NÁUFRAGOS

1665 Words
XIMENA Ese día fue de ensueños, nos divertimos muchísimo, de no ser por ese desafortunado percance. Por poco y no cuento el cuento, mi Ángelo, bueno, nos llevó a pescar en su yate, fue muy divertido, yo nunca lo había hecho, con lo que pescamos. Él nos preparó algo llamado sashimi, según él era un plato japonés, no quise contrariarlo por no querer quedar como una ignorante, pues lo único que conocía de comida china era el arroz y el sushi, de resto me daba miedo que en su preparación llevase gatos o perros. Además de que le quedó muy delicioso, era muy placentero estar ahí bronceándome y viéndolo pelear con los mariscos. Me daban ganas de limpiarlo, trataba de ver a otro lado, intenté mirar al mar y sin darme de cuenta otra vez estaba con la mirada fija en sus hermosos ojos. Él me correspondía con sonrisas que me acababan de derretir. Comimos los cuatro, ese bocado de reyes, acompañado de un vino de un olor a roble, reímos escuchando las ocurrencias del novio de Mía, que daba a entender por qué ella lo había escogido. Ya que este señor rondaba tal vez los 60 años, con la cabeza rapada por la genética, tenía un exquisito sentido del humor que mantenía siempre riendo a mi amiga. Hasta que en un momento ella me cotorreó. —Ya no puedo reír más o se me saldrá algo, por favor, Ximena, acompáñame al baño. Fuimos rápidos como si ella tuviera soltura, al llegar al pequeño cuarto, me dio una cachetada diciéndome: —despierta, Ximena, con esa manera ese galán se te va a ir, se va a aburrir y no le será difícil conseguirse otra mujer que le dé cariño, vamos, transfórmate, saca la fiera de tu interior, coquetéale, exhíbele ese trasero latino, ese cuerpo tropical, sedúcelo, hazlo arder y luego que sufra un rato, hasta que se desespere y luego ya sabes, le haces con toda. —Si eso estaba pensando, lo que pasa es que me da miedo, sabes que no he tenido buenas experiencias con los hombres. —Le dije limpiándome la cara y ella dijo algo que me sirvió mucho, algo como: —No vives en el pasado y menos si es aterrador, supéralo, imagina que está dibujado en un papel que lo rompes con tus dientes y manos para después quemar los pedacitos, debes seguir adelante, no te puedes encapsular en las tragedias, aprovecha cada momento que puedas gozar, vive lo más feliz posible. Le asenté con la cabeza, salí de allí transformada, estaba dispuesta a devorar ese hombre, sería mi macho y las cosas se acomodaban por arte de magia. Él estaba sentado ahora en una silla para broncearse, al lado de otra vacía, junto a un tarro de bronceador, era como si las piezas se juntaran, haciendo pucheros. Le dije: —Ángelo, necesito un gran favor, es que me quiero broncear y en todo el embolate se me olvidó de aplicarme bronceador, si no te molesta, ¿me ayudarías con eso? Él, sonriendo, me contestó coquetamente: —sí, claro, ya hay en este frasco, ponte lo que quieras. Lo miré fijamente, sorprendida, esperando que dijese que estaba bromeando. Al no recibir respuesta, seguí con mi ataque: —lo que pasa es que en las películas siempre el galán le aplica a la chica el bronceador, para que quede bien parejo. Sonriendo se embadurnó la mano diciendo: —no todo lo de las películas se puede hacer, ya verás cómo mis manos temblaran y sudaran, —y me acosté boca abajo mientras él empezó a fisionar suavemente desde los pies, subiendo por mis piernas, al momento de llegar a mis glúteos los saque apropósito y voltee levemente la mirada para ver su reacción. Vi como los ojos por poco se le salen y su boca se abrió absorbiendo aire, estaba funcionando, él siguió aunque se saltó mi cadera y eso que le susurre: —aplícame en todo lado, con confianza no quiero que me queden las nalgas de otro color. Me empezó a aplicar en la espalda y empecé a sentir sus labios que ayudaban con el masaje haciéndome temblar, se me ocurrió desatar la parte de atrás del sujetador para que pudiera seguir sin limitaciones, aunque lo que logre fue que se parara y dijera: —ya vengo, voy a ir al baño, —lo espere por unos minutos, sin duda lo afecte, quizás le había tocado ir al baño a calmarse, qué cruel, en lugar de desbocarse conmigo, aburrida me levante para buscarlo hasta que apareció con Mia y el novio, diciendo: —llegamos a un lugar magnífico para bucear, vamos acompáñenme. Mia, me miro, ella me conocía muy bien, sabía que yo estaba ejecutando sus consejos, así que se negó expresando: —no, podemos bucear, mi muñeco ya no está para esos trotes. Y él agregó: —pero sí, para otros, tú lo sabes muy bien. Me sentí emocionadísima por enésima vez, lo sé, este viaje fue muy maravilloso, nunca en mi vida había buceado