—Dame tus manos. —Déjame descansar, por favor. —No. Te lo advertí. Te dije que te comportarás, solo tenías que ir directo a tu casa, comer bien y no, tu fuiste y te pusiste en riesgo —le di un beso y ajuste el nudo con fuerza. Sus manos estaban atadas a su espalda y sus tobillos se unión al mismo nudo elevándose por sobre su lindo t*****o. Cuando la liberará luego del orgasmo, su sangre llegaría con fuerza a sus extremidades y se iba a desmayar sobre mi cama. —No soy una niña. —No actúes como una y cuida de ti. —Hago lo mejor que puedo ¡AH! —la acababa de penetrar con mis dedos. —Nunca hagas lo mejor que puedes, siempre haz hasta lo imposible. Mis dedos estaban incontrolables en su humedad y ella era todo lo que yo quería en ese momento, íbamos por nuestra tercera ronda de sex