- Erick.- me fui al baño para llamarlo, luego de salir del comedor con el presidente.
- ¿Pasa algo? Me faltan dos horas para salir de trabajar. -contestó.
- Lo se, lo siento. Es que tenia que llamarte antes, recógeme en el coche, lo necesito para esta noche.
- Esta bien, sin problemas. – lo sabia, pero si no lo llamaba con tiempo, iría a casa, dejaría el coche y vendría en la moto.
- Otra cosa. – esto era posiblemente lo que podría ser un poco más difícil. – Tienes que quedarte esta noche con Eva, tengo que salir antes de las nueve, una cena con mi jefe y unos posibles inversionistas japoneses.
- ¿Esta noche?- no iba a aceptar. Su tono de voz lo decía todo. - ¿por qué lo dices con tan poco tiempo de antelación? Tengo planes.- Lo sabía.
- Se trata de mi trabajo, Erick, no es cuando yo quiera o pueda, es cuando me digan.
- ¿Qué hay de Lola?
- La cena es a las nueve, salgo de casa a las ocho, ¿a que hora crees que llegaré a casa? Se trata de una señora mayor, no le puedo dejar a Eva toda la noche y menos pasar por su casa tan tarde, la niña ya estaría dormida y ella tiene colegio mañana. – todo lo que escuché fue un largo silencio. Lo único que le pedía y parecía no poder hacerlo. – Está bien. Veré como lo hago.
- Lo siento. – fue lo único que dijo. Estaba claro que Eva solo era mi responsabilidad y siempre lo había sido, que el estuviera no hacia ninguna diferencia. .
- No pases a recogerme, me iré en autobús y mañana no usas mi coche. – dije algo enojada y colgué. Si el no estaba para mi, yo tampoco podía estarlo para el, que buscara la forma de hacer su trabajo o que se comprara un coche. Desde ahora el mío sería exclusivo para mi, no mas. Volví del baño ya irritada. Hasta el almuerzo ahora me había caído mal, no era una buena opción dejar a Eva con Lola, luego tendría que recogerla muy tarde, apenas hoy era martes y ella tenia colegio mañana. También por Lola, tendría que desvelarse por mi. Solo era un favor prácticamente, no podía aprovecharme de eso. Ahora recordaba que el señor presidente me recogería en casa, pero al menos me servia para que me dejara el coche y no volviera a usarlo.
- ¡Isabella!- la voz del presidente gritando mi nombre me sacó de mis pensamientos. -Te he llamado varias veces, ¿estas bien? – yo estaba sentada detrás de mi escritorio y él frente a mi. Estaba tan enojada que ni lo había oido llegar y menos llamarme.
- Si, no lo escuché. Disculpe.
- ¿Es por la cena de hoy? ¿Nerviosa?– había pensado al principio que el presidente sería un jefe arrogante y todo mandón, pero de arrogante tenia poco y de mandón, pues eso dependía de la cantidad de trabajo que tuviera. Lo que si era, a ciencia cierta, un mujeriego. Todavía alucinaba con lo que había pasado en el ascensor. Pero mas alucinaba cuando recordaba su pene todo expuesto y su cara de descarado o tal vez sorprendido, no lo se, tenia una expresión rara y yo, ademas de avergonzada, no había podido apartar la vista de su pene mientras mi cara dibujaba una mueca, aquello fue exagerado . Entendiendo porqué todas estaban locas por el, no solo era un hombre guapo, ademas estaba bien dotado. Sus conquistas eran muy… ¿variadas? Es decir, no veía un patrón, pues la chica del ascensor y la de la limusina eran totalmente distintas, aunque físicamente las dos tenían buenas tetas, quizás era ese el punto intermedio que él buscaba en cada una de ellas. Pero Basil Dimou no me desagradó tanto como yo creía que iba a ser. Estaba siendo amable, creo que era alguien amable. Demasiado mujeriego para mis gustos y mas si usaba la empresa, el ascensor, como habitación de hotel. ¿Con cuantas mujeres de aquí se había acostado? – Solo es una cena, no estes inquieta.
- No es por eso. – pasé la mano por mi rostro. Aquello no tenia que ver con él y ni tenia que ser un motivo para interponerse con mi trabajo, pero no tenía con quien dejar a Eva. – Creo que tendré que buscar una niñera para mi hija. – cuando dije aquello, la boca del presidente se abrió por un fugaz segundo, pero se recompuso muy rápido, disimulando la impresión.
