El día entró por la ventana de mi habitación y yo solamente podía moverme inquieto, no había podido cerrar el ojo en lo que quedaba de noche y menos luego de que Sofía me aniquilará con la mirada. —¿Qué le hiciste, Steven? —me pregunto mientras esperaba por mi frente a su puerta. —Papá, soy tu papá —la estaba corrigiendo a las casi 2 de la mañana. —Steven —dijo en tono de advertencia. —Nada —solté resignado—, creo que ese fue el problema. No lo sé, Sofía, es algo que no tengo que discutir contigo, —¿Recuerdas la maestra que me defendió? —odiaba que me mirara con esos ojos inquietos— Bueno era esa mujer que acabas de espantar y si no me vuelve a hablar, seré la peor hija del mundo. Acepte quedarme en ese colegio de críos ricos por ella, porque me ayudó a ver las cosas de otra man