Lila
Me desperté abombada, no me había quedado mucho más en el bar, pero había tomado una copa de más, y no acostumbraba a beber, sin embargo, estábamos festejando el ascenso de Olivier y no pude negarme.
Ahora sentía que estaba atravesando una resaca post cuatro botellas de wiski cuando en realidad solo había tomado tres tragos de vodka. Con todo el pesar y haciendo uso de toda mi fuerza de voluntad, que era bastante escasa me levante de la cama, directo al baño a tomar una ducha de agua caliente.
Prendí la lluvia y mientras se aclimataba me lave los dientes, me quite el pijama y me metí bajo el agua, suspirando de alivio cuando la calidez toco mi cuerpo. Fue algo sumamente relajante, cerré los ojos suspirando y dos orbes azules como el océano se colaron en mis pensamientos, otra vez.
No había podido dejar de pensar en el en toda la noche.
La verdad es que, si tenía que ser honesta, no había dejado de pensarlo desde la primera vez que lo había visto en su consultorio.
Me inquietaba en formas que ni siquiera yo reconocía, él era un maldito adonis, que me había dado un orgasmo muy memorable, con un cuerpo para el infarto y unos ojos que eran la mismísima perdición.
Después de que se fue del bar, estaba decidida a dejar las cosas hasta ahí, primero porque era mi médico y segundo porque estaba casado, pero, la forma y las imágenes de cómo me había tocado volvían a mi mente y en lo único en lo que podía pensar era en que quería más que solo ese momento.
Quizás una sola vez para sacarnos las ganas.
Me gustaba más de lo que quería admitir y eso me inquietaba, me ponía nerviosa y necesitaba límites.
Esto debía ser solo sexo.
No podía, ni iba a enamorarme y menos de alguien como él, conocía muy bien a los de su tipo, infieles por naturaleza, conquistadores natos y de aventuras fugaces. Y estaba bien por mí, hace años jure no volverme a enamorar después de ver como mi mejor amigo de toda mi vida y mi primer gran amor, estaba conmigo por aspirar a un puesto seguro en la empresa de arquitectura de mi papá cuando finalizara sus estudios.
Fue mi primera y única gran desilusión amorosa.
El dinero y la posición social le habían importado más que la amistad de toda la vida que habíamos compartido y el amor que surgió de ello, me prometí que nunca más me iba a volver a enamorar, no tenía ganas de averiguar si mis futuras relaciones iban a estar marcadas por el amor o por el interés al dinero de mi familia.
En cambio, me abrí a relaciones más informales, sin compromiso, algunas hasta puramente sexuales y con eso estaba bien, pero entonces lo vi y removió un montón de cosas que pensé que había enterrado muy profundo dentro de mí, me negaba a dejarlas salir porque sabía que salir lastimada, siempre era una opción, pero toda mi entereza y convicción se volvían inútiles cuando me encontraba pensándolo constantemente, deseando que volviera a tocarme, a sentir sus manos sobre mi piel y escuchar la forma en que mi cercanía lo alteraba.
Me había fascinado su aire dominante, dios, no me lo podía sacar de la cabeza, y solo nos habíamos tocado, bueno el lo había hecho. pero estaba mal. Si, sabía que estaba casado, así como también sabía que esto no iba a ir para ningún lado, y lo más lógico era que le pusiera un freno antes de que las cosas llegaran más lejos.
Yo estaba perfectamente bien antes de él y así tenía que seguir estándolo.
Tenía que dejar de hacer que mis pensamientos giraran en torno a él, no había nada y ni siquiera nos conocíamos. Cerré la ducha y tomé una toalla para secarme, fui directo al vestidor y elegí lo más cómodo que encontré y me vestí, me sequé el pelo y apenas y me puse rubor y un bálsamo labial.
Puse música y la cafetera, no había manera de que funcionara sin mi dosis diaria de café n***o, regué mis plantas mientras tanto y cuando termine me puse a cocinar unos huevos revueltos. Cuando todo lo tuve listo, puse todo en una bandeja y junto con un libro llevé todo al balcón porque el sol era una delicia y pensaba sacarle todo el provecho que pudiera.
Me tome la mañana para mí y la aprovecha al máximo, tanto la ducha relajante como ese desayuno al sol, leyendo un libro que me encantaba me renovaron las energías.
Ya no había rastros de mi pseuda resaca.
Cerca de la una de la tarde, dejé mi apartamento y me subí a mi auto, quince minutos después estaba entrando a mi local de comida.
Lo había abierto hacía dos años junto a mi mejor amiga Cora, que era además mi socia. Al principio solo era un lugar pensado en comida para llevar, pero habíamos hecho tan buena campaña de marketing y en r************* , que los clientes explotaron al punto que tuvimos que reorganizar el lugar y poner un mínimo de mesas, armamos un menú y pronto se había convertido en un lugar donde podías comprar para llevar, pero también donde sentarte a tomar un café, y almorzar.
Estábamos más que felices.
Las dos nos encargabamos de la contabilidad, pero después cada una tenía su tarea específica, Cora se encargaba de manejar lo referido a la atención al cliente y yo era la encargada de la cocina.
Era la chef principal y tenía dos asistentes, que se encargaban de la cocina en días como hoy que no trabajaba el turno de la mañana.
Cuando entro, lo primero que veo, es la cara moribunda de mi mejor amiga a un lado del mostrador, acomodando unos papeles.
—¿Mucha resaca? — le pregunto cuando me acerco, levanta la mirada y su cara me lo dice todo.
—Creo que estoy a una conversación de morir— me dice—. No tienes idea lo mucho que me duele la cabeza.
—La próxima vez, no deberías beber como si no hubiera un mañana, porque lo hay y nunca es lindo con reseca— paso el mostrador y me acerco a ella—. ¿Quieres que te haga un café fuerte?
—No, ya me he tomado como tres.
—¿Cómo ha estado? ¿Mucho trabajo?
—No, ha estado tranquilo hoy— me cuenta.
—Bueno vete a casa, yo me encargo— me mira, casi sonriendo.
—¿Segura?
—Sí, ve— le digo—. Ayer adelante mucha producción y Dennis tiene que estar por llegar, lo dejare a él en la cocina y yo me quedare aquí adelante.
—Pero…
—Esta Rose, también— aseguro—. Estaremos bien, no te preocupes, ve y descansa.
—Gracias, gracias— se cuelga de mi cuello, abrazándome—. Eres la mejor amiga del mundo.
Me rio mientras guardo las cosas y me dispongo a empezar mi jornada de trabajo, y espero que sea movida porque si mi cabeza está ocupada, no voy a perder en pensamientos que involucren a un sexy doctor de ojos azules.