TE AMO.
—Jessica, te amo.
—Te amo, Steven. Prométeme que nunca me vas a dejar.
—No tengo razones para hacerlo.
—¿No crees que estamos demasiado jóvenes? —sus ojos eran tan misteriosos. Pero los amaba.
—Si, pero eso no significa que no te ame. Tampoco significa que lo que siento por ti no sea real o imposible.
Sus labios se pegaron a los míos de una forma tímida y cariñosa, como todos los besos que nos dábamos día tras día, luego de la escuela. Una escuela elitista y clasista en la que yo estaba porque mi madre, que siempre será la mejor del mundo, me había logrado meter y yo tenía una beca completa por mi esfuerzo.
Por su puesto que para muchos allí, yo no era nada más que un infiltrado, un colado, un metiche, pero sobre todo era un don nadie. Me lo repetían todo el tiempo, me lo gritaban, me lo escribían, lo dejaban claro cuando llenaban mi casillero de pintura o cuando se llevaban mi ropa en las duchas luego de los entrenamientos.
Todo fue de mal en peor, cuando mi rendimiento académico era el mejor y aún más cuando mi desempeño en los deportes me hizo el favorito de los entrenadores. Demostrando así que no es necesario tener dinero para resaltar o sobresalir, es necesario el talento y las ganas. Aunque claro, eso no era un impedimento para que muchos papas con dinero hicieran "donativos" al colegio para que sus hijos pudieran figurar en los partidos a pesar de que tenía que ser yo el que les salvara el t*****o cuando iban llevando el partido en perdición completa.
La situación se puso aún más compleja cuándo en mi último año, me enamore. Me enamore perdida y locamente de la niña más linda del colegio, apenas un año menor que yo, la sonrisa más pura y tierna, los ojos más dulces, el pelo de un ángel y la personalidad más arrolladora que jamás había conocido.
Sus padres por supuesto que tenían dinero, tal vez era la persona con más dinero en todo el colegio y no solo dinero, apellido y nobleza. Lo digo por títulos nobiliarios.
Y mi sorpresa fue enorme cuando durante los almuerzos, que por obvias razones yo siempre tomaba en soledad, ella se acerco a mi. Y yo no podía creerlo.
Estaba sentado en la mesa de siempre, comiendo lo que mi madre me enviaba, porque no podía gastar en lo que valía el almuerzo de la escuela y la vi acomodarse frente a mi.
—Hola —escuche su saludo, la mire fijamente y no le dije nada, no conteste su saludo, simplemente decidí seguir en lo mío—. Te he escuchado hablar, ¿por qué no me contestas el saludo?
Volví a mirarla con algo de curiosidad, pero tampoco dije nada. Bebí un poco de agua.
—¿Por qué eres grosero conmigo? —su insistencia me cansó.
—¿Qué quieres? ¿A qué vienes? ¿Y qué puede necesitar una niña rica como tu, de alguien como yo? —en realidad no estaba preguntándole nada, la estaba atacando porque quería que se fuera y me dejara en paz, me había acostumbrado tanto a la soledad que cualquier persona que se me acercara era porque quería reírse de mí o hacer una mofa de mi condición social, muy inferior a la de ellos.
—Yo... creo que no debes ser tan grosero conmigo. Quiero conocerte, te he visto en las olimpiadas matemáticas y eres bueno, a mi también me gustan las matemáticas y eres buen deportista —sonrió ampliamente sin quitar sus ojos de los míos, se veía tan hermosa y honesta que me relaje por un microsegundo. Pero luego me puse nuevamente mi escudo—. En realidad, te he observado desde hace un tiempo y me gustaría...
—¿Qué? jugar conmigo. Es un experimento en el que te metes con el becado, para conocer su mundillo —dije sarcástico guardando las cosas de mi almuerzo, porque se me quito el apetito—. No, ya se. Es una apuesta con tus amigos ricos, haber si caigo en tus encantos.
La vi hacerse pequeña en su lugar, era como si le hubiese lanzado un balde con agua helada.
