ENCONTRONES

1612 Words
ÁNGELO Al llegar a casa, Ángelo no lograba conciliar el sueño, le pesa haber despreciado el ofrecimiento de Vivían, su mente estaba revuelta, no solo por su encuentro con Max, a quien siempre considero como un hermano, sino por todo lo sucedido con Ximena por la que se sentía muy atraído. Se cansó de dar botes en su lecho y mejor decidió levantarse a tomar un vaso de leche. En la sala se quedó contemplando el espejo, tenía tantas cosas que le daban vueltas en la cabeza que ya la tenía redonda. — ¿Max, cómo me pudo hacer eso a mí? Él siempre fue un hermano para mí, nos criamos juntos, —diálogo con el espejo, —quizás la ambición y resentimientos estúpidos se combinaron generando esa explosión de traición y deshonor; por otro lado, está la bella Ximena, hacía mucho que una mujer no me gustaba tanto, quizás sería hora de darle gusto a mi abuelo y conseguir esposa, aunque sería esta y no con la que me obligó a casarme. De repente se quedó helado, no recordaba que aún estaba casado, no podría casarse de nuevo, eso sería bigamia, el documento del divorcio nunca lo firmó; desesperado llamó a Luis, otro hombre de confianza, se fue para su cuarto, donde se encontraba durmiendo con tres mujeres. —¿Luis, no entiendo? —Lo despertó. —Angelito, son mis gustos, lo que pasa es que tengo un corazón muy grande. —le contestó adormilado. —No es eso, aunque entendería dos mujeres, ¿pero tres? Es posible que alguna quede insatisfecha, aunque no es eso, resulta que no recordaba que aún estoy en matrimonio con esa oportunista. —¡Puede ser! Jefe, esos papeles están en su villa de Sicilia, recuerde que ese día fue muy complicado. —No sé por qué casi no recuerdo ese día. —Sucedieron muchas cosas que fueron difíciles de asimilar para todos, recuerda que estábamos en su villa, nos habían robado una gran cantidad de dinero, revisando las cámaras de seguridad, supimos quién había sido, no fue fácil, pero capturamos a ese traidor, usted personalmente se encargó de torturarlo, lo cogió de pera de boxeo, el pobre decía: —Señor, por favor no, no sé nada, por favor deténgase, —y lloraba, hasta que después se fue de digno escupiendo los dientes y le rezongó: —Máteme, de una vez, saque su pistola y péguelo o préstemela que yo sí la hago estallar. —Eso te incendió el corazón y le diste con toda. Ese pobre bobo aguantó mucho; cualquiera en su lugar se hubiera noqueado. Al final lloró diciendo: —No, por favor, patroncito, fue Max, la idea fue de él, nos convenció de traicionar y se llevó todo el dinero, nos dejó sin nada. —Todos pensamos que ibas a dejar a ese llorón a los tiburones, pero ahí mismo lo moliste a golpes, dejándolo irreconocible, te afectó mucho, todos sabíamos cómo querías a Max, recuerdo cuántas veces los saqué borrachos de tantos burdeles y como si fuera poco llegó esa ama de llaves con ese bendito papel de tu divorcio. —Esa fue una buena noticia, es que no me importaba, ella era una aprovechada. —refunfuñó Ángelo. —Eso a mí no me pareció, todos pudimos ver en tu mirada cómo te derrumbaste internamente, mira Ángelo, es que yo te vi nacer y crecer, intenté ser un padre para ti, te conozco muy bien, por eso sé que eso te afectó, ignoro la razón, pues tú evitaste durante esos tres años que duró ese matrimonio ir a tu villa, me consta cómo te encontraba durmiendo en la oficina, no conozco la razón por la que no seguiste adelante con esa relación, igual ya tenías la cabeza adentro, ya estabas casado legalmente. —Luis, te equivocas, no recuerdas bien, ese traidor cantó más que Pavarotti, él nos contó que Max se reuniría con varios de nuestros enemigos a entregarles información confidencial, nos dijo fecha, hora y lugar, ese mendigo quiso salvarse vendiendo hasta a su perro, yo considero que le sirvió, de no haber colaborado lo hubiera picado o desollado vivo, en ningún momento el ama de llaves trajo ese papel, fue cuando yo decidí ir a visitar a mi abuelo para contarle personalmente estos dilemas con Max, sabía que él también lo apreciaba mucho. Estando allí con mi abuelo, quien primero me regañó por mi ausencia, a mí me tocó interrumpirlo con estos asuntos y, como lo supuse, le afectó esa traición. Se desgonzó en su asiento y lloró, no sé si fue por lo senil o si lo quería más de lo que pensé. Le conté que sabía que se reuniría para destruirnos y que lo tendría que matar. Lloriqueó aún más fuerte, como