Jessica no pudo regresar a la escuela, sus padres habían dejado de pagar y ella estaba allí sin nada que hacer en casa, mientras que yo terminaba con mis primeros créditos y trabajaba durante las noches. Noches frías y dolorosas lavando autos, sirviendo cafés, lavando retretes. No importaba lo que tuviese que hacer, con tal de tener dinero y poder tener un servicio de salud decente para Jessica.
Ella lo merecía y yo me había hecho una promesa.
Mi madre por supuesto que casi se vuelve loca cuando le contamos, lloró, me golpeó, me gritó, me dijo que había sido un estúpido y luego nos abrazó y dijo que éramos valientes por tomar una decisión de tal magnitud. No dudo en brindarnos su brazo y apoyo. Tanto así que ella misma nos ayudó a organizar el sótano de la casa como un mini apartamento para que Jessica y yo pudiéramos tener la intimidad que una familia requería, acompañaba a Jessica a los controles cuando yo estaba estudiando o trabajando y cocinaba los antojos de mi amada novia.
—Tu madre es un ángel.
—Lo sé, siempre lo ha sido.
—Extraño a los míos. Se que parecen malos, pero ellos...
—Están dolidos, los defraudamos hermosa. Pero te aseguro que vamos a hacer que se arrepientan, que vuelvan a confiar en nosotros y que vean que nos levantamos de las cenizas. Estoy trabajando muy duro para que no te falta nada, ni al bebé.
Sus besos eran como un bálsamo para mi, con cada uno yo sentía que tenía el mundo en mis manos.
Faltaban pocos meses para que entrara de lleno a la universidad y el pánico se estaba apoderando de mí, si bien no era demasiado lejos, dos horas de distancia nada más, sabía que aquello podía ser dificil para Jessica que estaba acostumbrada a pasar todo el tiempo junto a mi. Había decidido terminar sus créditos de la preparatoria en línea y aunque eso no era lo que ella había soñado se estaba esforzando por lograrlo, pero al mismo tiempo era algo que la tenía sumida en una tristeza que yo no podía consolar.
Los meses pasaban y con ellos la barriga de mi hermosa novia se iba hinchando, mis pies y manos también, el trabajo era demandante y doloroso. Estaba cansado, los primero días de universidad, trabajar, llamar a Jessica, estar pendiente de todo era una rutina desgastante pero al menos yo, creía que lo estaba logrando.
Mi madre me decía que veía a Jessica cada vez más triste, pero que cuando hablaba conmigo cambiaba. Yo regresaba a casa cada viernes y me devolvía cada lunes a la madrugada, era aún más agotador, sin embargo no me importaba, tenía mis prioridades muy claras y aquello no iba a cambiar.
Al menos eso tenía en mente, hasta que la carga académica empezó a absorber poco a poco mi tiempo, cada vez tenía menos horas para todo y dormía pocas noches completas. Durante un par de fines de semana no pude visitar a Jessica y eso nos había hecho distanciar y pelear, no era lo que quería. Pero si no trabajaba, no podría pagar la habitación de hospital que ella requería y merecía.
—Steven, estoy cansada. Llevas un mes sin venir y me siento sola, estoy abrumada, mis compañeras se graduaron y su ceremonia y... —estaba llorando demasiado y no sabía cómo consolarla.
—Hermosa, te prometo que en menos tiempo del que imaginas estaremos en grecia descansando en un excelente hotel. Se que la distancia es dificil, pero Jessica todos estamos haciendo sacrificios para que más adelante podamos pasar mucho tiempo juntos, te lo prometo.
—¡No quiero! Esto no es lo que quiero para mi —me dijo entre lágrimas, el llanto la estaba sobrepasando—. Estoy cansada, la barriga me pesa, te extraño, extraño mi cama, extraño mi vida, extraño mi libertad, me siento encerrada aquí.