- ¿Tienes una hija?- pero su voz no ocultaba la sorpresa.
- Si, tengo una hija de cuatro años.
- Interesante. ¿Puedo saber su nombre?
- Eva, ese es su nombre.- ahora mismo me la imaginaba revoloteando alrededor de Lola o exigiendo que ella le ponga sus caricaturas.
- Entiendo.- se quedó pensando un segundo.- Busca la mejor niñera, correrá por cuenta de la empresa. – tomó su celular y miraba algo en el. – Anota este número. Aquí dice que son los mejores. – me enseñó la pantalla de su celular y yo anoté el número.- Llámalos ahora. – aquello ultimo fue una orden. Marqué el número desde mi celular y llamé, el estaba allí esperando.
- Hola, quiero contratar a una niñera para esta noche.
- Hola, nuestros servicios de niñera requieren mas tiempo de reserva, lo siento. No tenemos a ninguna disponible, disculpe los inconvenientes.
- No se preocupe, gracias. – alcé la vista para mirar al presidente. – Hay que solicitarlo con mas tiempo.
- ¡Que ridiculo! Es un servicio de niñeras, se supone que funcionan precisamente por eso, para cuando los padres tengan alguna emergencia. ¡Ah!- se alejó de mi escritorio y marcó algo en su celular. Caminó un poco más lejos mientras hablaba y después se fue acercando cuando terminó de hablar. – Listo, ya tienes una, al parecer tenían una de reserva. – dijo con algo de sarcasmo en su voz. – le he dado tu dirección, estarán allí a las ocho y diez. A esa hora pasaré a recogerte. ¿Qué te parece?
- Muchas gracias. – le sonreí al decirlo, ya se había ido mi enojo hacia Erick, o al menos no lo sentía en aquel momento.
—————
Aquello me había tomado totalmente desprevenido.
¡¿Una hija?!
Aquello no tenia nada de malo, pero Isabella no parecía ser madre o haber estado con alguien. Podría decir que Isa si, pero Isabella no. Me costaba creerlo. Sin embargo, me había sonreído y ahora estaba de acuerdo con lo que había dicho Arnold. Ella tenia una sonrisa espléndida, había sido yo el que se quedó sin habla.
Seguro que también era una muy buena madre.
Japoneses.
No tenia ninguna solución para mi ridícula mentira, las horas seguían su curso sin apiadarse de mi y ahora me encontraba vistiéndome para pasarla a buscar. Ya tenia la reserva en el restaurante, pero no tenia japoneses.
Mi única carta era decir que cancelaron a ultima hora, quizás recibir una llamada falsa de ellos, una vez que estuviéramos allí. Tampoco quería desperdiciar la noche, y si me ponía sin ideas nuevamente, era lógico que mi mentira sería descubierta.
Bajé las escaleras encontrándome con Alex en el salon, pocas veces coincidíamos a pesar de vivir bajo el mismo techo.
- ¿Has cenado ya? – le pregunté. El estaba metido en ese juego que siempre jugaba, como si no tuviera otra cosa mejor que hacer.
- Aun no, en un rato.
- Voy a salir, no dejes de cenar.
- Claro. – me miró un momento y después siguió mirando la pantalla.
Tomé la llave de mi coche y salí de la casa.
Era hora de mi cena “laboral” con Isabella.
Era un vecindario normal, no se podía decir que era de lo peor, pero tampoco estaba entre los mejores, se veía algo tranquilo. Solamente aparcar y ella ya iba asomándose a la salida, salí del coche, pensando que la mujer que venía caminando hacia no era ella, no era Isabella.
Mi secretaria de rostro pétreo, casi sin expresiones no podía ser la mujer que caminaba hacia mi, aquella definitivamente era Isa, la de mi sueño, el rostro que imaginaba para poder tener una erección.
- Gracias por venir hasta aquí, señor presidente. – Como volviera a repetir eso con aquellos labios pintados de carmesí, tendría que disimular lo que mi mente perversa se apresuraba a imaginar.
