EL AVIÓN

2738 Words
Luego del silencio que quedó cuando el piloto terminó con su discurso, quedó el sonido de las explicaciones de las sobrecargo, aunque parecía más un eco que algo a lo que yo le prestara atención. Mordí mi labio inferior intentando reprimir las palabras que estaban apuñalando mi garganta por salir y hablar con ese hombre, sus ojos eran tan misteriosos que yo en realidad estaba hipnotizada con el misterio que lo envolvía. Estaba tan sumida en sus ojos que una extraña ansiedad recorrió mi cuerpo con las ganas de saber e intentar descifrar lo que pasaba por su mente. Y fue la mano de una azafata la que me hizo reaccionar. —Disculpa, debes ajustar tu cinturón de seguridad. Me sonroje porque era evidente que mi distracción había ganado la batalla y estaba tan absorta que no me había dado cuenta que el hombre al fin tenía una medio sonrisa de esos labios que se parecían más bien a la textura de un pétalo de rosa. Quería tocarlos, pasar las puntas de mis dedos por allí, tal vez sentir algo suave por primera vez en mi vida sería genial. Nuevamente esos pensamientos. —Yo… yo —¿cómo le explicaba en frente de ese hombre que no sabía ajustar el cinturón de seguridad del avión? y que por estar mirándolo no había prestado atención a las explicaciones de la sobrecargo. —Yo le ayudo —su voz ya no sonaba molesta como en la cafetería, ahora estaba como ronca, pero sobre todo firme. Sin dilatar, se puso de pie y casi lo tenía en frente, hinco una rodilla en el suelo y sus manos rodearon mis cintura mientras ajustó el cinturón, cuando apretó para que quedara aferrado a mi medida sus ojos me miraban de una forma que nunca nadie me había mirado antes y sentí que el aire dejó de llegar a mis pulmones. Sentí que ese hombre allí podía obtener de mí todo cuanto me pidiera. —Gra... gracias, señor. Pero no dijo nada más, solamente gruño por lo bajo y apretó sus labios con fuerza. —Su mano, ¿Como sigue? —fije mis ojos en la mancha roja— Debe doler. —No, eso no es dolor —lo vi regresar a su puesto y mirar por la ventana. Parecía querer ignorarme y era obvio, pero yo parecía querer que me ignorara porque intente continuar la conversación. —Varias veces me queme con agua y se que debe doler, si usted quiere puedo darle más ungüento. Mi voz era tan ridículamente baja que prácticamente estaba hablando para mi, sin intención de que el atractivo hombre me escuchara. —¿Por qué te quemarías con agua? —su pregunta no la esperaba, tal vez una negativa sobre el ungüento era lo más obvio o un no contundente también lo habría esperado, inclusive que no me respondiera, pero esa pregunta era lo último que yo necesitaba. Por que me llevaría al lugar del que estaba huyendo. Así que hice lo más lógico para mi, baje mis ojos al suelo y no respondí nada, me quedé en silencio mientras sentía que el avión comenzaba a moverse. Tenía algo de nervios por ser mi primera vez volando, pero no miedo, así que cerré mis ojos y me encargue de disfrutar cada pequeño movimiento, cuando el vuelo alcanzó la altura deseada, me dedique a mirar por la ventana, era glorioso ver las nubes desde allí, el cielo se veía tan majestuoso e infinito que me di cuenta que yo no era más que una mínima y minúscula parte en la tierra, que en realidad mi historia era la de muchas y que así que como otras yo tendría que salir adelante. Mirando allí me dí cuenta que mi historia no tendría el final feliz que mi padre leía en los cuentos que me contaba en las noches, simplemente tendría que empezar de ceros a crear un camino nuevo para mi. —Toma —dijo el hombre misterioso mientras me extendía un pañuelo de una tela tan fina y delicada que se sentía como algodón entre mis manos. Era su pañuelo y estaba marcado SS. No me había dado cuenta que estaba llorando, así que lo tome y limpie mis lagrimas, pero no sabía si lo correcto allí sería regresarlo o lavarlo y devolverlo, pero tendría que pedirle su número y entonces él creería que lo voy a hostigar o algo así. Tantos pensamientos tan tontos pasaban a mil por hora por mi cabeza. Y lo veía mirarme sin decir nada, me ofrecieron comida y bebida y más cómoda no me podía sentir. —No me respondiste —cortó el silencio y casi parecía haber cortado la distancia. —Yo no... no hablo de eso —apreté con fuerza el pañuelo y el se fijo en mis manos, que enseguida moví entre mis costados para ocultarlas. Habían marcas allí, marcas que me avergonzaban. Cerró los ojos y el resto del vuelo lo vi dormir, aunque yo intente lo mismo no pude conciliar el sueño, pues la ansiedad por lo que se avecinaba para mi era demasiado grande. No tenía idea de donde pasaría mi primera noche y tampoco sabía muy bien si sería un lugar cómodo, porque no necesitaba que fuese lindo. Simplemente quería que fuese tranquilo y al menos de mentiras y por esa noche, quería que fuese mío. Tres horas después estaba aterrizando en New York una ciudad conocida por no