Lila
Dejo la taza de café sobre la mesita, he estado más inquieta y cansada estos últimos días.
Por supuesto que aquello tenía nombre y apellido, Nicholas Cavanaugh. Nunca me había pasado algo así, el, me inquietaba en formas que ni siquiera yo reconocía, y no era solo porque era como un maldito dios del sexo, con un cuerpo para el infarto y unos ojos que eran la mismísima perdición, no, había algo más y no podía descifrar que significaba.
Estaba decidida a no dejar que las cosas llegaran lejos, primero porque era mi médico y segundo porque estaba casado, sabia lo terriblemente mal que estaba lo que haciamos, pero esa noche en el bar, cuando me siguió al baño no me pude controlar y lo que siguió después me confirmo que él, era una maldita adicción.
Me gustaba más de lo que quería admitir y eso me sacaba de mi eje, me ponía nerviosa, fue por eso que, aquella anoche en mi apartamento cuando se estaba yendo, marque los límites.
“Esto es solo sexo”. Y no debía ser más.
No podía enamorarme y menos de él, porque estaba segura que la única que terminaría con un corazon roto, seria yo y no iba a dejar que me sucediera dos veces lo mismo.
Tenía que enfocarme y concentrarme en lo importante, porque había tenido una pésima semana en el trabajo y era algo que no me había pasado nunca, ese lugar era un santuario para mí. Afuera, podía estar cayéndose el mundo a pedazos, pero adentro de mi cocina, yo, llevaba todo a la perfección y a tiempo.
Y eso, no había pasado estos últimos días.
Apagué las luces, mi teléfono y fui a lavarme los dientes, cuando terminé, finalmente me metí en la cama. Mañana sería otro día, uno en el que tenía la agenda completa y un evento que preparar, y estaba bien porque si tenía la cabeza ocupada, no pensaba en cosas que no debía, asique, lo mejor era que descansara como correspondía, porque mañana sería un día demasiado largo.
Me desperté muy temprano y con más energía de la que podía esperar, me duche, me cambie y me tome un café rápido antes de salir de casa rumbo al local.
Eran casi las siete de la mañana cuando llegue, aún faltaban dos horas para abrir y que llegaran los empleados, asique fui directo a la cocina y me puse el delantal para empezar a adelantar la producción.
Para la tarde el local cerraría porque nos habían contratado para un evento cerrado, algo de artículos de belleza, no sabía bien, en realidad había sido Cora la que lo había gestionado. Yo, solo sabía que eran quince personas, no era un numero grande, pero había que preparar varios platos y entremeses, además, de una variedad de mesa dulce.
Asique con eso en mente, arme un plan de trabajo y puse manos a la obra.
Lo bueno es que, si bien era mucho trabajo el que quedaba hacer, había adelantado varias cosas, y en particular las más pesadas, como los biscochos que los había hecho ayer o toda la mise en place, lo que me ahorraría mucho tiempo hoy.
Una hora después, la puerta de la cocina se abrió, estaba tan concentrada y con la música algo fuerte que no la escuche.
—Bueno días, belleza— dijo Cora, bajándole un poco el volumen a la música—. ¿Madrugamos?
—Algo así— le digo—. Aun me quedan varias cosas que organizar.
—¿Necesitas ayuda?
—Sí, ¿me haces un café cargado? — le pido, me sonríe.
—Sí, de hecho— me mira—, voy a preparar el desayuno para las dos, porque después no vamos a poder comer nada, y el día de hoy va a ser larguísimo.
Mientras ella preparaba todo, yo seguía cocinando y emplatando, cuando tuvo todo listo, nos tomamos unos minutos.
—¿Te falta mucho? — me pregunta—. Mientras venia para acá me mandaron un mensaje de que sumaban una persona más— la miro—. No te preocupes, me dijeron que pagan el doble la diferencia por avisar con tan poco tiempo.
—Menos mal que siempre preparo de mas— respondo—. Pero no, solo terminar los biscochos, rellenarlos y decorarlos y armar los postres. La comida ya casi esta toda lista, cuando vengan los chicos los voy a poner a terminar.
—Perfecto, voy a encargarme de que traigan la decoración a tiempo— asiento—. ¿Estás bien?
—Sí, ¿por? — me mira, estoy segura que debe estar pensando en mi estado de estos días, pero, todavía no puedo contarle, no sé qué contarle en realidad.