—No, Steven. Yo, enserio quiero... yo
—¿Te sabes mi nombre? —pregunte extrañado.
—Si, como te dije yo quiero conocerte y sé que muchos aquí te molestan, pero yo no soy como ellos. Lamento que pienses eso de mi, pero me queda claro que eres como ellos —señaló a nuestro alrededor.
—No lo soy —le dije molesto.
—Si lo eres. Eres prejuicioso y juzgas sin conocer, no me das ni una oportunidad y eso te hace igual que ellos.
Se veía lastimada, me fije en su rostro y luego en sus manos, traía algo que estaba apretando con fuerza, volví a mirarla y ahora parecía molesta.
—Te traía esto —dijo en un hilo de voz y estiró sus manos.
El paquete quedó sobre la mesa y mis ojos viajaban de su rostro a los dulces.
—Todos aquí me han tratado muy mal desde el primer día y ya van 12 años aquí. Espero que entiendas porque no soy amable.
—Lo sé. Pero no tengo la culpa, es que soy cobarde y se que este año te gradúas y yo no quería que te fueras de aquí sin conocerte, sin decirte que me...
Se sonrojó y eso solo hizo que se viera más hermosa de lo que en realidad era. No pude evitar secundar y eso pareció darle algo de esperanza.
—¿Cómo te llamas? —le pregunté, intentando ser amable y que sus mejillas dejarán de verse de esa manera.
—Jessica, Soy Jessica de Villarreal.
—Soy Steven, Steven...
—Sánchez —dijo mi apellido rápido y orgullosa de saberlo. La mire algo extrañado y no supe qué decirle—. Lo siento, como te dije yo... llevo un tiempo... ya sabes admirando, tu tenacidad y tu desempeño y tu... tu cara también —sonrío y se mordió el labio—. Si, tu cara también la admiro mucho y soy una tonta por seguir hablándote a pesar de que me dijiste que no y... es que me gustas Steven.
Me incliné hacia atrás y mi cara debió ser terrible, porque la vi ponerse un poco pálida, sus ojos se cristalizaron y sin pensarlo demasiado se puso de pie y me dio la espalda alejándose del lugar. La seguí todo el camino hasta la salida y me di cuenta que iba con la cabeza inclinada hacia abajo. Una niña tan linda debe caminar con la frente en alto, fue lo que me dije.
Y tal vez ese fue el impulso que me hizo salir tras sus pasos, cuando estábamos en el pasillo la detuve.
—Lo siento, yo...
—Esta bien, entiendo que no soy tu tipo, que no te gusto, ni siquiera sabías de mi existencia, Steven —estaba lastimada, sus ojos estaban completamente acuosos.
—¿Por qué yo? Es que es difícil de creer.
—¿Por qué no? —se acomodo su saco y miro hacía el techo.
—De acuerdo, te creo. ¿Qué sigue? —me miró y yo estaba sonriendo, una sonrisa que ni yo entendía. No sabía porque la tenía en mi cara, porque aquello era realmente increíble. Pero estaba pasando.
—Hoy tienes entrenamiento, podemos ir por un helado cuando acabes.
—¿Te sabes mi horario?
—Si —se avergonzó nuevamente.
—De acuerdo, después de clase por un helado.
Nos quedamos mirando por breves instantes y fue la campana la que nos hizo volver a la realidad, estaba feliz. Luego de tantos años en ese colegio, soportando idiotas tras idiotas esa niña llegaba y me daba un poco de fe en la humanidad. Tome mis siguientes tres clases y dirigí mi rumbo al campo de entrenamiento, allí dejé mis cosas en la banca lejos de las de mis compañeros, pues ellos siempre las pisaban o las lanzaban a un lugar muy muy lejano y entonces la vi, estaba en las gradas.
Estiro tímidamente su mano y me saludo, correspondí lo mejor que pude y luego comencé a conectar cosas.
Recordé perfectamente que cada entrenamiento veía a una chica sentarse en las gradas y mirarnos desde que empezaba hasta que terminaba. Excepto los días de lluvia que por supuesto, ella se iba. Pero nunca le di la importancia, ni me fije en su rostro, ni en nada de lo que pudiese significar, porque además siempre creí que era la novia de alguno de mis estúpidos compañeros.
