Capítulo 7

1957 Words
Todo empezó a perder el sentido, después de aquella repentina llamada cuando estábamos en la entrada del restaurante. Una vez que el acercó el celular a su rostro para contestar, este se iluminó la pantalla contra su cara y no vi ninguna llamada entrante. Luego, entramos al restaurante y el había mencionado antes que seriamos seis. Aquella reserva solo era para dos personas, después de confrontarlo había dicho que se trataba de una cita. Debo admitir que sentí mi rostro ruborizarse por unos segundos, es decir, ¡Era Basil Dimou! ¿Qué mujer no se sentiría halagada de que semejante hombre le prestara atención o que dijera semejantes locuras solo para ir a una cita? Cualquier mujer y yo no era la excepción. Pero aquello fue muy breve, el rubor se me pasó y la efímera fascinación porque él tuviera algún interés por mi y solo llegó el enojo, el enojo por sus mentiras, por la situación en la que eso me ponía. ¡Era mi jefe! ¡Incluso el jefe de mi ex jefe! ¿En que cabeza le cabría la idea de que yo, su secretaria, saldría con mi jefe? ¿En que mundo pasaban esas cosas tan maravillosas? La idea me hizo sentir muy enojada y algo vulnerable, ya que no se como el reaccionaría a mi reacción o a mi rechazo, porque definitivamente era un rechazo. Este día, esta noche lo cambiaba todo. - Yo no acepté venir a una cita, vine a una cena laboral, guiada por sus mentiras. – solté llena de ira, dejándome llevar. El caliente subió a mi cabeza y sentí como se esparcía por mis ojos, dejándome sentir la humedad de las lagrimas. Me puse de pie, buscando con mi mirada la salida. - ¡Espera, Isabella!- escuchaba sus pasos detrás de mi mientras todos nos miraban, sentía sus miradas clavarse en mí como espinas. Dos manos sostuvieron mi brazo izquierdo, haciendo que yo me detuviera, incluso sin querer, dándole oportunidad a todos para que disfrutaran mejor de la escena. – Lo siento, no fue mi intención ofenderte de esta manera. - Suélteme, quiero irme a casa. - Esta bien, pero permíteme llevarte. - Preferiría que no, ya ha hecho bastante. – soltó mi brazo y aunque no siguió deteniéndome, venía detrás de mi pero unos pasos más atrás. Cuando salí del restaurante, habían varias personas paradas justo a la salida, parecían camarógrafos, periodistas o algo así, pasé a su lado esquivando a cada uno, pero cuando el presidente salió detrás de mi, los flashes no faltaron y todo se volvió un alboroto, yo que había pasado desapercibida solo hace unos segundos, ahora estaba rodeada de personas sacándome fotos sin tan siquiera poder ver hacia donde caminaba o por donde ir. Unas manos me sostuvieron y cubrieron mi rostro con una ropa, seguía sus pasos muy deprisa y después la puerta de un coche se abrió. - ¡Entra!- era el presidente. Subí al coche con prisa quitando de mi cabeza, una vez que estaba dentro, lo que parecía ser su chaqueta. Poco momento después el entró y encendió el coche, poniéndolo en movimiento y sacándonos de allí. – Esto ha sido un desastre. – me hundí en el asiento y volví a tapar mi cara con su chaqueta. ¡No quería ni verlo! Cerré mis ojos intentando pensar cómo seria el día de mañana en la oficina. - ¿Estas bien?- no respondí nada. No estaba bien, tenia muchas emociones peleándose en mi interior y quería descargarme contra el, pero resultaba que se trataba de mi jefe, solo me quedé en silencio. Hasta que llegamos. El coche se detuvo y yo me bajé nada más hacerlo. Me fui corriendo hacia mi portal y entré. - Hola, ya he llegado. – dije al entrar. La niñera estaba sentada en el sofá leyendo un libro. - Ha venido mucho antes. Ya Eva se ha dormido. No sin antes abordarme con miles de preguntas. Es una niña muy inteligente. - Gracias, espero que no te haya dado muchos problemas. - En lo más mínimo. - ¿Cuánto te debo?- abrí mi bolso esperando tener la cantidad adecuada en efectivo. - Ya ha sido pagado. El servicio se paga antes de realizarse. – después de darle las gracias, la joven se marchó. Aquella noche, los japoneses, la supuesta cita y al final los paparazzis, todo sumaba para que se haya convertido en un verdadero desastre. Era la primera vez, en mucho tiempo, que tenia miedo de que amaneciera. ——————— La noche se me hizo pesada, no estaba contra las cuerdas, hace rato que había sido noqueado. Los malditos japoneses y mi idea estúpida, impulsado por mis mentiras y por no quedar mal, lo menos que quería era que Arnold se burlara de mi. ¡Arnold! ¡Ese maldito bastardo! Debió suponer que yo iría allí y envió a los paparazzi, arruinando todo. ¡Mañana me iba a oír! Cerré mis ojos un rato y al abrirlos ya era de día. No hizo falta la alarma para despertarme, no hubo ningún sueño raro con Isa y menos con Isabella, lo menos que quería era pensar en la expresión que tendría esta mañana. Solo me atormentaría. - Es raro verte despierto tan temprano. – Alex estaba desayunando. - Dormí muy mal. - ¿Te fue mal anoche? - Solo… fue una mala noche. ¿Qué hay de ti? No vi nada sucio en la cocina. ¿Cenaste? - Si. – era mentira. Levantaba las cejas cuando mentía. - ¿Quieres que te lleve al trabajado? - Sabes que me voy con Rick. - Bien, de igual modo podrías irte conmigo. Tenemos el mismo horario y trabajamos en el mismo lugar. - Justamente por eso no me voy contigo. Que tengas buen día. - Alex, recuerda que