dormir, en realidad fueron 2 horas y 40 minutos de vuelo, pero el tráfico de ingreso y salida del avión fue lo que tomó más tiempo. Tenía algo de pánico de bajarme de allí, pero sabía que era un nuevo inicio y tenía que aceptarlo con lo que viniera. —Podría darme su numero de telefono para regresarle el pañuelo limpio —advertí al joven antes de bajarme, mientras lo veía tomar su abrigo. —No lo necesito, puede quedarselo. Intenté protestar, pero era obvio que para alguien con dinero como él, un pañuelo menos no era gran cosa. Así que sonreí, afirme y tome mi maleta que era realmente más bien algo parecido a una maleta escolar y allí llevaba todo lo que tenía conmigo. Porque no tenía nada más que a mi misma. Baje primero que él y que la mayoría de las personas de primera clase, porque no quería permanecer mucho tiempo allí además tenía que buscar un teléfono público para llamar a la persona que estaba dispuesta a recibirme en esa enorme ciudad. Martina. Martina era algo así como la única amiga que tuve en la secundaría, pero por causa de mis propias decisiones abandone nuestra amistad en nombre del amor y sin embargo era ella la que estaba dispuesta a recibirme sin preguntar nada, sin condiciones, con amor y en nombre de la amistad que un día nos unió. Saque el papel de entre mi bolsillo y marqué. Tenía miedo de que no contestara, porque se podía arrepentir, después de todo no tenía razones más allá de una vieja amistad, para hacer lo que estaba dispuesta a hacer por mi. —Hola. ¿Eres tu Cata? —Mar, soy yo. Acabe de llegar y... —Estoy afuera esperando por ti. Te darás cuenta, solo sal. Eso fue más un chillido que palabras, pero estaba emocionada de que al menos estaba aguardando por mi. Mis pasos ya no se sentían pesados ni aburridos, tampoco tristes o acongojados, mucho menos con miedo o terror, ese terror que sentía antes. Estaba allí y tendría que aprender a disfrutarlo. Cuando mis ojos buscaron en medio de las personas, no fue dificil reconocerla. Rubia de 1.80 de estatura, piernas infinitas y look de diosa. Martina era modelo, una que tenía bastante fama en esa ciudad donde la moda era una especie de ley. —¡Estás aquí! No lo puedo creer. Se abalanzó hasta llegar a mi y me fundió en un abrazo que me apretó hasta el alma, un abrazo que durante años estuve necesitando. —Te aseguro que seras feliz. Será mi misión personal ponerme a la tarea de hacerte feliz. —Mar, esto que haces por mi ya es suficiente. —No lo es, mereces mucho más y ya lo verás. Tengo muchas cosas preparadas para nosotras hoy. Pero lo primero —me miró de pies a cabeza arrugando su nariz con algo de desagrado y podía entenderlo, unos jeans viejos y rotos, con unas chaquetas aún más viejas no eran precisamente equivalentes a su look glam—, será cambiarnos y darte un aire más... luminoso. Como tu. Dimos varios pasos hacía la bahía de taxis y entonces tropecé contra algo parecido a una columna, me aleje un poco y allí estaba nuevamente, ese hombre que allí se veía aún más majestuoso que en nuestros otros encuentros. —Hola —le dije con una sonrisa y tomada de la mano de mi amiga. Nos observó sin ninguna expresión, ni siquiera había desagrado allí. Y lo vi continuar su camino sin responder, mis ojos lo siguieron mientras se subía a un lujoso auto n***o y un hombre cerraba la puerta del mismo. Supuse entonces que un hombre con ese nivel, no continuaría perdiendo el tiempo con alguien como yo. —¿Por qué lo saludaste? —Mar me pregunto inquieta mientras seguiamos caminando a los taxis. —Tuvo un accidente en una cafetería de florida y luego me sentaron junto a él en primera clase por un error en sobre vender sus tiquetes, no lo recuerdo. Es más, me presto su pañuelo —lo saque para enseñarselo y ella miraba aquello como un trofeo. —¡m****a, Cata! —dijo con súbita emoción en su voz— Esto es mucho más de lo que una mujer en este país y en le mundo me atrevería a decir, ha logrado obtener de ese hombre —dijo mientras tomaba de mis manos el pañuelo. Lo miraba como si fuese el objeto con más misterios sobre la faz de la tierra. El camino en taxi, fue largo, pero al llegar me di cuenta que había valido la pena cada segundo. Pero al mismo tiempo sabía que tenía que buscar rápidamente un lugar propio, no podía quedarme en un lugar tan lujoso y costoso como ese, sería una carga más para Mar. —Y antes de que sigas haciendo películas extrañas en tu cabeza, quiero que sepas que no te tienes que ir. Podemos vivir perfectamente las dos y no necesito tu dinero, al menos hasta que seas un adulto estable en esta ciudad. —Mar, no puedo aceptar, te prometo que tan pronto como tenga un trabajo, buscaré mi propio espacio. Además que yo te... —Cata, estabas demasiado vulnerable cuando todo pasó, no puedo juzgarte ni señalarte, porque no eres culpable de toda esa m****a y solamente tenía que esperar a que despertaras de semejante pesadilla —me abrazo—. Aunque no te puedo