—Quiero que la práctica de hoy, sea como un juego. Y vamos a ganarlo —nos informó el entrenador, pues estaba por acercarse la temporada de reclutamientos y becas. Y aunque mis compañeros no necesitaran las becas, yo si, pero adicional a eso también se necesitaban buenas calificaciones y buen desempeño en algun área. Mi meta era ganarles a todos y debía entrenar cada día mejor, sin descuidar mis notas, mi empleo, a mi madre y en general nada.
La práctica fue agotadora y desgastante, pero como siempre obtuve las mejores referencias de mis entrenadores. El problema con mis compañeros era que tenían todo en sus manos para lograr sus sueños y por eso daban cada cosa por sentado, no temían a perder sus privilegios o un cupo en la universidad, mientras que yo tenía que esforzarme el triple para lograr mis metas.
—¿Algún día dejaras de ser tan ñoño? —me gritó uno de ellos, el que era el capitán del equipo, porque p**i había donado mucho dinero para nuestras canchas.
—Mira, Fernando es nuestro último año, en serio no es necesario que hagas esto.
—¿Tienes miedo?
—¿De qué podría tener miedo yo?
—No se, tal vez de que mi padre haga otra donación y los directivos decidan secarte del equipo. Después de todo tu apellido no le presta peso a nuestro colegio.
—Mi apellido no, eso es cierto. Pero cada anotación que hago si. Y adivina que, Fernando, los puntos no se ganan con dinero, se ganan en el campo y tu no haces anotaciones ni aunque el campo estuviese vacío.
Escuche varias risas de sus amigos, porque ellos sabían que lo que yo decía era verdad.
—¿Qué te molesta? Que ni siquiera tus amigos pueden refutar lo que acabo de decirte. Puedes meterte el dinero de tu papá por donde quieras, pero déjame en paz. Yo vengo y hago lo que tengo que hacer, no más. No me meto contigo, no te metas conmigo.
—Te voy a arruinar, Steven. Eso te lo juro, no voy a descansar hasta acabar contigo y tampoco voy a permitir que entres a una universidad de élite.
—Haz lo que quieras.
Me fui de allí y mis puños estaban blancos, sin embargo decidí tranquilizarme. Y una ligera sonrisa rondó mi rostro cuando la vi esperándome frente a mi moto. Una muy humilde y restaurada moto clasica.
—No creo que sea buena idea. Si tus padres...
—Muero por subirme en esa moto. Por favor.
Solo pude sonreír y entregarle mi casco, pues no tenía otro, no tenía nadie con quien rodar en la moto y mi madre la odiaba. Justo cuando estaba por arrancar sentí un fuerte tirón y el grito de Jessica.
—¡¿Qué haces?! —grito exasperada, me baje para mirar lo que sucedía.
—No voy a permitir que te vayas con este mentecato.
—No es problema tuyo con quien y a donde voy.
—¿Y tu madre? —Yo solo estaba allí observando y escuchando, presto a actuar en caso de que se metieran con ella, pero cuando Fernando mencionó a su madre, me di cuenta que la afectó. Todos nos quedamos en silencio esperando la respuesta de ella.
—Vete a la m****a, Fernando.
Volvió a colocarse el casco y se subió a la moto, Fernando se acercó un par de pasos y me reto, me quede firme sin moverse y sin un mínimo de expresión en mi rostro.
—¿Nos vamos, Steven? ¿O te vas a ir de picos con Fernando? —no esperaba esa actitud, pero fue divertido, me quede quieto y afirme con mi cabeza.
Arrancamos a una velocidad moderada y sin rumbo fijo. La lleve a un lugar que me gustaba por sus postres y allí pedimos de comer sin decir nada en ningún momento.
—Gracias —le dije a la mesera que me sonrío coqueta.
—No hay de qué, me puedes agradecer con tu número.
No supe qué decir, solamente me quede con la boca muy abierta, porque nunca había tenido que enfrentarme a una situación de este tipo.
