Capítulo 8

1652 Words
Tomé unos documentos que tenia que llevar a archivo, pero antes lo revisé unas cinco veces, no quería darle trabajo extra a Alexander como la otra vez. Pasé por la fotocopiadora y después me dirigí hacia allá, bajo el ojo de todos. Sería un día muy difícil, pero estaba seguro de que mejoraría. - Buenos días, he venido a traer estos documentos. - Ya sabes el procedimiento.- su voz cada vez resultaba mas graciosa con el lápiz en la boca. No tenia idea de que veía en ese ordenador pero solo levantaba la vista unos segundos, pero ese segundo le bastó para ver que mis documentos no estaban en una caja. – Sigues siendo principiante, Isabella Sass. - Puedes llamarme solo Isabella. - Isabella Sass, no importa la cantidad, todos deben de venir en una caja, ¿Cómo vas a colocar el nombre con el rotulador? ¿Sobre uno de los documentos?- se suponía que me estaba regañando, pero yo no sentía que fuera así. - Iré a mi escritorio por una caja. – dije, había creído que esta vez lo haría todo bien. - No hace falta, te prestaré una caja, pero cuando vuelvas, tendrás que traer dos. Por la que me debes. - Así lo haré, Alexander. – se puso de pie, quitando su enorme cuerpo de la pequeña silla, era alto. Caminó detrás de una estantería y salió con una caja diminuta, ideal para mis documentos.- Aquí tienes. Creo que aprendes lento. – sabia que aquello también se suponía que era un insulto, pero de su boca no salía como tal. - Muchas gracias. - Creo que sabes lo que sigue. – era como si aquella fuera su forma de hablar y no hubiera la mas mínima intención de ofender. Tomé el rotulador y puse el nombre en la caja. Me quedé observándolo un momento y después el volvió a levantar la mirada, observó la línea detrás de mi y yo entendí sin que el volviera hablar. - Gracias de nuevo. - Me lo debes, Isabella Sass.- se perdió nuevamente en la pantalla y yo me fui. Casi a medio día, el presidente salió varias veces de la oficina sin decir media palabra y antes del almuerzo se acercó a mi escritorio. - Tengo que salir antes, puedes irte una hora antes el día de hoy.- lo que significaba que podría irme dos horas después del almuerzo. - Muchas gracias. – siguió su camino sin decir mas nada. Me preparé mentalmente para ir al comedor. Pero cuando entré al comedor, todos me miraban sin intentar disimular nada. Antes ya pensaban que yo había obtenido el puesto como secretaria del presidente por acostarme con él, no me importaba, eran mentiras sin fundamentos, pero ahora con lo del periódico, sus comentarios se hacían más intensos y no intentaban ocultarlo, incluso mee señalaban. Era como si yo le gritara a la cara que así era, que eso había pasado. “No se que le ve” “ Es su secretaria” “Otra mas” “Lo que hacen por ascender” “Es la que le quitó el puesto a Lucía”. Me acerqué a tomar mi comida pero no disminuían las miradas, observé la mesa de Ally y allí estaban, cuchicheando esas mustias con el periódico en las manos. Me fui a mi mesa de siempre, para intentar comer, pero solo miraba la salida y parecía estar tan lejos. Clavé la mirada en mi comida mientras probaba cucharadas lentas. - ¡Cállense!- aquella voz fuerte y potente me sobresaltó incluso a mi, levanté la vista para ver de donde provenía y todos estaban en silencio, con la cabeza agachada después de escuchar aquella orden. — Quiero comer en paz. — volvió hablar con más tranquilidad. Por algún motivo todos obedecieron a lo que Alexander decía. Levanté mi mirada hacia él pero ya estaba nuevamente concentrado en su comida. En aquel silencio, se escucharon los pasos de alguien entrar y miramos hacia aquella dirección, era una mujer. - ¡Lucía!.- gritó Ally en aquel silencio, pero bastó para que Alexander levantara la mirada y ella se volviera a callar. Miré el rostro de Lucia y ella me miraba fijamente, se sentó en la mesa de las mustias sin dejar de mirarme y hablando con sus amigas, quienes después de ella hablar me miraron con rostros asombrados y después empezaron a reírse. Tomé mi bandeja con toda la comida allí, apenas si pude probar bocado, al principio solo pensé en salir de allí después de llevar mi bandeja, pero ¿huiría siempre desaprovechando la rica comida del comedor solo por ellas? Con lo bueno que hacían la lasaña, ¡claro que no! Cambié mi dirección y me dirigí a ellas aun con la bandeja, había justo un hueco vacío al frente de Lucia y Ally. - ¿Algo que decir?