—Estas, algo rara— me dice, señalándome—. De hecho, lo estuviste toda la semana. ¿Qué sucede?
—Estoy bien— afirmo—. Enserio, Cora, no pasa nada. Solo un poco de cansancio, hemos estado con mucho más trabajo.
Mi amiga no me cree, lo veo en su mirada, pero solo asiente y se termina su café.
Cuando terminamos el desayuno, son casi las nueve de la mañana asique se va a abrir el local, y yo vuelvo a la cocina. Poco tiempo después, los chicos que trabajan en mi área llegan y nos ponemos todos a trabajar.
Para las tres de la tarde, estoy molida.
A veces parece que las cosas se juntan todas, hoy justo el día en que teníamos nuestro primer evento, el local había estado a reventar y no era queja, sabia la importancia de ello, pero a esta altura estaba agotadísima y aun me quedaban mil horas de trabajo más.
Moví mi cuello tensionado de un lado a otro y me puse a rellenar y decorar los biscochos porque necesitaba que estuvieran, después de hacerlos, un tiempo en la heladera y puesto que habíamos estado sacando platos, y sándwiches a lo loco, no había podido hacerlo antes.
Para las cinco de la tarde, el local se cerró y empezamos a decorar y armar las mesas, cuando terminamos, estábamos muy satisfechas de cómo había quedado. Como no se requería mozo, le dimos la tarde libre a todos y solo nos quedamos Cora y yo para atender cualquier cosa que pudieran necesitar.
Poco a poco todos fueron llegando, y el evento comenzó.
Eran casi las diez de la noche cuando la última persona se fue, mi amiga suspiro cuando cerró la puerta y se giró a mirarme, mientras yo levantaba las sobras de las mesas.
—Ha sido intenso— me dijo, acercándose a mí—. Hagámoslo de nuevo en cinco meses.
—No fue tan terrible— se ríe, ambas estamos agotadas—. Solo, nos pidieron más cosas de las que debían.
Lanza una carcajada.
—¿Mas cosas? Casi me dejan sin cejas— vuelve a reírse—. ¿Cómo dejaste que me llevaran como voluntaria?
—Yo estaba en la cocina, no podía hacer nada.
—Claro, mejor vamos a terminar de levantar todo y limpiar— me sigue a la cocina donde dejamos la vajilla—. ¿Quieres ir a casa y pedimos algo para cenar?
—Otro día, cariño. Estoy agotada hoy.
Cuando termínanos, apagamos las luces y cerramos todo.
Como Cora tenía el auto roto, me pidió que la llevara hasta su casa y como quedaba de camino a la mía, no nos desviamos mucho. Quince minutos después estaba dejándola en la puerta de su edificio, cuando me aseguré de que había entrado, me puse en marcha y seguí rumbo a casa.
En lo único en lo que podía pensar era en que quería ducharme y dormir dos días seguidos.
Entre al estacionamiento interno de mi edificio y estacione en mi puesto, baje rumbo al ascensor y los doce pisos hasta mi puerta se sintieron una eternidad.
Ni bien puse un pie en casa, me quite el abrigo, las botas y deje el bolso en el perchero. Fui directo a sacarme la ropa y meterme bajo la ducha antes de comer algo, esa era la idea, pero, no pude llegar ni a desabrocharme el vestido cuando el timbre de casa sonó.
Me pareció raro, eran casi la medianoche y no estaba esperando a nadie.
Cuando fui a la puerta y abrí, me quedé paralizada viendo quien estaba del otro lado.
—Hola nena— fue lo único que dijo, antes de estampar sus labios contra los míos. No me dejo pensar, enseguida sus manos fueron a mi cintura y me pego aún más a él.
Aun aturdida de verlo frente a mí, sin haber quedado en hacerlo, me separe un poco.
—¿Qué haces aquí, Nicholas? — pregunte, el volvió a besarme, esta vez dejando besos por mi mandíbula y bajando a mi cuello. Dios, se sentía tan bien.
—Moría de ganas de verte— susurro cerca de mi oído, haciéndome estremecer—. Y pasar la noche contigo.
Apretó mi cintura y su boca encontró de nuevo la mía, y así en ese beso voraz y lleno de lujuria toda mi determinación por mantenerme alejada de él, se fue a la mierda, porque parecía que fuera inevitable que cada vez que me tocaba yo, me volviera necesitada de él y moldeable en sus brazos.
Definitivamente, estaba en muchos problemas.