Herseis, aún sorprendida por el encuentro, se quedó paralizada por un momento. El chico con el que se había chocado era el mismo que le había ayudado en el centro comercial días atrás. Se reconocieron al instante, y una sonrisa cómplice iluminó sus rostros. Era ya la segunda vez que se chocaban de manera sorpresiva, justo como pasaba en los libros y novelas entre los personajes principales, que estaban destinados a estar juntos.
—¡Tú otra vez! —dijo ella, un poco nerviosa pero divertida por la coincidencia. Él era demasiado lindo y atractivo.
—Sí, parece que el destino sigue poniéndonos en el mismo camino —respondió él, con una sonrisa cálida por la nueva casualidad de encontrarse con esa muchacha de cabello rizado del centro comercial. Aquella vez le había tumbado las bolsas de compras—. Soy Edán Grey, por cierto.
—Herseis Hedley —respondió ella, extendiendo su mano de forma reverente.
Edán la tomó con suavidad, su toque fue firme y amable, lo que hizo que Herseis sintiera una extraña, pero agradable sensación ante el contacto que los dos estaban experimentando. Decidieron pasar el resto de la tarde juntos, aprovechando la chispa que había surgido entre ellos. Se miraban y se sonreían de forma sugerente, como si los dos entendieran que algo más los estaba uniendo.
Al caminar por la ciudad, se encontraron conversando de manera natural, como si se conocieran desde hacía mucho tiempo. Edán era encantador, con un sentido del humor que la hacía reír sin esfuerzo. Hablaron de sus estudios, sus intereses y, sin darse cuenta, compartieron sueños y anhelos que no solían revelar a cualquiera.
Herseis descubrió que Edán estudiaba arquitectura en otra universidad cercana y que estaba en su último año. Él le contó sobre su pasión por el diseño y cómo soñaba con construir un edificio que dejara una huella en la ciudad. A su vez, Edán escuchó con atención mientras Herseis hablaba de su amor por la contaduría, las fianzas y su deseo de algún día ser gerente de un banco.
Edán frunció el ceño y entendió que ella podría tener un futuro estable y demasiado bueno si trabajaba en un banco. Si tenía esa meta, era alguien con la que podía estar. No era la más hermosa, pero tenía su gracia.
El tiempo pasó volando, y antes de que se dieran cuenta, la tarde comenzaba a transformarse en noche. Se detuvieron en un pequeño café con terraza, donde se sentaron a tomar algo y observar el cielo teñido de tonos anaranjados y rosados.
—Me alegra mucho haberme chocado contigo otra vez —dijo Edán, mientras removía su café—. Este ha sido uno de los días más agradables que he tenido en mucho tiempo.
—¿Viste a la novia de n***o? —preguntó Herseis de forma animada.
—No la alcancé a ver. Pero sí en r************* .
Edán le enseñó las fotografías de la novia con el rostro oculto por el velo oscuro. Los mellizos y el señor Hansen tenían el rostro borroso.
—Es increíble y raro, casarse de n***o —comentó Herseis, recordando la escena—. Además, la frase de los aviones.
—Deben ser muy ricos —dijo Edán—. No cualquiera puede hacer eso. El mensaje en el cielo si lo pude ver.
—Sí, cierto. Ellos son una familia con mucho dinero.
Herseis rememoró la escena del niño rubia que la había ayudado. Era posible que aquel señor tan atractivo fuera el novio. Sin embargo, esos chicos tenían el cabello dorado y la otra mujer que los acompañaba lo tenía marrón. Era posible que su madre fuera otra. Sin embargo, eso no quitaba el hecho de que chico ya era más rico y poderoso que la gente promedio. Suspiró con melancolía. En verdad podía ser un príncipe, hijo de una reina y un rey. Deseaba lo mejor para él y que fuera feliz. Así, se concentró de nuevo en Edán. Sonrió, sintiendo que la misma alegría crecía dentro de ella. Nunca había creído mucho en el destino, pero ahora empezaba a cuestionar esa creencia. Quizás había algo más en juego, algo que los estaba guiando el uno hacia el otro.
La conversación fluía de manera tan natural que ninguna de las incomodidades habituales de una primera cita estaba presentes. La conexión que compartían parecía profunda y genuina, como si ambos estuvieran descubriendo algo especial en el otro.
Al caer la noche las luces de la ciudad empezaron a encenderse, decidieron que era hora de despedirse. Edán, sin embargo, sugirió algo más antes de que su encuentro terminara.
—¿Qué te parece si caminamos un poco más? La ciudad es hermosa a esta hora —propuso él, esperando prolongar el momento.
Herseis no pudo evitar sonreír ante la idea. Asintió con entusiasmo, y juntos se levantaron para seguir caminando por las calles iluminadas, disfrutando de la compañía mutua y del suave murmullo de la ciudad nocturna.
Mientras paseaban bajo las luces de las farolas y el susurro del viento, Herseis no pudo evitar sentir que esta era solo la primera página de una nueva historia en su vida. Lo decía de nuevo, por primera vez, en mucho tiempo, creyó de verdad en la posibilidad de un "felices para siempre."
