Su mano estaba apoyada en mi cuello, no necesitaba apretar, no necesitaba hacer fuerza. Estaba excitada.
Al principio sentí un terror llenarme los pulmones y por fracciones de segundo creí ver el rostro de Antoni. Pero cuando sus besos fueron la respuesta al miedo que había en mis ojos, una marea de calma acarició mi piel y me sentí tan tranquila que deje que fuese la excitación la que dominará.
No tenía idea de en donde estaba, porque todo el camino dentro del auto de Steven, estuve encima suyo besándolo y acariciándolo y dejándolo tocarme.
El tono de reclamo que percibí en el club no estaba, le había dado paso al silencio y al desenfreno.
Podía ser un hotel, su casa o la mía.
¿Qué importaba?
Yo lo quería y él también. Pudo ser en el baño del club y no le habría dicho que no.
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