- No ha sido nada. – me fui a la parte del copiloto para abrirle la puerta, su trasero se veía mucho mejor con aquel vestido ceñido que con su viejo uniforme, ademas sus pequeños senos ahora cobraban algo de forma, notándose mucho mejor. Definitivamente ahora sí me parecía atractiva. Me subí al coche secándome la baba que me estaba a punto de salir. Tenia que conseguir una cita de verdad con ella y cumplir mi apuesta pues ahora Isabella Sass estaba despertando un deseo s****l bastante real en mi, mas la pequeña atracción que empezaba a sentir hacia ella. Se le veía algo incomoda dentro de coche, algo rígida, tenia las manos sobre sus muslos y acariciaba la tela negra del vestido.- ¿Qué tal la niñera? – debía de empezar una conversación o todo sería así hasta llegar. Giró su cuerpo un poco para después hablar.
- Bien, vi que Eva se sintió a gusto con ella.
- Me alegro.
- ¿Cuántos japoneses estarán en la cena?- era claro que ella no quería hablar de nada personal y yo no tenia ningún japonés para la cena.
- Cuatro, en total seremos seis.
- Bien. - y allí terminó toda la conversación en el coche. No sabia como proceder con ella, no tenia ni idea. Yo , el gran Basil, me encontraba sin armas frente a Isabella Sass, quizás se debía a que era una apuesta y estaba en riesgo mi orgullo y mi “hombría”, por eso me exigía al limite y al final solo me estancada. Tenia que ser eso, porque no encontraba otra respuesta para mi comportamiento tan errado que tenia alrededor de Isabella, como si estuviera nervioso, cuando definitivamente aquello no podía ser posible, porque yo no me ponía nervioso frente a ninguna mujer, aquel era el terreno que mejor manejaba.
Llegamos al restaurante y los japoneses solo estaban en mi cabeza, pues allí no había ninguno; justo antes de entrar saqué el celular de mi chaqueta y simulé que me entraba una llamada.
- Buenas noches. – tenia que hacerlo delante de ella para que escuchara la conversación. – Si, no se preocupe, no es nada. Cenaremos sin ustedes y los vemos en una hora. – y colgué. Ella me miraba con el ceño fruncido. ¿por qué nunca relajaba esa cara?- Cenaremos sin ellos, nos alcanzaran mas tarde. – dije, ella solo asintió. - ¿Puedo?- le ofrecí mi brazo y ella lo entrelazó con el mío, juntos entramos al restaurante. Al menos podríamos cenar tranquilos sin estar pendiente de los japoneses. -Basil Dimou- dije a la chica que me pedía el nombre de la reserva.
- Síganme, por favor.
Estaba totalmente seguro que esto la iba a impresionar, pero cuando observé su rostro, solo parecía algo molesta. Llegamos a nuestra mesa y después de acomodarnos, vinieron a tomarnos la bebida.
- Un zumo de naranja, por favor.
- Una copa de champán. – había cometido un error y hasta ahora me daba cuenta. ¡La mesa solo era para dos! Se supone que debería de ser de seis, ya que apenas acababan de cancelarla. ¡Otro error mas! Su expresión lo decía todo, tal vez se había dado cuenta ya.
- Señor presidente. – se inclinó un poco hacia mi, yo estaba frente a ella, habían pocas personas a nuestro alrededor, estábamos en el área mas silenciosa. Todo era perfecto, solo si fuera una cita.
- Si, ¿pasa algo?- le dediqué mi mejor sonrisa, pero no se porqué sentí que eso empeoró las cosas.
- Debo decir que me siento incómoda, esto no parece una cena laboral, es decir, los japoneses cancelan, la mesa es solo para dos y lo improvisto de todo, me molestaría mucho que estuviera mintiendo. – relajó su expresión y me miró fijamente, a espera de mi respuesta y aquí era donde yo sentía que estaba contra las cuerdas. ¿Qué debía de hacer? ¿Seguir mintiendo? ¿Decir la verdad o quedar en ridículo?- ¿A que se debe esta cena? ¿Los japoneses en algún momento vendrán?
La verdad, la media verdad, optaba por eso.
- Lo siento, Isabella. Ha sido una ridícula mentira de mi parte.- Esperé a que ella dijera algo pero no fue así, ¿Qué podías decir cuando apenas tenias medio mes trabajando con tu jefe y este de manera indirecta te invitaba a salir? Debía de solucionarlo. La perdía, es decir, perdía mi apuesta… - Los japoneses no vendrán, esta tarde en el comedor te quería invitar a salir pero luego tu mencionaste lo laboral y yo me aferré a eso. Esto no es una cena laboral.
- ¿Qué tipo de cena es?- esa pregunta me abría una puerta muy importante.
- Es una cita.