Herseis y Edán continuaron paseando por la ciudad, disfrutando de cada momento que compartían. Sus conversaciones fluían con facilidad, y a medida que la tarde avanzaba, se atraían. Los dos compartían anécdotas de su infancia, sus sueños para el futuro y hasta pequeñas confesiones que raramente habrían revelado a alguien más.
El tiempo se les escapó entre risas y miradas cómplices. Con el cielo oscurecido, decidieron buscar un lugar tranquilo donde pudieran sentarse a observar las estrellas que empezaban a aparecer en el firmamento. Hallaron un pequeño parque, donde se sentaron en un banco, rodeados por el silencio nocturno y la suave brisa de la noche.
Herseis sentía que su corazón latía con fuerza, emocionada por la posibilidad de estar frente a alguien con quien podría construir una historia de amor. En su mente, Edán ya se había convertido en alguien especial, en ese amor de cuento de hadas que siempre había deseado encontrar.
Justo en ese momento, un auto decorado con flores blancas y cintas pasó frente a ellos. El vehículo estaba adornado como si fuera para una boda, y a través de las ventanillas, Herseis pudo ver a una pareja elegante en el asiento delantero, junto con dos niños pequeños en la parte trasera. Los mellizos, un niño y una niña de unos cuatro años, parecían emocionados, mientras la mujer, con una belleza serena y un aire de sofisticación, sonreía tiernamente.
—Mira, parece un coche de recién casados —dijo Edán, señalando el auto mientras pasaba lentamente por la calle.
Herseis observó con curiosidad, imaginando a la novia de n***o y el mensaje en el cielo. Era una escena bonita, una familia feliz en una noche especial, pero para ella, el verdadero encanto de la noche estaba al lado suyo, en la persona con quien compartía ese momento.
Sin saberlo, acababa de presenciar un fragmento de la vida de Hariella Hansen, Hermes Darner, y sus mellizos, Helios y Hera Darner. Aunque en ese momento, esos nombres no significaban nada para Herseis, algún día estarían ligados al destino que la esperaba, uno que cambiaría su vida para siempre.
Por ahora, todo lo que importaba era que esa noche parecía el comienzo de algo hermoso con Edán. Mientras el coche de recién casados desaparecía en la distancia, Herseis estaba convencida de que la atracción que empezaba a florecer entre ellos era lo que siempre había soñado y eso la llevaría a formar su propio hogar y, vivir su propia historia de amor.
Después de pasar una tarde memorable, Herseis y Edán se despidieron frente al parque donde habían pasado las últimas horas juntos. Con una sonrisa, se miraron por un momento, ambos sintiendo que algo especial estaba surgiendo, aunque aún no lo expresaban con palabras. La conexión era innegable, pero todo se desarrollaba a su propio ritmo, sin prisas ni expectativas.
—Fue una tarde increíble —dijo Edán, rompiendo el silencio con una sonrisa sincera.
—Sí, lo fue —respondió Herseis, sintiendo un ligero nerviosismo en su pecho. —Espero que podamos repetirlo pronto.
Edán asintió, y tras una breve despedida, ambos se separaron. Herseis caminó hacia la avenida principal y levantó la mano para detener un taxi. Mientras el vehículo la llevaba de regreso a su apartamento, no pudo evitar sonreír al recordar cada detalle del tiempo que había pasado con Edán.
Llegó a su apartamento rentado, un pequeño, pero acogedor espacio que había decorado con sencillez. Después de una ducha refrescante, se puso un pijama cómodo y se tiró en la cama, su lugar favorito para desconectar del mundo. Tomó su teléfono y comenzó a revisar las r************* , curiosa por ver si el evento de la boda de la dama de n***o había causado tanto revuelo como ella pensaba.
Las noticias y las publicaciones sobre la boda y los aviones que habían escrito "Te amo, mi ángel" en el cielo estaban por todas partes. Fotografías, videos y comentarios inundaban las redes, y la etiqueta #NoviaDeNegro se había vuelto viral. Herseis se sumergió en las imágenes y los comentarios, sorprendida por la cantidad de personas que, al igual que ella, se habían sentido cautivadas por el espectáculo.
Después de un rato, decidió buscar el perfil de Edán. Habían hablado tanto durante la tarde que sentía una creciente curiosidad por saber más sobre él. Al encontrar su perfil, se tomó un momento antes de enviarle la solicitud de amistad. Un leve nerviosismo la invadió, pero finalmente la envió, sintiendo un pequeño salto en su corazón cuando lo hizo.
Luego se distrajo viendo las imágenes públicas que Edán había compartido. Algunas eran de su vida diaria, momentos capturados con amigos y familiares, mientras que otras mostraban su pasión por la arquitectura y el diseño. Herseis sonrió al ver su rostro en varias fotos, sus ojos claros y su expresión cálida la hacían suspirar. Había algo en él que le resultaba genuino y encantador. Pasó más tiempo del que esperaba mirando esas imágenes, imaginando cómo sería conocer más profundamente a alguien como él. Aunque no se apresuraba a sacar conclusiones, había algo en Edán que despertaba en ella un sentimiento que no había experimentado antes. Con una sonrisa soñadora, apagó el teléfono y se acomodó en la cama, dejando que los pensamientos de esa tarde inolvidable la arrullaran hasta quedarse dormida.