Nicholas
Diez días habían pasado desde la última vez nos vimos en mi consultorio y no hubo día o noche que no me tocara pensando en ella... mi cuerpo se calentaba de solo recordarla en ese ajustado vestido y en todas las cosas que quería hacerle.
La llamada de mi mujer me saca de mis pensamientos, era viernes y hoy íbamos a ir a un bar con varios amigos a festejar un cumpleaños asique salí rumbo a casa para poder ducharme y vestirme.
Cuando llegue ella ya estaba terminando de alistarse, asique, me metí al baño y quince minutos después estábamos subiéndonos al auto, listos para irnos.
Llegamos alrededor de las diez de la noche a un bar en el centro, el lugar no era muy grande tenia luces tenues y había una banda cantando cuando entramos. No acomodamos en la mesa y en cuanto levante la vista mi cara se desencajo, yo no creía en el destino ni en las casualidades, pero esto era algo que nunca hubiera creído.
Ahí, sobre ese pequeño escenario estaba ella cantando bajo una luz roja que juro por dios la elevaba por encima del resto.
La mire de principio a fin.
Ese vestido corto que dejaba toda su espalda al descubierto era la gloria y su voz… su voz, era dulce y muy sensual a la vez. No sé qué cara debía de tener que mi mejor amigo que se había sentado al lado mío me pregunto si estaba bien, por suerte para mí, mi esposa había ido al baño y no había visto el patético espectáculo que había dado mirándola.
Eso me hubiera traído muchos problemas, además.
Termino de cantar y se ubicó en una mesa con más gente, nunca se dio cuenta que estaba ahí y yo disimuladamente no podía dejar de mirarla y me sentí incomodo cuando la vi bailar tan pero tan cerca de un hombre que estaba en la misma mesa que ella, cuando observe mejor, note que era ese mismo que había estado en el restaurante con ella.
No tenía sentido alguno esto que me pasaba, pero apenas y podía manejarlo.
Mi cabeza no dejaba de hacerse preguntas de todo tipo ¿será un amigo? ¿Será su novio? ¿por qué me dijo aquello entonces si estaba con alguien? De golpe me pregunte porque carajos me estaba cuestionando todo eso, cuando no tenía que importarme en lo más mínimo, tenía que parar o alguien se iba a dar cuenta.
Acompañé a mi amigo a la barra a pedir más tragos y cuando me di vuelta mientras esperaba nuestros ojos se encontraron, estaba detrás mío.
Ónix, eso eran.
—Doctor, que sorpresa encontrarlo aquí, no lo había visto— dijo y me dio un beso en la mejilla.
—Vine a tomar algo con amigos— respondí, tratando de disimular mi nerviosismo—. Y por favor, es solo Nicholas, ya no estamos en mi consultorio.
—De acuerdo, Nicholas, es un placer que estés aquí— me decía, mirándome fijo a los ojos—. Espero que puedas tomarte un trago conmigo antes de irte.
—Yo soy Alexander, nadie me ha preguntado, pero me presento igual
—Cierto, Alex ella es Lila, es mi paciente— los presente—. Lila, él es Alexander White, mi mejor amigo y el mejor abogado de todo Londres.
Se saludaron y ella se fue sin que pudiera dejar de verla
—¿Que carajos fue eso? — me pregunto mi amigo.
—Nada, es mi paciente y casualmente la encontré aquí, nada raro.
—Nicholas, si no te conociera como lo hago, te creería, pero te conozco ¿ya te la cogiste?
—¿Porque me lo preguntas? No puedo solo conocerla y ya, sin que necesariamente tenga que haber pasado algo.
—No, básicamente por la forma en la que no le has quitado la mirada de encima desde que llegamos— me dijo—. Sí, me di cuenta y además también por la forma en cómo te miraba ella.
Asiqué sin más le tuve que contar que no, que aún no había pasado nada entre los dos, pero que era en lo único que pensaba desde que la había visto, el me conoce y conoce de mis aventuras y lo único que me dijo fue que tuviera cuidado.
La noche paso sin sobresaltos y yo no podía quitarle los ojos de encima, la veía bailar, sonreír, y sobre todo reírse con ese hombre con el que había estado bailando toda la noche.
Cuando mi mujer se fue a bailar con sus amigas, la vi dirigirse al baño, sin pensarlo realmente, me levanté y fui tras ella. No iba a desperdiciar esta oportunidad.
Era arriesgado pero mi cuerpo tenia vida propia al parecer.
Los baños eran individuales asiqué antes que pudiera cerrar la puerta, me metí tras de ella, cuando me vio solo me miro y sonrió.
Era tan hermosa.
—Hola de nuevo...
—Hola— me dijo, suave y pausado. Su mirada era fuego puro y no era difícil de ver que el deseo era mutuo.
