Capítulo 03

1110 Words
PETER NOTÓ EL MISMO BRILLO PÍCARO DE DIONISIO EN ALISON. Los mismos ojos y las ganas de matar a alguien. El mismo carácter dominante e imponente de su padre. —¿Qué tanto me ves, Jensen? ¿Te gusto o qué cosa, eh? — ella rió fuertemente. Peter no pudo evitar pensar que era una risa muy adorable, luego se odió a si mismo por pensar eso cuando estaba saliendo con Anel. —No es eso. — advirtió él — Me recuerdas mucho a tu padre, Dionisio. —No me compares con ese dios de pacotilla. —No deberías insultar a los dioses. — le respondió tranquilamente. Alison le lanzó una mirada fulminante y chasqueó sus dedos aparentemente delicados. Su espada de bronce a unos metros de distancia se convirtió en un collar de perlas blancas muy finas y salió volando directo a las manos de Alison, donde volvió a su estado de espada. Peter soltó a Alison y se llevó la mano al bolsillo instintivamente y le apuntó amenazante con una moneda dorada. —No quiero pelear. No vine para eso, Alison. —Déjame entonces. Lo que hago o dejo de hacer no tiene nada que ver contigo, Jensen. —Tu padre quiere que vuelvas. Tengo que llevarte. —¡No volveré a ese lugar! ¡No quiero verlo! Peter hizo girar su moneda en el aire y creció su espada de bronc. La espada de Alison chocó con la suya y saltaron chispas metálicas. Unas enredaderas crecieron del suelo y tomaron a Peter de los talones haciendo que este tropezara. —¡Alisoo~n! ¿Dónde estás? — era la voz de una niña pequeña canturreando que se acercaba por el callejón. Alison se sobresaltó, volvió su espada a su forma de collar y suspiró pesadamente cuando Peter devolvió su espada a la forma de moneda. —Es Heidi, mi hermana menor. — le dijo a Peter muy enojada — Ella es muchísimo más importante para mí que mi padre y su maldito albergue. A Peter se le estrujó el corazón. Siempre quiso tener una hermana pequeña, pero... bueno, aún tiene a Kyros, su hermano centauro que también era hijo de Poseidón. —Acaso ella también es una semi-- —Por supuesto que no. Ella es humana, hija de mi madre y mi padrastro. — ella se sonrojó cuando se dio cuenta que le estaba contando de su vida privada a Jensen, el niño héroe. — Pero eso no te incumbe en absoluto. — volvió a su actitud enojona. —Alison. ¿Estás aquí? — la voz se escuchaba mucho más cerca. —No vuelvas a seguirme, ¿entendido? — le dijo ella a Peter —Pero... — Alison no le hizo caso y se volvió corriendo hacia la entrada del callejón donde se veía la pequeña silueta de una niña. Peter vio como la tomaba de la mano y desaparecían por la calle iluminada. —¿Qué hacías ahí, Ali? — le decía la dulce voz de Heidi a Alison. —Nada importante, solo arreglaba unos asuntos. — eso fue todo lo que Peter logró oír de la conversación de hermanas. Un poco desconcertado, deambuló por la ciudad hasta llegar a una fuente de agua en una plaza. Buscó en sus bolsillos y encontró una moneda de plata. Los semidioses y legados no podían utilizar la tecnología porque las ondas y radiación atraían a los monstruos de alrededor. Eso era lo último que un semidios deseaba. Así que se inventaron las monedas de plata que cuando se sumergen en agua podían comunicarte con otra persona como si fuese una videollamada. Lo malo era que solo funcionaban una vez y ahora mismo Peter solo tenía una única moneda. Tenía que informarle a Dionisio sobre el paradero de Alison, pero también quería hablar con Anell. "La misión es lo primero" le dijo su conciencia "Anell es comprensiva y puede esperar un ratito más". Lanzó la moneda a la fuente y en la superficie del agua se mostró la imagen del dios descansando a orillas del lago del Refugio. —¡Perry! — exclamó feliz — ¿Y bien? ¿La encontraste? Peter suspiró —Mi nombre es Peter, señor, y si la encontré... pero no quiere volver. Dice que tiene que cuidar de su hermana menor y-- —Te dije que la trajeras sin importar qué, Jensen. —Pero su hermana y su madre... Alison no quiere volver y no puedo obligarla. —Las clases ya comenzaron desafortunadamente. — dijo Dionisio pensando para sí mismo ignorando a Peter — Ya sé. Para compensar esta terrible decepción te daré otra misión. La acompañarás a clase y cuando veas una oportunidad la engañarás y la traerás de vuelta. No me falles esta vez, Peter, me arriesgo confiando en ti. El mensaje se deshizo y Peter se quedó mudo, sin palabras. Peter no había previsto esto, pensó que cuando le dijera que su hija no quería volver se rendiría y la dejaría en paz, pero no. Ahora estaba atrapado en la misión y lo peor es que Anell lo mataría cuando se lo dijera. Siguió caminando por la ciudad buscando un teléfono público. Tomó unos centavos comunes y llamó al celular de Anell sin preocuparse por los monstruos porque al menos ella se encontraba protegida en el Refugio bajo una barrera que pusieron los mismos dioses. —¿Anell? —¡Peter! Gracias a los dioses que llamas, ¿cómo estás? —Bien, estoy bien. Escucha, te prometí que la misión terminaría pronto ¿verdad? Lo siento, pero durará más de lo previsto. —¿Cuánto más? — Peter la escuchó suspirar tristemente. —Indeterminado. —Esto va a tardar bastante... Bien, no importa, te estaré esperando aquí pero es posible que pronto vuelva a San Francisco para las clases. —Me avisas entonces. Te dejo, se hace tarde y esto me da mala espina. — dijo mirando la calle. —¿Qué cosa? —Una mujer se quedó parada en medio de la pista... —¿Y? —Está estática, no se mueve ni parpadea. Igual pasa con varias personas en todos lados de la plaza. —Ten cuidado, Pet-- La conexión se cortó y Peter colgó el teléfono. Un viento muy frío recorrió su piel y un sonido metálico provino desde la avenida donde una mujer joven rubia de ojos grises apareció vestida en un kimono floreado. La mujer rió y su voz fue reconocida inmediatamente por Peter. Era su queridísima Anell, pero lo que él no podía explicar era qué hacía ella ahí y cómo fue que llegó ahí si acaban de hablar por mensaje y estaba en el Refugio.
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