Nicholas
Los días habían pasado con una lentitud devastadora y se había sentido como una eternidad desde la última vez que la vi, sin embargo, no me la había podido sacar de la cabeza, tenía en la mente como una foto fija.
El pensamiento más recurrente y que sentía con todo el cuerpo es que no me cansaría en lo inmediato de follarla.
Siempre había tenido amantes, sobre todo en los últimos dos años y no me era difícil pasar de una a otra. Rara vez salía con la misma mujer dos veces, pero con ella era distinto, y no entendía por qué, pero desde que la había tenido, no había podido volver a estar con ninguna mujer.
La relación con mi esposa era otra cuestión, estábamos juntos hacia veinte años, nos habíamos conocido en la preparatoria, coincidimos en una clase juntos y nunca más nos separamos. Luego siguió la universidad y los pasos se fueron dando de manera natural entre nosotros, la ame mucho y por ese amor me case con ella.
Para ese entonces parecía que estábamos juntos hacia una eternidad, pero viendo hacia atrás nos habíamos casado muy jóvenes, pero quería hacerla feliz, y ella soñaba con una boda por iglesia y con la fiesta.
La verdad no sé cuándo todo eso se vino a pique, pero si se que fue mucho antes de que yo empezara a acostarme con otras mujeres, y ni siquiera es un justificativo. La quería mucho pero ya no la amaba y supongo que me costaba mucho lastimarla con una separación aun sabiendo que no estaba seguro de querer seguir ahí.
Con Lila, todo era nuevo y distinto, y podía notar que había una diferencia abismal con mis aventuras anteriores, a pesar de que por mi trabajo y el suyo había sido difícil poder vernos de nuevo, eso no impidió que habláramos mucho por mensaje.
Hoy había estado todo el día mandándome mensajes de fotos suyas desnuda y diciéndome todo lo que quería que le haga.
Perversa.
Esa mujer era un infierno, había logrado tenerme caliente todo el puto día, sin poder conseguir concentrarme en nada y como yo no nunca me quedaba nunca las ganas, me aparecí en la puerta de su casa.
Toqué el timbre y cuando me abrió sorprendida de verme ahí la subí encima mío para que rodeara mi cintura con sus hermosas piernas.
—Tienes que dejar de mandarme esas fotos y esos mensajes al trabajo porque, no he sido capaz de concentrarme en nada, te tenia desnuda en la mente todo el tiempo— le susurraba al oído, mientras la agarraba de su perfecto culo y besaba su cuello.
—Bueno, la idea de esas fotos era justamente esa, doctor— un suspiro bajo se escapó de su boca cuando le mordí levemente la piel del cuello—. Quiero que me folle fuerte, justo como a mí me gusta.
—Todavía no nena, tranquila— le susurre al oído—. Hoy voy a tomarme mi tiempo, voy a disfrutarte despacio.
Le quite la bata que llevaba puesta dejándola completamente desnuda.
Joder, se veía tan perfecta que no podía esperar a perderme en ella, me indico donde quedaba su habitación sin dejar de besarme, cuando entre, la recosté sobre la cama y coloqué sus manos sobre su cabeza. Me dediqué con absoluta devoción a lamer y morder sus pechos y sus pezones que se ponían cada vez más duros al contacto con mi lengua.
Escucharla gemir era música para mis oídos y me la ponía jodidamente dura. Baje lentamente con mi lengua por su vientre hasta depositar mi boca en su entrepierna, bese cada parte dulcemente para luego lamer su clítoris una y otra vez.
Mientas la escuchaba gemir, tensar sus músculos y arquear su espalda, sentía como cada vez se mojaba más y más. Quiso bajar sus manos a mi pelo, pero le ordene que las deje arriba y ella obedeció, el poder que me daba para hacer lo que quisiera con ella era el éxtasis. Seguí chupándola y saboreándola al tiempo que metía dos dedos dentro de ella.
—Te gusta esto ¿no? — le susurre, mientras metía cada vez más fuerte mis dedos en ella.
—Si... si dios, sí.
—Quiero que acabes para mí, nena ¿podes hacerlo? — acelere el ritmo de mi lengua y mis dedos, sus músculos se tensaron y en un gemido se dejó ir en mi boca.
Jodidamente exquisito.