Estaba ahí, flotando en el aire, tenso y expectante.
No podíamos emitir palabras, la respiración se aceleraba cada vez más y de a poco nos íbamos acercando quedando cada vez más y más cerca. Mi cuerpo estaba a nada de explotar, estaba tan caliente, que su sola respiración jadeante cerca mío me la había puesto dura.
La tome de la cintura fuerte y la bese, con pasión, con lujuria como si esa fuera la última vez, trate de disfrutar cada segundo, pero por dentro también quería que me parara que me dijera que no podía y que esto era una locura.
La puse sobre el lavamanos y mi erección rozo su entrepierna.
Detenme, eso fue lo que pensé.
Corrí los beteles del vestido y cayeron dejándome a la vista sus hermosos pechos, los mismos con los que venía soñando todas estas últimas noches.
El paraíso.
Bese su cuello y baje despacio hasta sus tetas, las tome con mis manos y las chupe suavemente, sin privarme de darle pequeños mordiscos, ella me tomo del pelo atrayéndome más hacia ella. La sentía gemir y eso me calentaba mucho más.
La bajé y la puse de espaldas contra mí, besé su cuello con desesperación y mordí su hombro. Lentamente bajé una de mis manos por su pierna, su piel era suave como la seda, lentamente fui subiendo su vestido y mi mano fue hacia su entrepierna. Toqué el encaje de sus bragas y metí mi mano, sintiendo su humedad, lo caliente que estaba y como temblaba ante cada caricia mía.
Antes de meter mis dedos dentro suyo le susurre al oído.
—¿Te ha gustado provocarme con ese vestidito el otro día? — movía mis dedos en forma circular sobre su clítoris, podía escuchar sus gemidos a pesar de la música fuerte. No me decía nada solo se movía contra mí, aumentando mi calentura y mi erección que ya quemaba dentro de mi pantalón—. Respóndeme o tendré que detenerme.
—Joder, no pares— dijo mientras gemía ante mis caricias—. Si, quería calentarte mucho y que no dejaras de pensar en mí.
—Lo has lograda— murmure—. No he podido sacarte de mi cabeza, incluso mucho antes de ese vestido.
—Nicholas— gimió audiblemente cuando mi toque más duro sobre ella.
—Pídemelo, entonces— le susurre.
—Follame, dios— jadeo y cerro los ojos—. Follame fuerte.
Y esa, en ese mismo instante, fue mi perdición.
Metí dos dedos dentro de ella y los moví intensamente. Dios, quería castigarla por provocarme de esa forma, podía sentir su humedad y la forma en que estaba a punto de acabar sobre mis dedos. Y lo quería tanto.
—Te gusta esto ¿no? — dije, mordiéndole el lóbulo de la oreja e intensificando mis movimientos, dentro suyo—. ¿Quieres correrte no es así?
—Dios si, voy a correrme— gimió mientras montaba mis dedos. Pellizque su clítoris y su orgasmo la invadió haciéndola estremecer.
Saque mi mano, chupe mis dedos saboreándola e hice que también hiciera lo mismo, quería también que probara su sabor y verla hacerlo fue sumamente erótico.
Me separe de ella y me pegue contra la pared, se dio vuelta jadeando aun por el orgasmo que había experimentado y me miro fijo. Podía ver la lujuria en su estado más puro brillar en esos ojos como la noche, se fue acercando hasta mí y me atrajo hasta ella para besarme intensamente mientras sentía como desabrochaba mi pantalón y metía su mano dentro.
Jodido dios.
Estaba a nada de explotar por el solo hecho de sentir la piel de su mano sobre mí, jamás había sentido en el cuerpo todo esto que ella me provocaba, pero necesitaba poseerla con fuerza. Se acercó hasta mi oído y me susurro casi jadeando
—¿Puedo metérmela en la boca? — joder, pensé que iba a morirme.
—Claro que sí, nena— le dije y cuando estaba bajando sonó mi celular. Me negaba a atender, no quería hacerlo, pero algo me impulso a sacar mi teléfono.
observe la pantalla y era mi esposa.
—¿Qué pasa?
—Me tengo que ir, no puedo continuar esto hoy— me miro asombrada, haciéndome saber que no podía dejarla así, pero no tenía opción.
Salí de baño, tomándome unos segundos para reponerme de lo que acababa de pasar cuando la vi pasar por al lado mío sin siquiera mirarme. Volví a mi mesa con mi esposa y mis amigos excusándome que había fila en el baño, pagamos la cuenta y cuando todos estuvimos listos, nos fuimos.
Antes de salir me di vuelta buscándola y la encontré mirándome fijamente, sabía que iba a pasar varias noches sin dormir.
Ya había tenido una pequeña probadita de ella y ahora quería más.