Me quede en silencio y tal vez fue mi mas grande error, porque no debí dejarla sin decirle nada, pero tampoco sabía muy bien cómo manejar la situación, era un crío menor que ella por tan solo un año. Y estaba tan cagado de susto como ella y tan cansado como ella.
—Hola, mamá.
—Hijo, ¿cómo estás?
—No muy bien, sabes que Jessica...
—Esta muy triste, te extraña, sus amigas la llaman y no contesta siente vergüenza y...
—¿Vergüenza? —no podía creer aquello, así no era Jessica, ella no sentía vergüenza. Ella estaba feliz por nuestro bebé, por la familia que estamos por formar.
—Hijo es normal, debes comprender un poco. Ella está abrumada, son demasiados cambios, entiende que viene de un mundo muy diferente al nuestro y ahora está realmente sola, sabes que tengo que trabajar para tu universidad y tu estas lejos, además trabajas y estudias y ella...
—¿Qué debo hacer? Hago hasta lo imposible, cada trabajo que se ofrece lo tomo y no paro de estudiar mientras trabajo, dentro de mi gorra siempre esta su foto y yo...
—Si puedes venir este fin semana sería ideal, falta poco para que llegue el bebé y tal vez ella solo necesita un poco de apoyo.
—Yo también estoy cansado —necesitaba a mi madre.
—Lo sé, pero fue decisión de ambos y deben asumir las consecuencias, esto es lo que pasa cuando tienes un bebé. El mundo cambia y ya las cosas dejan de girar en torno a ti y...
—Lo sé, lo sé. Nunca creí que iba a ser fácil, pero... no quiero que mi relación con Jessica cambie, ella es todo lo que amo y sin ella...
—O con ella debes salir adelante, yo pude sin tu padre y estoy segura que Jessica te ama en igual proporción.
Las palabras de mi madre fueron un buen consejo y eso me ayudó a poner más esfuerzo en mis actividades diarias. Esa semana complete mis exámenes de manera exitosa, mis entrenamientos, mi trabajo y de regreso a casa me sentía feliz y satisfecho de tener el deber cumplido. Aunque iba a perder turnos de paga extra, tenía que sentirme en familia.
Cuando llegue a casa y la vi, su barriga tan crecida y ese brillo en sus mejillas, eran todo lo que yo quería ver. Mi sonrisa y la suya se expandieron por completo, se lanzó a mis brazos y me beso, me abrazo, me dejó saber cuando me había extrañado y esa noche a pesar de la dificultad del tamaño de la barriga, pude hacerle el amor y disfrutar de su calor, ese que en las noches de universidad no me acompañaba.
Usualmente estaba trabajando o estudiando.
—Tienes muchas ojeras.
—Lo se, no es fácil dormir.
—¿Muchas fiestas? —creí que estaba siendo sarcástica, pero parecía hablar en serio y eso me molesto.
—Tengo tres trabajos, estudio y entreno. No tengo tiempo para eso.
—Lo siento, no quise... es que tengo miedo de que conozcas a alguien mejor que yo y sin esta barriga enorme.
—Eso nunca va a pasar —empecé a dejar un camino de besos en su barriga y subí por sus pechos, su clavícula y llegue a sus labios—, eres lo que más amo en la vida y esta enorme barriga es lo que más amaré cuando llegue a nosotros. Ustedes son todo lo que tengo y todo por cuando me desvivo. No digas cosas que no son.
—Steven, si las cosas cambian...
—No tienen porque cambiar, te prometo que esto es temporal, solo debes tener paciencia, hermosa.
—¿Siempre sere tu hermosa?
—Siempre.
—¿Sólo yo?
—Solo tu y esta bebé hermosa.
Luego de ese fin de semana las cosas mejoraron entre los dos y el tiempo se iba acercando, hasta que recibí la llamada de mi madre, estaba en medio de una clase y sin medir prudencia acelere el auto hasta el fondo para poder llegar a los brazos de Jessica, estaba en la habitación de lujo que se merecía, con atención de primera. Y sus lágrimas eran delicadas y el llanto ahogado.