—¿Qué no ves que viene conmigo, estupida? —la voz de Jessica era de terror y mis ojos miraron los suyos que estaban encendidos en rabia— Es mi novio, mío, está conmigo —dijo tomando mi mano y mirando a la chica despectivamente. Luego simplemente se paró de su lugar y me beso.
Jessica me beso, fue un beso extraño, porque aunque no era la primera vez que yo besaba, si era la primera vez que estaba tan distraído y no sabía exactamente cómo hacerlo.
La mesera se alejó y Jessica se quedó muy cerca de mí, su rostro a pocos centímetros del mío.
—Lo siento, es que...
—Me gusto, no tienes que lamentarlo —le dije sin quitarle los ojos de encima y con una amplia sonrisa.
Una sonrisa que ella me respondió y que desde ese día no me abandonaba, su sonrisa, su mente, su cuerpo, su todo. Ella se había convertido en mi todo, en pocos meses y en una profundidad que no esperaba.
—Hijo ¿vas a cenar conmigo? —mi pobre madre estaba en el total abandono y aunque ella sabía que era por una chica, no decía nada. Amaba a mi madre por sobre todas las cosas.
Cuando mi padre murió fue ella la persona que me levanto, hizo miles de trabajos y esfuerzos por no dejarme sin lo que mi padre nos daba, algunas noches eran dolorosas, sus manos tenían ampollas por limpiar, sus pies hinchados por los largos turnos de pie, pero siempre esa sonrisa y nunca hubo una queja de su parte. Así que cuando me habló, me di cuenta que no merecía que yo la dejara sola y creí que era el momento de que Jessica conociera a mi familia, porque mi madre era lo único que yo tenía.
—¿Puedo traer compañía? —pregunte desde mi habitación, dubitativo.
—Si, pensé que nunca la traerías —respondió divertida.
—¿Cómo sabes que es ella y no él? —pregunte divertido esperando su respuesta.
—Tienes razón, entonces simplemente esperaré a tu acompañante gustosa —y por eso es que mi madre era simplemente la mejor, me apoyaba en todo y odiaba los prejuicios.
Le envíe un texto a Jessica, que respondió enseguida y emocionada, confirmo y solo tuve que pasar por ella a su casa. Lo que me pareció extraño, pues sus padres aún no sabían que tenía novio y menos que era el becado de la escuela. Y cuando mis ojos llegaron a la enorme propiedad, sus también enormes orangutanes protectores me miraron como un bicho raro.
—Soy amigo de...
—Si, ya tenemos orden de que sigas.
Me dejaron entrar al tremendo palacio, que no podía comparar con nada, porque nunca había entrado a un lugar así. Estoy seguro que parecía un bobo mirando todo, pero era impresionante para alguien como yo, en ese momento dos pensamientos se cruzaron por mi cabeza. ¿Qué podía ofrecerle alguien como yo a Jessica? y ¿Qué hacía Jessica con alguien como yo?
—¡Llegaste! —dijo expectante y bajando por las escaleras, en un sencillo y lindo vestido blanco de verano.
—Si, yo... creo que no es buen idea ir a mi casa, ya sabes que bastante pequeña comparada con...
—No digas eso, yo estoy feliz por conocer a tu madre —sonrío y me tomo de la mano, no me dio tiempo de decir nada más porque enseguida salimos del lugar y en menos de una hora estábamos en la puerta de mi casa.
—No le traje nada a tu madre —dijo asustada, ni siquiera se había percatado del barrio en el que estaba y de la diferencia en tamaño de nuestras casas. Sonreí por dentro, pero no quería cantar victoria aún.
—Estoy seguro de que se pondrá feliz de conocerte.
—Tengo nervios —dijo sin quitar sus ojos de la puerta, me soltó la mano y retrocedió —¿Y si no le agrado? ¿Y si...
—Primero debes conocerla.
Entonces la puerta se abrió y mi madre con su delantal rojo de cocina venía sonriente y con una bandeja en la mano.
—Al fin, sigan, sigan. Se va a enfriar todo lo que prepare.
