Dos semanas después y no había vuelto a ver a Catalina, la erección era dolorosa de pensar en lo último que había pasado y luego simplemente desaparecía cuando recordaba también, la forma absurda como moe había comportado con ella. Aunque no es que existiera un sentimiento de arrepentimiento en mi, pero me estaba costando aceptar que había perdido a una chica por culpa de mi propia boca, justo cuando no quería soltarla aún. No era lo mismo sacar corriendo de mi vida y de habitaciones de hotel a chicas impertinentes que se obsesionaban con una o dos folladas, que a Catalina, que la había metido en mi propia cama y en mi vida. Habían factores innegables, en este asunto. El primero es que verla con mi ropa puesta fue enternecedor y sumamente excitante, porque sabía que debajo de esa ropa a