una rabieta de un niño, como si fuera poco, el teléfono sonó interrumpiendo su llanto. Era ella el ama de llaves con esa bomba; la estúpida no sabía nada de prudencia, y se la soltó a mi abuelo. Esa mujer era una extraña para mí, que figuraba como mi esposa, se había marchado firmándome el papel del divorcio y renunciando a cualquier indemnización o herencia de parte mía o de mi familia, a mí eso me gustó, pero para mi abuelo fue como si le echaran un balde de agua fría. El llanto se le borró y su cara se congestionó, se puso morado, me asusté y oprimí un botón que llamaba a sus enfermeras. Por los nervios, me equivoqué de botón oprimiendo el de los guardaespaldas, quienes llegaron apuntando con sus fusiles. Por fortuna, ellos sí sabían cuál era el botón correcto. Sus médicos llegaron colocándole oxígeno, en todo el momento mantenía su mirada fija en mí, intenté marcharme y provoqué que se tratara de levantar de la silla. Se quitó la máscara para seguir regañándome. —Es tu culpa, ella era una buena mujer y muy bonita, además de cumplir con lo pactado entre familias, me avergüenzas muchísimo. Yo me sentí mal, también me dejé llevar por el llanto y sollozando le contesté: —Abuelo, es que tú elegiste por mí, esa familia se aprovechó de ti, querían nuestra fortuna, yo presiento que ellos fraguaron ese complot de salvarte la vida. El furioso sacudía los puños gritándome, a la vez que los aparatos que le conectaban sonaban alarmados y los médicos me miraban mal. —Ahora me tratas de mente cato, yo me hubiese dado cuenta de eso, ellos me salvaron la vida y para pagar mi deuda de gratitud tenías que casarte con su hija para unir las familias, nada que no se hiciera antes en nuestra familia, yo me casé con tu abuela mirando su rostro por primera vez en la iglesia cuando se destapó el velo para la boda, era muy hermosa y si no lo hubiera sido de igual forma me hubiese casado, tenía que responder por el honor de la familia. Me acuerdo bien de que le respondí con franqueza: —Pues por eso me casé por cumplir con lo pactado y tener el honor familiar en lo alto. Él me siguió gritando y manoteando. —No te casaste, lo que hiciste fue montar un circo lleno de humillaciones, donde ella, en lugar de ser tu esposa, fue la payasa de la que todos se burlaban, esa pobre bambina, le toco aguantar la soledad y muchos desprecios, la novia sola, mujer del hombre invisible y peores atrocidades que le decían por tu culpa. Estaba muy dolido, aunque le estaban sirviendo para desahogarse, sus máquinas chillaban poco. Sollocé como un niño agarrándome la cara, me descargué soltando mi corazón y le dije la verdad. —Yo no quería que mi esposa viva una vida llena de miedo e inseguridad como le tocó a mi madre, fue muy duro para mí lo que le pasó a ella y a mi padre, no quiero que eso se vuelva a repetir. Mi abuelo me abrazó y lloramos los dos, de la misma forma como lo hicimos en el entierro de mis padres. Al final me fui a mi casa. Después de recibir su bendición, llegué a la villa donde tenías listo todo para la operación contra Max. —Sí, Ángelo, recuerdo eso, los emboscamos, matamos a todos, Max nos rogó por su vida y tú se la perdonaste. —Luis, fue una decisión difícil, solo que mi abuelo también me contó el origen de Max y eso me impidió matarlo, es complicado. —Te entiendo, yo soy el empleado de más confianza de ustedes, conozco la mayoría de los secretos familiares. —Luis, tú no eres un empleado, eres parte de la familia, has sido como un padre para mí. —No soy digno. Ángelo, me haces sonrojar; un padre no haría lo que te hice. —¿Y qué me hiciste? —Mi Ángelo querido, mientras hablábamos, llame a… —¿A quién? Luis, dime. —A la mejor prepago de este país, ella te devolverá la esperanza. El timbre sonó y era ella, cada rato salía por la televisión, era la sensación, hablaba sin tapujos de su sexualidad, Ángelo sin hablar mucho y, para dejar de interrumpir a Luis con sus tres asuntos, se la llevó directo a su habitación, donde ella le recitaba: —Papi, qué rico. No obstante, él no estaba motivado, no se sentía a tono, le esquivaba los besos. Trato de reponerse y aprovechar a esta vedette, se le ocurrió imaginar la cara de Ximena y estaba funcionando, hasta que se le transformó en la de su esposa. Hasta ahí le llegó la libido, la apartó a un lado y de nuevo lloró como un niño.
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