negar que incontables noches tuve miedo de que no salieras de allí... con vida —su voz se quebró y me di cuenta que no me había equivocado cuando en la primaria y parte de las secundaría Martina había sido mi mejor amiga. —¿Cómo sabías? —Mi madre, Cata. Mi madre siempre me contaba todo, durante todos estos años separadas, la llamaba todos los días y preguntaba por ti, no hubo un m*****o día que no hiciera esa llamada con el terror de obtener una noticia que no sería capaz de soportar. —Mar, no tengo como agradecerte. —¡Claro que si lo tienes! Vamos a festejar que llegaste a la libertad —gritó y señaló la inmensidad del lugar en el que estábamos. Tome una ducha rápida y luego de 4 horas de cotorreos y ponerme al tanto de su día a día. Salimos a buscar un lugar para bailar, según Mar me llevaría al mejor lugar de la ciudad. La música parecía vibrar y meterse por debajo de la piel, y tu sangre parecía correr con mucho calor por entre las venas, el lugar estaba lleno, las personas bailando desenfrenadamente, bebidas y besos por igual, aquello era para mí como una escena de una película. Estaba hipnotizada por el movimiento rítmico de las luces que más parecían bailar con la música que acompañarla. —Ven, nosotras estaremos por aquí —Mar tomo mi mano y me llevó a una zona con menos personas, pero que se veían aún más adineradas que mi propia amiga. La vi saludar a muchos y a todos me los presento, para todos allí yo era su hermana y aquello me causaba demasiada risa y curiosidad. —¿Por qué dices que soy tu hermana? —Porque eso siempre has sido. No lo olvides nunca —beso mi frente y aunque los tacones me tallaban un poco, no se sentía tan mal por primera vez mirar el mundo desde un lugar un poco más alto que desde aquel sótano maloliente que era mi vida antes. —Voy por unas bebidas, ya regreso. Me quedé en esa mesa rodeada de gente que no conocía pero que era realmente amable conmigo. Con todos pude tener una conversación sobre cosas diferentes a mi vida, mi pasado o lo que yo hacía allí. Era como si aquello no les importara y solo hubiese cabida para conversaciones agradables sobre la ropa, la música, la comida, la diversión o el sexo. 5 copas más adelante podía sentir mis mejillas más calientes de lo que estaba la temperatura en el ambiente. —Mar, voy al baño. —¿Te acompaño? —me pregunto tomando mi mano, mientras un chico igual de atractivo que ella, intentaba abrazarla por la cintura. No quería interrumpir aquello así que negué con la cabeza rápidamente. —Estaré bien, lo prometo. Me tambalee un poco, pero logre llegar al baño un ligero ataque de risa me dio cuando me di cuenta que era libre, entonces salí de allí y apoye mi frente contra la fría pared negra. Pero unas manos grandes y firmes rodearon mi cintura, me tense y asuste, pero aquello se sentía tan delicado que no tuve miedo, agudicé mis sentidos y mi corazón se aceleró aún más. Ese olor, era él. Era imposible que estuviese tan ebria como para estar imaginandolo. —Luces tan frágil, pero provocas tantas cosas perversas en mi —estaba susurrando en mi oído y yo estaba allí como clavada al suelo—. Si tan solo me dejaras jugar una noche te demostraría que... —No soy un juguete —no tenía idea de dónde había salido tanta valentía, tal vez por el alcohol o el cansancio de que fuese tratada de esa forma durante años. —No dije que eras un juguete, dije que me gustaría jugar. —No quiero jugar. Estaba derretida entre sus manos, eso no lo podía negar, pero tampoco quería sentirme doblegada nuevamente, no así, no tan dominada como si lo que yo quisiera no importara en absoluto. —Tu perfume es como veneno. —Entonces debe alejarse, el veneno mata. Gruño y sonrío, todo aquello en mi oído, como un suspiro o un susurro, solamente podía sentirme caliente, como si hubiese aguantado un invierno por mucho tiempo. —Ya no estamos en el avión, aquí puedo besarte y provocarte tanto como tu me provocaste allí. —Yo no provoque... —Shhh Giro mi cuerpo mientras me tomaba por la cintura y me beso, mis labios temblaban enredados entre los suyo, era como si la sensualidad y la delicadeza me estuviesen contaminando, nunca nadie me había besado así y yo simplemente quería creer que estaba soñando. —Cata ¿estás bien? —en medio de la oscuridad podía escuchar los alegatos de Mar. —¡m****a! estaba rogando porque te dejaran sola —soltó el aire con fuerza y rabia—. Adiós... Catalina —mi nombre en su voz se oía tan sensual que contuve un gemido que no sabría como explicar. Me acerque a Mar que me informo que iríamos rumbo a una fiesta privada, pero le dije lo cansada que estaba y me entregó una copia de las llaves del apartamento, Al llegar me lance sobre la cama de la habitación de invitados que ahora sería la mía y cerré los ojos mientras pasaba los dedos por mis labios, recordando, ensoñando y queriendo creer que todo eso fue real.
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