—Hola princesa —Bese su frente.
—Estoy cansada —lloró sobre mi hombro y la vi refugiarse en mi.
—Lo sé, lo sé. Pero te prometo que luego de esto estaremos los tres.
Fueron casi 10 horas de parto y todo salió mejor de lo que esperaba, en casa la cuna y las cosas del bebé ya estaban listas, me había encargado de que nada le faltara a ninguna y mientras mecía a la pequeña en brazos Jessica dormía tranquilamente.
—Solo puedo ausentarme una semana de la universidad y los trabajos —le dije mientras entrabamos a nuestro "apartamento" en el sótano de la casa de mamá.
—No me puedes dejar sola con todo esto —me dijo con su voz llena de pánico.
—Mi madre se va a tomar sus vacaciones, sus primeras vacaciones en 10 años y va a estar contigo por dos meses. Te prometo que vendré cada fin de semana. Pero no peleemos, no es bueno para la bebé.
La semana se paso volando y mi felicidad parecía estar completa, antes de irme de la universidad había publicado parte de mi trabajo gráfico para un concurso en una revista, sin decirle a nadie, y había salido ganador. Tendría que elaborar una historieta para ellos y recibiría el p**o como si fuese un profesional. Lo que me daría unos buenos días de vacaciones y empezaría a enriquecer mi perfil profesional.
—No te vayas, por favor —su voz era una súplica, pero yo tenía que regresar.
—Jessica, te prometo que en menos de lo que piensas estaré aquí.
—No te vayas, porque no podré con esto sola.
—Si me quedo pierdo el trabajo, el estudio y todo por lo que debemos luchar para salir de donde estamos. ¿Lo entiendes?
—¡¿Por qué todo se trata de ti?! —finalmente soltó lo que sentía.
—¿De qué hablas?
—Tu te vas, sales al mundo, estudias, viajas, haces, trabajas ¿y yo qué? ¿qué hay de mi?
—Acordamos que cuando la bebé tuviese un año irías a la universidad, para ese momento yo ya tendré mi...
—¡Mi nada! No tendrás nada, porque no sales de ésos trabajos mediocres lavando y limpiando cosas.
—Esos trabajos te han dado todo lo que tienes, no te falta nada. Ni comida, ni cobija, ni la posibilidad de salir de compras, aunque no quieras hacerlo. Mantengo tu cuenta con dinero, que puede ser mínimo comparado con el que te daban tus padres, pero tienes todo. Sólo te pido tiempo.
Apoye mi frente sobre la suya y mis manos en su rostro, me estaba intentando controlar.
—Estoy cansada.
—Lo siento, hermosa. Pero yo también, no eres la única que está matándose para que esto salga bien.
Me despedí con la sensación más amarga del mundo y al regresar ella ya no era la misma, parecía tan vacía, tan frágil, se veía realmente mal.
—Jessica, no quiero que sigas así.
—Yo no quiero seguir así, Steven.
—¿A qué te refieres?
Pregunté, pero mi madre nos interrumpió con la pequeña en sus brazos y yo no podía hacer más que sentarme desconsolado.
Dos meses después del nacimiento de mi pequeña, Jessica se había vuelto una mujer ajena a mi, no me saludaba de beso cuando iba de visita y mi madre y los monitores que habían allí me demostraban que apenas si tomaba en brazos a la bebé.
—Steven, tienes que regresar.
—¿Qué sucede madre? —estaba en medio de una importante entrevista de trabajo.
—Es Jessica, creo que debes regresar.
—¿Está bien?
—No puedo decirte por teléfono.
Termine aquello, con la satisfacción de haber conseguido un empleo formal en el que no tendría que lavar nada y si crear mucho, en el que la paga era del doble y con menos horas, así que iba de regreso a mi ciudad natal con angustia pero la felicidad de que mis metas, las que tenía trazadas por mi hija y la que sería mi esposa se estaban cumpliendo.