a no ser en la alberca cuando metía la cabeza, creyéndome el investigador submarino. Fue como si entrara a un sueño, a otro mundo, los peces de mil estilos pasaban cerca, vimos unos pulpos que cambiaban de color y un montón de animales que no logre identificar. Él me llevaba, mi guía privado, unas tortugas nos seguían como si fueran nuestros perros. En la parte de abajo se veían los restos de un barco, donde era forrado, por lo que supongo que se llamaba percebes. Me jalo a unas cuevas, imagine que serían como las de Neptuno, que tienen aire en su interior y encontraríamos un lugar seco para mojar nuestras ganas. Nade emocionada de su mano y fue como si me apagaran la luz, sentí que algo me jalaba, me desespere, entre en pánico, de repente no podía verlo, era como si algo me llevara, quizás Poseidón me reclamaba, o aparecería donde madre invierno. Luchaba torpemente, sentí otra vez que mi vida pasaba por mis ojos, mostrándome que los mejores momentos los había pasado en este paseo que ahora parecía contrastar en mi muerte, hasta que llegue disparada al fondo de la cueva donde fui frenada por el tanque de oxígeno que golpeo a las rocas. Mi angustia no mermaba, sabía que mi vida llegaría a su fin. Intente nadar hacia arriba y al bracear le di al techo de roca lastimándome la mano. Sentí que me la había roto aumentando mi pánico, y empeoro cuando vi el reloj que media el aire, casi vacío. Me pareció que me jalaban hacia abajo. Advertí que moriría, patalee si sentido hasta que vi su cara, era Ángelo, que me mostraba una palma en señal de calma. Lo abrasé muy fuerte, resistiendo a que me moviera, no comprendía por qué insistía en voltearme de cabeza, cerré los ojos y confié en él, después de todo estaba pensando en confiarle mi cuerpo, pues podía también entregarle mi vida, me volteo y nadamos de cabeza salimos de esa cueva y me entere de que estábamos bien. Había perdido el sentido de arriba y abajo, me avergoncé de la resistencia que le opuse. Él seguía preocupado, me quito el tanque de oxígeno, casi me opongo y me mostró que estaba roto, se quitó el suyo para dármelo, que maniobra, tratamos de seguir adelante, intercambiábamos la boquilla o como se llame eso, no soy buceadora para saber su jerga, incluso por poco y no soy nada. Lentamente, me calmé, me ayudó mucho que dejamos de compartir ese pitillo y nos pasamos aire boca a boca, su tanque pronto quedo vacío y fue peso muerto, nos tocó darle el mismo destino que esos barcos hundidos, que se llene de coral. Me acabé de tranquilizar en el momento en que divisamos el yate y los intercambios de oxígeno se transformaron en besos, hay bajo el agua yo me transforme en su sirena y él en mi tritón, juntos repoblaríamos la Atlántida. Él se asustó al ver mi brazo sangrando, después me explico que eso podría atraer a un feroz depredador Salimos del mar después de contarle nuestra aventura a Mia y su novio, quienes estaban presos de la preocupación, reímos y lloramos, uno nunca se imagina el momento o el lugar en que morirá, solo sabe dónde nace, pero no donde yacerá. Esto en parte me ayudo para centrarme. Prometí no dejar más asuntos pendientes, cuando regresara iba a acabar con mi tío, a recuperar la prosperidad de las empresas de mis padres biológicos. También descubriría quién estaba detrás de los sabotajes y lo más importante, volvería a Sicilia a encarar mi pasado, buscaría a mi exmarido, llegaría llena de joyas y en un carro de alta gama y le diría: —Nunca me interesó su dinero, mi capital es muchísimo mayor. —buscaría la forma de humillarlos, de hacerlo sentir mal, aprovecharía para saludar al encantador de don Joseph, quien siempre fue bueno a cada momento, espero que siga vivo. También tendría que averiguar quién había matado a mis verdaderos padres y hacerlos pagar, aunque esto lo haría después de buscar a mi hermana, a la cual hacía mucho que no la veía. La amo mucho a mi manera, lo que pasa es que siento que le hago daño con mi presencia, la enfermo con mis cuidados. Sin embargo, es mi familiar más cercano, mi hermanita. Como sufrimos desde niñas, prometí que te protegería y te he dejado sola. Las promesas son para cumplirlas. Eso me recuerda que no he vuelto al orfanato donde esas monjas nos trataron tan bien, juré ir a llevarles mercado, aunque cada mes les doy una buena cantidad de dinero. No he vuelto, la verdad me siento mal al recordar nuestro pasado, ellas nos dieron el calor de hogar que nos arrebató el asesinato de nuestros padres y que nuestro tío, el único familiar que teníamos, no nos dio porque es un miserable monstruo.
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