En un intento desesperado por disfrutar los pobres restos de verano, Liam se encargó de llevar una última vez a su hijo a su parque favorito; esperando de esta manera no poner en riesgo su salud debido a las bajas temperaturas. Hoy era sábado y el clima había cambiado de forma drástica, a pesar de haber un sol, este no lograba dar calor y el viento que azotaba sus cuerpos los hacía removerse de forma cómica. Leo rió a gusto cuando pudo caminar tomando tanto la mano de su padre como la de Bianca, entre ellos dos se balanceaba y levantaba los pies mientras los adultos le seguían el juego. Y se sentía bien. La risa del pequeño era tan contagiosa y característica que Bianca podía sentir las lágrimas arremolinándose en las esquinas de sus ojos. Fuera del cuadro, las personas miraban encanta