Le dio la mano a Jessica y sonrieron todo el tiempo, se saludaron como grandes amigas y le ayudamos a poner la mesa, Jessica estaba entusiasmada y feliz, estuve observando y detallando cada una de sus acciones y en ningún momento se fijó en la casa, siempre atenta a mi madre o a lo que yo decía. Y creo que fue allí cuando me enamore, o termine de enamorarme. Me di cuenta que ella estaba conmigo por mi y nada más. Era como un ángel, porque el que tenía que trabajar diez veces más si quería darle el lugar que tanto se merecía, un lugar como en el que vivía.
Hablamos hasta que la noche se hizo muy tarde y mi madre estaba agotada. Ayudamos a dejar la cocina organizada, aunque ella no tenía idea de lo que se debía hacer, pero ayudo.
—Debo llevarte a casa, vamos. No quiero que tengas problemas.
—Steven yo... yo dije que estaba en casa de una amiga y no tengo que regresar.
No esperaba aquello y tampoco sabía como tomarlo, es decir, me agradaba la idea de que se quedara conmigo, pero había mentido. Había mentido sobre mi y sobre lo que estaba haciendo.
—Es solo mientras te conocen y se enteran que tengo novio —dijo, advirtiendo mis pensamientos.
—De acuerdo, vamos arriba y organizo mi habitación para que duermas allí y yo dormiré aquí abajo —me di cuenta que mis palabras no fueron de su agrado en lo absoluto, pero seguí con mi plan.
El problema fue al entrar a mi habitación, la recorrió toda mientras yo organizaba la cama. Pero fue el sonido de la puerta lo que me sorprendió.
—¿Qué sucedes? ¿Por qué cierras?
—Steve, yo quiero pasar la noche contigo. Quiero que...
—No, Jessica —fui tajante y la vi retroceder, su labio inferior temblaba y me di cuenta que lo había arruinado—. Espera, no quise decir eso. Me refiero a que es una gran decisión para ambos y no creo que sea justo contigo que suceda aquí.
Se quedó sopesando mis palabras y sonrío.
—Tienes razón, pero es que yo te d***o —se estaba balanceando sobre sí misma de una forma muy tierna.
Mis labios se sentían secos y necesitados por ella, era una confesión que yo me hacía en las mañanas bajo el agua fría, para aplacar mis hormonas y no siempre obtenía el resultado deseado, pues muchas veces mi imaginación volaba más de lo necesario.
—Y yo a ti, pero las cosas debemos hacerlas bien.
—De acuerdo, pero ¿podemos dormir juntos?
—Dormir —le dije en advertencia.
Nos acostamos en mi pequeña cama, allí en medio del silencio y la oscuridad, nos abrazamos y nos dimos un tierno beso que luego se volvió un poco más indecente, mis manos rodaron por sus muslos que estaban descubiertos y se colaron por el ruedo de la camiseta que yo le había prestado para dormir. Acaricie sus senos y ella mi mie,mbro.
Pero me detuve, cuando estaba a punto de quitarle la ropa.
—Steven, por favor.
—Así no, Jessica. Mereces más.
—Quiero que sepas algo —me quede esperando a que continuara—. Yo... yo soy virgen y si quiero estar contigo es porque quiero que seas el primero. No importa si mañana ya no estamos juntos, yo te amo y quiero que seas el primero.
Entonces de todo lo que dijo, que era sumamente importante para mi, en mis oídos solo se escuchaba "te amo". Eso fue todo lo que necesite escuchar para darme cuenta que mi primer amor era Jessica y que nada me la iba a arrancar del pecho. Nada.
—Yo también te amo.
—Steven, tu...
—Escuche muy bien lo que dijiste y yo también te amo, Jessica.
Sus ojos se cristalizaron levemente, metió su rostro en mi cuello y me abrazo. La amaba, amaba a Jessica con todo lo que tenía para amar, era mi adoración y si quería seguir con ella, debía sacar todo mi talento para lograr tener tanto dinero como sus padres tenían y entregarle lo que ella en realidad se merecía.