“Sus manos pequeñas y suaves, se aferran feroces a mi pelo, presionando mi cabeza en su parte intima, aquello era un dulce ahogamiento, pues me sentía en el paraíso, recorriendo con mi lengua toda aquella suave y deliciosa humedad, tenia un sabor carismático, como adictivo. De vez en cuando, cerraba tan fuerte sus piernas, que creía que me iba a exprimir y segundos después tomaba sus manos y las separaba aun mas, brindándome mas espacio. .
Isabella estaba a punto de correrse en mi boca y yo ansiaba ese momento.
Introduje un dedo en su interior y el sonido de sus gemidos aumentó, pero no era así como yo lo quería. Mi lengua debía de bastarle para complacerla y yo, Basil Dimou, estaba a punto de demostrárselo. Sus caderas comenzaron a moverse alrededor de mi boca, sus manos soltaron mi cabello y vi cuando se aferraron a la cama, su cuerpo se elevó un poco y el sonido de sus gemidos cambió, eran mas profundos, mas sentidos, demasiados pasionales.
- ¡Señor presidente! ¡Señor presidente!- aquello era justo lo que quería oír, su voz rasgada gritando en sus labios aquella forma tan peculiar que tenia de llamarme. -Se… señor presidente. – dejó caer su cuerpo y yo pasé mi lengua por ultima vez, tomando aquello que ella había dejado salir para mi.
- Isa…- Si, así era. En mi mente el nombre que salía hacia ella era Isa. – Te ves tan provocadora. – su mano reposaba sobre su vientre y sus piernas estaban cruzadas y se movían ansiosa – Lo se… ya voy. – me coloqué sobre ella y robé sus labios, haciéndolos míos. Soltó un suspiro contra los míos y sus manos me dejaron allí, contra ella, sujetándome por los hombros.
- Señor presidente… me está haciendo esperar. – ya no tenia aquella cara que solía tener en la oficina, de la señorita imperturbable. La tenia desesperada debajo mío, ansiosa porque la penetrara, sus ojos me lo suplicaban. Podría decirse que la había sometido a mis encantos, cuando estuve a punto de creer que era imposible.
- Pero valdrá la pena. – mi pene estaba impaciente, tenia una erección como nunca antes, lo mas que quería era hundirme en ella, pero no había que tener prisa, teníamos todo el tiempo del mundo y yo aprovecharía cada segundo. Ella separó sus piernas y elevó sus caderas hasta dar con mi erección, restregándose contra ella, al tiempo que mordía sus labios y tocaba sus pechos, persuadiéndome. No sabía que la señorita mojigata podía comportarse de esa manera, como tampoco sabia que de sus labios podían salir sonidos tan sensuales.
Acaricié sus piernas y me puse en una mejor posición, preparándome para perderme en ella.”
¿Mi celular? ¿Era el sonido de mi alarma? ¿Aquello solo era un… sueño?
Extendí mi mano, abriendo los ojos y tomando el celular para desactivar la alarma.
Por seguridad, miré el espacio vacío en mi cama. Evidentemente Isabella no estaba en mi casa, menos en mi habitación, no gritaba mi nombre y yo nunca llegué a sumergirme en ella.
¡Solo fue un maldito sueño húmedo!
Pero mi erección era tan real que dolía.
La miré alzarse sobre la sabanas blancas, lo toqué, estaba muy sensible, mi mano mandó un calambre a todo mi cuerpo, cerré mis ojos y me imaginé que terminaba aquel sueño de una manera feliz, haciéndole el amor a Isabella Sass mientras ella, solo ella, gritaba ¡señor presidente!
Odiaba tener que masturbarme.
- Buenos días, señor presidente. – ahora no podía escuchar aquello sin pensar en lo que hacía en mis sueños con ella.
- Buenos días Isa.- ¿Isa? Noooo. No teníamos esa confianza.- Isabella. – tenia que aprender a separar mis perversiones de la realidad.
- El señor Blaine ha venido hace unos minutos. Dice que volverá.
- ¿Podrías llamarlo a su oficina y decirle que ya estoy aquí? Prefiero verlo antes que nada. – porque esto me estaba volviendo loco. Vi cuando Isabella se dio la vuelta y por mi mente pasó la imagen de su trasero desnudo y mi mano impactando una nalgada en el.
Entré a la oficina sintiendo todo mi cuerpo caliente, no tenía ningún avance con ella y ya aquí teníamos quince días. Hoy martes, tenia ganas de todo, menos de trabajar. Me quité la chaqueta y también la corbata, no había nada importante, solo una buena pila de documentos por leer, analizar y aprobar.