Pero el golpe amargo estaba por llegar de una manera dolorosa y cruel.
Cuando me iba aproximando a casa, vi las camionetas negras y el auto de lujo, era el sedan de la madre de Jessica, me temí lo peor, tal vez querían separarnos.
Ingrese rápidamente a casa y mi madre sostenía a mi hija sin un ápice de querer soltarla, Jessica estaba en un asiento y su madre junto a ella.
—¿Qué sucede? —pregunté tímido, casi con terror por conocer la respuesta.
—Steven, yo... tenemos que hablar. Tome una decisión.
—Voy a subir a mi habitación, la bebé no...
—Vamos a hablar a solas —dije mirando a la madre de Jessica.
Pero esta le agarró la mano con fuerza y no la dejó marcharse.
—Jessica, mirame.
—No puedo —estaba llorando y la rabia me estaba recorriendo las venas.
—Jessica...
—Me voy, Steven. Me voy de aquí, me voy de tu vida y me voy para siempre —no podría describir exactamente lo que sentí en ese momento, era dolor, era rabia, era frustración. Yo venía con buenas noticias y ella me dejaba, se iba de mi lado. Una lagrima rodo por mi rostro y ella la vio caer.
—¿Qué clase de broma es esta? —dije poniéndome a sus pies, cayendo de rodillas, tomé su rostro con delicadeza y limpie sus lagrimas—. Te prometí que saldríamos adelante y lo estoy logrando, hermosa. Tengo mi primer trabajo en...
—No quiero esto, quiero mi vida de vuelta, Steven. No me importa las metas que logres tu, porque yo no puedo lograr las mías.
—No me digas eso, sabes que lo hago por los tres, en menos de unos pocos meses irás a la universidad, sabes que lo voy a pagar y podrás ser lo que quieras ser —estaba llorando como un niño pequeño—. Sólo te pedí tiempo y te estoy cumpliendo, Jessica. Te estoy cumpliendo.
—Es muy tarde, yo no puedo con esto. No puedo con esto, Steven.
—Jessica no... —la vi ponerse de pie y caminar junto a su madre a la salida.
—¿Nuestra hija? ¿piensas dejarla sola?
No se detuvo, no miro para atrás, ella no dijo nada más. Ni siquiera por nuestra bebé.
—¡JESSICA! ¡JESSICA, POR FAVOR! —sentía mi garganta arder por los gritos que estaba dejando, no se había llevado ni su ropa, ni una foto de la bebé, nada. Estaba dejando todo su pasado allí, como si aquello fuese una tumba. Nos estaba enterrando para no volver.
—Hijo, por favor. Hijo.
Mi madre estaba junto a mi, intentando levantarme como muchas veces lo había hecho, intentando con todo su esfuerzo sacarme de ese hoyo en el que estaba.
Ese día me prometí no volver a confiar en ninguna mujer, ni amarlas, ni respetarlas, ni entregarles el mundo a sus pies. Pues ninguna lo merecía, solo mi hija y por ella estaba dispuesto a hacer lo que fuese necesario. Las mujeres serían solo para lo que las necesitaba, sexo.
El éxito llegó pronto, en menos de dos años pasé de trabajar para alguien a tener mi propio estudio de diseño, donde creábamos proyectos para los más grandes del mundo y me daba acceso a cientos de millones de dólares, en películas, cortos, videoclips musicales, educativos gubernamentales, estaba en la cima del mundo y todo para mi hija y mi madre que había dejado de trabajar.
Ese era yo, Steven el hombre sin corazón. Al menos así me llamaba todas las mujeres con las que follaba una noche y despedía sin saberme siquiera su nombre.
Pero ni con todo el dinero o el trabajo del mundo, podía sacar el dolor que la mujer de mi vida había causado en mí, su abandono y su indiferencia fueron todo lo que necesite para cambiar y ser el hombre máquina que era ahora.