- coloqué la bandeja sobre la mesa con mis manos a cada lado, pasando mi mirada por cada una de ellas. – Es que ya me voy y pensé que tal vez podrían decirme algo. – al principio sentía mucha pena por Lucia sin conocerla, pero viendo la mueca de sus labios y sus cejas enarcadas, podía decir que no era nada diferente a las de esa mesa, por lo que también estaría resentida por su puesto de secretaria del presidente, culpándome a mi por aquello.- Eso pensé. – Tomé la bandeja pero luego decidí dejárselas a ella.- Cuando recuperen la lengua, ya saben dónde encontrarme. Soy la secretaria del presidente. – y me retiré, sintiéndome mucho mejor, aunque con hambre. Todo se sentía mas en calma sin el presiente, sobre todo después de todo lo que estaba pasando, pero sabia que no siempre seria así. Al llegar a casa solté mis cosas y me fui a casa de Lola para recoger a Eva. - Querida, pero has llegado más temprano. - Si, hoy fue un día de esos. ¿Dónde está Eva?- le di un beso a Lola y busqué a Eva con la mirada. - Hace un momento Erick ha venido por ella, están en el parque de la esquina. - Esta bien, muchas gracias Lola. Iré con ellos. Salí de casa de Lola y me dirigí al parque, quedaba muy cerca y a Eva le encantaba. - ¡Mami!- se bajó del columpio en el que estaba y corrió hacia mi. – mami, has llegado antes. - Hoy pude salir más temprano. ¿Te la has pasado bien con tu papi? - Si, Erick me recogió de donde Lola, parece que ya se va.- La tomé en brazos con cuidado de que sus zapatos no mancharan mi uniforme. - Te iba a esperar a que llegaras de trabajar, me alegra que hayas venido antes. Me marcho. - ¿A dónde vas?- creo que había soportado mucho tiempo y nunca supe porqué había regresado. Pero el no contestó a mi pregunta. Tomó a Eva en brazos y se despidió. Para ella no suponía mucha diferencia, ya que el no formaba mucha parte en su vida, ni siquiera le había llegado a decir papá. – Cuando te den otra vez tus arranques de ser padre, no solo pienses en ti, piensa en ella, eres tan fugaz en su vida que no guardará recuerdos sobre ti. - Es todo lo que pudo dar, Isabella. - ¿Y te parece mucho? No te exijo nada, pero si vas aparecer, al menos quédate más tiempo, no es por ti ni por mi, es por ella. – pero ahora solo vendría su frase típica. - Lo siento.- predecible. Y así, nuevamente Erick desapareció de nuestras vidas. El día siguiente en la oficina fue mas tranquilo y el presidente seguía en son de paz, sin hacer mucho acto de presencia. Antes de almuerzo el estaba en una reunión en la que yo no era solicitada, aproveché para pasar por archivo para agradecerle a Alexander por lo que había hecho en el comedor el día anterior. - Hola. – me paré detrás de la línea, ya que no tenía ningún documento para llevar. - Isabella Sass. Veo tus manos vacías, ¿necesitas algo de aquí? - No exactamente. Solo he venido para agradecerte por lo de ayer. - ¿Qué cosa?- abandonó su silla y se detuvo justo en la línea donde terminaba la puerta.- ¿Por la caja? - Claro que no, por eso ya te agradecí, me refiero al comedor. - Pero yo no hice nada.- retiró su lápiz de sus labios y estos quedaron algo rojos, tal vez por la presión que la madera ejercía en ellos. – Solo quería comer en silencio, para eso es el área del comedor. - Pensé que me estabas defendiendo…- ahora yo había quedado como una tonta. - ¿Defenderte de qué? ¿Necesitabas ayuda en algo? - En nada, olvídalo. – sabia que se hacia el tonto, estaba segura que el estaba al tanto de todo, solo que no decía nada. Pero Alexander era todo menos tonto. - Por lo que yo vi tu no necesitabas ayuda. ¿Algo mas?- se volvió a colocar el lápiz y luego se cruzó de brazos, marcando sus fuertes fuertes bíceps debajo de su camisa blanca. - Si. Una cosa mas. – debía de aprovechar que parecía estar de buen humor.- ¿Puedo sentarme a almorzar contigo?- puse mi mejor cara para hacer mi primer amigo. Su silencio me llenaba de incertidumbre. - Me gusta comer en silencio. - ¡No haré ruido!- le aseguré. - Esta bien, Isabella. - También puedes llamarme Isa. - Es algo corto.- se quejó. Yo solo quería que el se sintiera más cómodo, ya que yo pronto empezaría a llamarle Alex. - Pero puedes acostumbrarte. – no hubo respuesta de su parte, aquella era la señal para ya marcharme y así lo hice. Más que satisfecha por mi nuevo amigo o casi amigo.
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