- Buenos días, señor conquistador. – dijo Arnold en tono cantarían.
- Ey, baja la voz.
- La puerta está cerrada, no seas tan paranoico. – tomó asiento y me miró a la espera de los relatos de mis avances. - ¿Y bien?
- Estoy… en ello. – dije, no podía saber de mis complicaciones o solo se burlaría. – Ya he hecho muchos avances.- mentí.
- ¿Ya han salido? No tardas mas de dos días en llevarte a una mujer a la cama y me refiero a las difíciles, quiero saber todo lo que has logrado. Esto es una apuesta entre los dos, tienes que darme los avances.
- Hoy tenemos una cita. - ¿pero que estaba haciendo? Si ni hablábamos mas allá de lo laboral, nuestras platicas eran muy reducidas y todas eran de lo mismo. Mis miradas no la hipnotizaban, mis palabras le resbalaban y estaba seguro que tenia un mal concepto de mi, por culpa mía.
Para ella, yo era algo así como el CEO perverso, o para ella sería el presidente perverso.
- ¡Muy bien! Creo que ya tienes todo bajo control. ¿A donde la llevaras? Tienes que impresionarla, si es la primera cita, el primer movimiento, debe de ser algo épico.
- Todavía no lo tengo claro, ya lo pensaré; aun tengo mucho tiempo.
Pero Arnold salió de la oficina, las horas empezaron a pasar, Isabella se fue a almorzar y yo seguía con la misma pila de documentos, sin ningún avance, pues había mentido y no tenia ninguna solución a aquello.
Salí de la oficia y me fui al área de comedor, parándome en la puerta y buscándola con la mirada, solo habían dos personas solas allí, ella y Alex. Todo los demás se sentaban con alguien mas.
Cuando varios ojos me observaron, los demás hicieron lo mismo. Ally se apresuró a ponerse de pie y venir a mi.
- Basil, ven. Almuerza con nosotras. – eso podría ser una buena opción, pero no era un buen momento, ahora mi presa era Isa. ¡Isabella!
- Lo siento, en otro momento será. – deslicé su mano de la mía y seguí hasta la mesa de Isabella. – Hola, otra vez sola. – eso era una buena excusa para hablar. - ¿Aun no haces amigas?
- Creo que tienen cupo reducido para sus círculos. – observé a la mesa de Ally y ellas nos miraban. Les dediqué una suave sonrisa.
- Otra vez tienes comida para los dos. – miré su bandeja llena de comida y ella sujetó el tenedor y el cuchillo, para que yo no los tomara, eso me hizo sonreír. Me puse de pie y fui a por los míos. - ¿Puedo?- señalé su bandeja y ella asintió. Comencé a comer. Era hora de dar el primer paso, con cautela.- ¿Qué vas hacer esta noche?
- Lo mismo de siempre. – eso era una respuesta poco completa. ¿Qué era lo mismo de siempre? no sabia por que su voz no denotaba nada. Era muy lineal, sin decir nada en concreto, solo las palabras. Muy directas y llanas.
- ¿Qué es lo mismo de siempre?- ella levantó la mirada y dejó de comer, miró un segundo a los lados y después me respondió.
- ¿Tenemos algo que hacer?- preguntó en tono aun mas serio. – Me había dicho que mi horario podía varias. ¿Hay algo que hacer esta noche?
- ¡Si, si! Eso, es algo laboral. Tenemos que salir a las…- estaba caminando sin ver nada, improvisando. No me agradaba, pero podía resultar. – nueve. Esta noche a las nueve. No tuve tiempo de decirte antes, se me había olvidado pero Arnold, por suerte, vino a decírmelo esta mañana.
- ¿Es alguna reunión o junta? ¿Cuál es el motivo?
- ¿Motivo?- tengo una apuesta con Arnold y debo de llevarte a la cama, pero yo tengo que hacerlo en la mitad del tiempo impuesto, porque si, porque soy yo. – Es una cena con unos japoneses que… - se me iban las ideas. – que quieren ser inversionistas. Han preferido una cena. Una cena elegante. Debes de ir preparada. ¿Necesitas tiempo para organizarte? ¿Quieres salir antes?
- No, solo tengo que hacer una llamada.
- Está bien, ¿puedes darme la dirección de tu casa? Pasaré a recogerte.
- No, no hace falta, puedo llegar.
- Es mejor si te recojo yo, no sabemos a que hora puede terminar, mejor si yo te recojo. Y te devuelvo a tu casa. Insisto.- ella dudó un poco, pero al final aceptó. Terminamos el almuerzo y nos fuimos de regreso a la oficina. Pero ¿de donde iba a sacar los inversionistas japoneses?