanto. Entraron en esta fortaleza comprando a los guardias y durmiéndolos para que no los echaran por esa falta. Como ladrones se metieron a la casa del gerente de la mina, este saltó de su cama en su pijama de rayas y su esposa se lanzó al suelo donde se atragantó con sus joyas. —Vieja estúpida, se tragó las joyas porque pensó que esto es un robo; toca que alguno le meta el dedo, pero en la garganta para que no se ahogue. En cuanto a usted, don White, me gustaría saber qué se supone que le iba a contar a la esposa de mi jefe, a la señora Ximena. —Lo que me enteré es que ella es esposa de Doctor D, por lo tanto, voy a renunciar por voluntad propia para que nada malo me pase a mí o a mi familia. —Se equivoca, señor, primero el doctor D no existe, segundo el esposo de Ximena, o sea mi jefe, no desea que usted le haga que quede mal con su esposa y tercero… Como que no hay tercero, bueno, puede ser que si no acata estas cosas simples, tenemos toneladas de plomo para sepultarlos a usted y su familia. —No, mi señor, les juro que no le diré nada a nadie. —Yo le creo, la forma en que mojo su pijama me lo demuestra. —Perdón señor, los nervios. —Eso sí, tendrá que contarle algún secreto a ella, para que no sospeche. Toca que le eche cacumen a ese asunto. —Por supuesto, señor, le voy a contar la verdad sobre el derrumbe de la mina, ojalá que con eso me perdone la vida; no quiero morir todavía. —Señor, deje de llorar, usted ya tiene como noventa años, está maduro, ya le está robando oxígeno a los jóvenes.
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