[Se recomienda leer la nueva versión de LA MAGNATE antes de seguir leyendo EL JOVEN MAGNATE]
En el edificio mirador, la noche había caído de forma, envolviendo todo en un resplandor cálido bajo las luces de la ciudad que se extendía más allá de la vista de los allí presentes. El aire estaba cargado de emociones mientras los invitados se congregaban en la recepción, disfrutando de los aperitivos, bebidas y demás pasabocas que ofrecían los meseros contratados para la boda. Las paredes de vidrio del salón ofrecían una vista panorámica impresionante, pero la verdadera belleza de la noche estaba centrada en la pareja que había sellado su amor con votos eternos. Comentaban acerca de la belleza del novio y de la novia y de lo bellos que eran sus hijos. En las r************* vieron algunas publicaciones acerca de la entrada de Hariella con su excéntrico y hermoso vestido de novia n***o. Al igual que el mensaje en el cielo por parte de los aviones. Ella era una magnate conocida, respetada y poderosa, mientras que el hombre era el CEO de Industrias Mars. Ambos tenían estatus y la diferencia de edad entre ellos, no era relevante, ni generaba opiniones negativas.
Hariella hizo su entrada con la misma elegancia que la había acompañado toda su vida. Había cambiado su majestuoso traje de novia por un vestido oscuro más sencillo, pero no menos impactante. La tela se ceñía a su esbelta figura, resaltando su belleza etérea. El embarazo había incrementado de forma majestuosa sus atributos y ensanchando un poco sus caderas. Luego de haber dado a luz también había estado realizando ejercicios y entrenamientos, supervisados por los mejores especialistas. Usaba su dinero para su beneficio y no escatimaba en gastos para la salud y su belleza. Era Hariella Hansen, la magnate y sobresaltaba en todos los dones.
El vestido, aunque más ligero, estaba diseñado con un cuidado exquisito, reflejando la sofisticación y el buen gusto que siempre la caracterizaban. Su cabello rubio caía en suaves ondas sobre sus hombros, y sus ojos celestes brillaban con una felicidad que solo el amor verdadero podía otorgar.
Detrás de ella, Lena, Marianne, y Mónica la seguían como un trío de madrinas orgullosas. Cada una de ellas, con vestidos a juego, que irradiaba una hermosura y gracia que complementaban a perfección la presencia imponente de Hariella. Las tres se sentaron al lado de los padrinos y de su interés romántico. Lena con Werner, Marianne con Jarrer, que lo había conocido en esa ceremonia y Mónica con Joseph.
Los invitados, encantados por el aura de elegancia que emanaba del grupo, murmuraban en admiración mientras se acercaba a la silla de honor.
Al llegar a la mesa principal, Hariella sonrió y se inclinó para besar a Hermes en la boca. Ese beso era más que una demostración de afecto; era la culminación de un largo viaje lleno de obstáculos, confusiones, mentiras y engaños, que ahora los había llevado a este momento de dicha absoluta. Sus labios se encontraron en un contacto tierno, sellando no solo su amor, sino también el compromiso de construir un futuro juntos, como una familia de verdad. De forma ilustre tomó asiento al lado de Hermes.
El ambiente estaba impregnado de una calma serena, interrumpida solo por el bullicio suave de la recepción. Pero esa calma se transformó en pura alegría cuando los mellizos, Helios Darner y Hera Hansen, corrieron hacia sus padres con sonrisas radiantes. Los pequeños, vestidos como pequeños príncipes, con trajes confeccionados a su medida, se lanzaron a los brazos de sus padres, quienes los cargaron en su regazo.
La familia, reunida y feliz, era un espectáculo que conmovía a todos los presentes. Era increíble pensar que todo había comenzado con un encuentro fortuito en un ascensor, donde un joven despistado y una mujer enmascarada por su identidad habían iniciado un juego de confusión. Lo que comenzó como un simple error, una mentira blanca, se había transformado en algo mucho más profundo y real.
El pasado estaba lleno de secretos, de estrategias cuidadosamente calculadas por Hariella, pero ahora, en este momento, todo eso había quedado atrás. Lo que importaba era el presente, la familia que habían formado, y el futuro que se desplegaba ante ellos. Hariella miró a Hermes con una expresión de amor incondicional, sus dedos acariciando suavemente la espalda de Helios, mientras Hera se acomodaba en el regazo de su padre.
Los invitados observaban la escena con sonrisas de felicidad, sintiendo el calor de la unidad y el amor que irradiaba de la familia recién formada. No había necesidad de palabras en ese instante; la simple presencia de los cuatro juntos lo decía todo. Era la culminación de un viaje inesperado, uno que había comenzado con mentiras y engaños, pero que, sorprendentemente, había encontrado su camino hacia la verdad más pura: el amor y la familia.
Mientras la noche continuaba, Hariella y Hermes sabían que habían logrado algo más que una relación pasajera. Habían construido un hogar, un lugar donde sus hijos crecerían rodeados de amor y seguridad. Y así, en el edificio mirador, con la ciudad como testigo, la historia de Hariella y Hermes se transformó en la realidad más hermosa que jamás podrían haber imaginado.
Con la ceremonia casi llegando a su fin, Hariella y Hermes, acompañados por sus hijos, se dispusieron a capturar esos momentos especiales junto a los presentes. Las cámaras destellaban, inmortalizando la unión de la familia bajo la luz suave de la noche. Las fotos reflejaban la felicidad y el amor que los unía, mostrando a una familia que había superado todas las dificultades para llegar a ese punto.
El balcón del edificio mirador ofrecía una vista espectacular de la ciudad iluminada. La familia se acercó para disfrutar de la vista juntos, apreciando el paisaje nocturno que se extendía ante ellos. Los rascacielos, las luces de las calles y el bullicio lejano de la vida urbana formaban un contraste con la tranquilidad y serenidad que sentían en ese momento.
Después de una última mirada al horizonte, los cuatro se giraron hacia sus invitados. Con sonrisas agradecidas, entregaron pequeños souvenirs como muestra de agradecimiento por acompañarlos en ese día tan importante. Los presentes, conmovidos por la amabilidad de la pareja, también entregaron sus obsequios, los cuales fueron cuidadosamente colocados en otro auto que los llevaría a la mansión Hansen, donde serían recibidos más tarde.
La noche, sin embargo, no terminaba ahí. Hariella y Hermes, junto a Hera y Helios. Abordaron un lujoso auto decorado para con cintas par indicar que allí iba una pareja de recién casados. Se dirigieron a un distinguido hotel para pasar su primera noche como una familia completa. El lujo y la comodidad del lugar eran perfectos para ese momento tan especial. Mientras se instalaban en la suite, el aire se llenó de una mezcla de emoción y gracia. Después de tanto tiempo, pudieron disfrutar de la paz y la unión que siempre habían deseado.