Me incorporo frente a ella y llevo mis dedos a mi boca, saboreándolos, mientras ella me miraba fijamente con las pupilas dilatadas y su respiración desbocada.
—Eres mi nuevo sabor favorito…
Había llegado tarde a casa y me iba a tener que inventar una muy buena excusa para justificarlo, pero, todas las horas que había pasado con ella disfrutándola, saboreando su piel y cada lugar de su cuerpo, valieron jodidamente la pena.
Ella tenía algo que me hacía querer más y más y no podía parar, seis orgasmos después y no parecía tener suficiente. Cada vez que volvía a empezar pensaba si iba a ser capaz de cansarme de ella y siempre la respuesta era la misma.
Imposible.
Cuando caímos exhaustos, me sorprendí queriendo hacer algo que nunca hacía, ni sentía ganas de querer, deseaba conocerla, saber de su vida y era la primera vez que me pasaba algo así.
Quería ese tipo de interacción con ella, y era sumamente extraño en mi porque, por lo general solía irme después de tener sexo.
Mientras estábamos acostados en la cama, con ella acurrucada en mis brazos y acariciándome el pecho en patrones irregulares, me conto que tenía 24 años, que era hija de un importante arquitecto pero que, el dinero no le quitaba el sueño.
También me conto que su familia hubiera preferido que se dedicara a la arquitectura o la abogacía pero que sus sueños eran otros, ella amaba escribir y hacer música, cosa que ya había descubierto y hacia increíblemente bien, pero que no fue hasta que hizo un viaje a Francia que descubrió su verdadera vocación.
La cocina se había vuelto su pasión y lo que quería para su vida.
Sonreía de forma hermosa cuando me relataba como había vuelto decidida a estudiar gastronomía y aunque su familia no había estado de acuerdo, tampoco se lo prohibieron. Se recibió de Chef y abrió un pequeño local de comidas junto a una amiga, pero, sin la ayuda de su familia ya que quería que fuera fruto de su esfuerzo.
Yo no dejaba de fascinarme más y más con ella a medida que pasaban las horas, y descubría a una mujer que me estaba deslumbrando de forma rotunda.
Le conté un poco de mí, pero, por alguna razón me di cuenta que ella ya sabía de mi estado civil y aun sabiéndolo, no hizo preguntas al respecto.
Eran casi las tres de la mañana cuando me despedí de ella, sin embargo, antes de salir me miro fijo.
—Escucha, Nicholas— empezó—. Me encantas, creo que ya te habrás dado cuenta de ello, incluso más de lo que me gustaría admitir en este momento, es casi vergonzoso el efecto que me produce tenerte cerca— se rio bajito—. Y me ha encantado tenerte aquí en mi casa, en mi cama y contarte de mí y conocerte más, pero, no quiero que confundamos las cosas, esto es solo sexo, increíblemente placentero, pero solo sexo.
Me dejo perplejo, y no sabía que decirle.
—Claro nena, solo sexo, sin compromiso— debería de haberme sentido aliviado, estábamos en la misma sintonía y me estaba diciendo lo que en ocasiones, yo, le decía a mis amantes para marcar los limites. Pero, esta vez, esas palabras que deberían haberme dejado tranquilo, porque mi interés en ella era, puramente s****l, habían quedado dando vueltas en mi cabeza como dagas clavándose más y más profundo.
¿Me lo habrá dicho porque estaba casado o porque ella estaba con alguien? ¿Será el hombre con el que la había visto en dos ocasiones?
Debería sentirme aliviado que estuviéramos en la misma página, solo quería follarla un par de veces más y se terminaría, pero, aun así, no lograba entender porque me enojaba tanto pensarla con otro hombre.
Niego con la cabeza, esto no puede ir más lejos, solamente la quería para sacarme las ganas, nada más.
Me acosté con miles de imágenes de ella desnuda, pero también con muchas preguntas, me confundía de una manera que no podía entender, sentía el fuego en ella cada vez que la tocaba, pero también la sentía como si fuera inalcanzable.
Necesitaba calmarme, dejar pasar unos días para sacarla un poco de mí sistema, la tenía tan metida dentro como una maldita peste y no solo, nunca había sido la idea de esto, sino que jamás había dejado que el polvo de una noche llegara a afectarme tanto.