también soy tu hermano. Las conversaciones con el eran tan cortas como mis conversaciones con Isabella, quizás tenían algunas similitudes, los dos no tenían otro molde y eran totalmente difíciles de leer. Miré la pantalla de mi celular ya en el coche, tenia decenas de mensajes. Abrí una foto que me habían enviado, era de una publicación de un periódico local. “La nueva conquista de Basil Dimou. ¿Qué número ocupará en la lista que van de este año? Es el CEO de las conquistas” ¡Como si alguien llevara la cuenta! Había una foto de Isabella en ella y yo iba saliendo detrás. Esto era un caos. Solo esperaba que ella no la viera, eso era imposible que no pasara. Salí del ascensor rumbo al ala donde trabajaba Arnold pero mientras mas avanzaba y las miradas no disimulaban, mas enojado me sentía. Los veía cuchichear mientras miraban el periódico. La bomba había explotado. - Buenos días, señor Dimou.- escuché la voz de Lucia pero seguí hasta abrir la puerta con ímpetu de la oficina de Arnold. - ¡¿Qué diablos hiciste?!- Arnold estaba en su silla tomándose un café. - ¡Esto no es un juego!- le volví a gritar, el se quedó en calma y después de tomar un trago soltó la taza. - Es justo eso, un juego. No se porque te ves tan alterado. Se trata de que te acuestes con ella pero veo que te estas comportando como un santurrón. Ya pudiste haberla tenido en tu cama. ¡De eso se trata la apuesta!- miré hacia el exterior y la puerta de la oficina la había dejado abierta. Lucía estaba de pie detrás de su escritorio prestando mucha atención a nosotros, escuchando. Me acerqué y cerré la puerta. - ¿Qué es lo que pasa contigo? Esto es algo bueno, se sentirá importante y caerá más rápido. Ha salido en los periódicos junto a ti, eso es algo grandioso. - Arnold, Isabella no es ese tipo de mujer. Es… No se que tipo de mujer es. - Es igual que todas, Basil, quizás en comportamiento sea diferente pero quiere lo mismo que todas. Estar con el mejor, ir de fiestas, que les presten atención, sentirse bonita y que la conquistes. Eso lo sabes muy bien. Si ves que no puedes hacerlo…- Yo podía. – Solo renuncia a la apuesta. Admite que has perdido y que ella es una conquista fallida. No hemos supuesto nada en juego, prácticamente no perderás nada, al menos no de valor. - Nunca he tenido una conquista fallida. - ¡Jamás! - Isabella es la primera.- Volvió a tomar su taza y tomó otro sorbo. - Aun no renuncio, la apuesta sigue en pie, la conquista sigue en pie. - Bien, sabía que tu podías hacerlo. - Solo no te metas, tengo tiempo de sobra para hacerlo, no te atrevas a intervenir nuevamente. - Claro, como digas. – me miró frunciendo el ceño. Cuando salí de la oficina, Lucia no dejaba de mirarme. Ahora venia lo peor. Estar al otro lado me venía bien, pues me preparaba mentalmente para ver a Isabella después del desastre de anoche. - Buenos días, señor presidente. – me saludó, solo levantando la vista cuando yo estuve cerca. - Buenos días, Isabella. – definitivamente aquel no era su rostro serio, como cada día, era enojado. Se sentó y volvió a bajar la vista. – Aun no me he disculpado por lo de anoche. – ella volvió a mirarme pero sin decir nada, con las manos puesta sobre el teclado, como si esperara a que yo me fuera para escribir, como si me estuviera echando. Forzó una sonrisa y volvió a mirar el ordenador delante de ella.- Lamento haberte mentido y lo que pasó después, no sabia de los paparazzis y menos que saldría en el periódico. - ¿Pe qué?- maldita sea, ella no lo sabia y yo se lo acababa de decir. - ¿ Periódico? ¿Estoy en el periódico? – estábamos, los dos. - L-Lo siento, de verdad, Isabella. – aquello no parecía tener ningún remedio. Ahora era real su mirada de desprecio hacia mi. - No entiendo nada de esto, fui contratada para ser secretaria del señor Blaine, según tengo entendido desempeñaba bien mi trabajo y de repente me ponen con usted. – la manera en la que dijo “usted” no me gustó en lo más mínimo, aunque me lo tenia bien merecido.- Quiero desempeñar mi labor y nada mas que eso. Quisiera hacer de cuenta que esto no pasó pero si pasó. Ahora, puede hacer que no vuelva a ocurrir, ya me resulta lo bastante incómodo, no me acompañe en el comedor, no coma de mi comida y por favor, deje de mentir. Aborrezco las mentiras. Déjeme hacer mi trabajo, si quiere cambiar de secretaria no pongo ninguna objeción. Solo… tengamos una relación laboral normal o esto se volverá muy incómodo. Ya es suficiente con que todos me miren mal en la oficina porque digan que le he quitado el puesto a Lucia, ahora salgo en el periódico con usted y sabrá Dios que cosas habrán puesto allí cuando yo solo salí a una “cena laboral”. – Su voz se había quebrado pero no soltó una sola lágrima y por poco tiempo aquello se reflejó en su rostro, pero nuevamente volvió a ser ella. Isabella Sass. Y allí estaba, veía como se esfumaba mi pequeña brecha de oportunidad, sumándole un mes mas a mi imposible conquista, ya que tendría que empezar desde cero con ella. Tirando a la basura mis preciosos y valiosos avances. - Esta bien, no te incomodaré mas, me disculpo. Ahora tendría que sacar mi arma secreta. Ignorarla. Le había dado toda mi atención, ahora se la estaba quitando. ¿Cómo reaccionarias a eso, chica de piedra?
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