Nicholas
Había llegado a mi consultorio como cada mañana, eran justo las nueve en punto cuando estaba por comenzar a atender y por alguna maldita jugada del destino ella era la última paciente en la lista que iba a ver el día de hoy, ya empezaba a sentir como lo iba a disfrutar, sentía ese cosquilleo en la piel cada vez que sabía que algo excitante me iba a pasar, era como una especie de corriente que electrificaba mi cuerpo de manera divina.
Respiré hondo, abrí la puerta y comencé a atender.
Luego de tres horas de ver pacientes finalmente estaba ella, la llame con vos tranquila para que no notara mi ansiedad.
—Sinclair, adelante— anuncie.
Cuando entro me quede paralizado, todas las fantasías que había estado teniendo con ella a lo largo de todos estos días, ahora viéndola, sentía que no le hacían justicia, era aún más hermosa ¿Cómo era eso posible?
Llevaba su pelo castaño suelto como la primera vez, un maquillaje muy sutil pero que se podía notar y su vestido... dios, era n***o y corto por encima de sus rodillas, podía ver aun con una chaqueta de jean encima, que portaba unas curvas para morirse y sus piernas, eran de otro mundo, parecían interminables.
Me tenía embobado, total y completamente.
En ese instante, mi mente lo único en lo que podía pensar era en agarrarla de la cintura, montarla sobre el escritorio, subirle ese vestido y follarmela duro.
Di un respiro para tratar de amainar el deseo tan visceral que me estaba haciendo sentir y que por un momento me inquieto, porque nunca me había pasado esto con nadie.
Jamás.
En treinta y cuatro años era la primera vez que alguien me deslumbraba de esa forma, y la verdad es que no estaba acostumbrado a eso. Sí, me gustaban las mujeres, mucho de hecho, pero así, de esta forma, nunca lo había sentido.
—Buen día, doctor— dijo acercándose a mi escritorio.
—Tomé asiento, por favor— respondí, tratando de ordenar mis pensamientos—. ¿Trajo los estudios que le pedí? — asintió, sentándose y sacando una carpeta que me entrego.
—Si por supuesto, acá están. Espero este todo bien.
—Vamos a verlos.
Los revise y los leí con atención, en efecto estaba todo bien, pero aun así le programe una consulta para el siguiente mes, quería volver a verla.
Me levanté mientras le hablaba y me senté sobre el escritorio cerca de ella al tiempo que seguía explicándole los resultados de los análisis, lo único que le recte fueron unas vitaminas para reforzar su sistema inmunológico porque por lo demás estaba completamente sana. Me miraba fijo y prestando atención a cada cosa que le decía, cuando terminé, asintió con la cabeza, se levantó de la silla se paró frente a mí y me saludo con un beso muy cerca de la comisura de mis labios.
No sé si me lo imaginé o no, si fue adrede o por descuido, pero sentí como me toco muy sutilmente la pierna, dio media vuelta y antes de salir me miro y me dijo con una sonrisa…
—Adiós doctor, nos vemos la próxima consulta— murmuro antes de dejar el consultorio.
Me dejo volando.
La sensación que me había generado ese beso, ese simple roce, no me había pasado nunca y no pude evitar escribirle.
Nicolás Cavanaugh [12:30]: ¿Usted siempre se viste de esa manera y se despide así de los médicos?
Apreté enviar.
Ya no había vuelta atrás, quería mucho que me respondiera, pero a la vez deseaba que no lo hiciera, porque, tenía miedo de mí, si me daba la mínima oportunidad. Mientras mi cabeza se debatía entre todas esas sensaciones y pensamientos mi teléfono sonó...
Lila Sinclair [12:50]: Claro que no doctor, solo con el que me gusta...
Leí y releí ese mensaje mil veces.
Con esa respuesta tan simple me dejo embobado y muy caliente.
Respire hondo y me calme, apague la laptop y salí del consultorio rumbo al área de los quirófanos, tenía muchos informes que hacer y post operatorios que controlar. Además, no podía salir tarde del trabajo, hoy tenía que llegar temprano a casa porque teníamos una reunión para cenar con una pareja amiga.
No tenía muchas ganas de ir si era honesto, pero mi esposa ya había hechos los planes y no podía decirle que no, menos después de haberme olvidado de nuestro aniversario.
No fue a propósito, nunca me había olvidado de uno, pero ese día había hecho un trasplante que había llevado casi todo mi día en el quirófano, había pasado ocho horas parado y, cuando termine lo único en lo que pensaba, era en dormir una semana de corrido.
Amaba mi profesión, quise ser médico desde que tenía uso de razón, pero, era una carrera muy demandante y agotadora. Sin embargo, no la cambiaría por nada, porque no me imaginaba haciendo otra cosa, ser médico, era mi vida entera, mi identidad, incluso.
Luego de mi error dejo de hablarme por tres días, asique, estaba haciendo buena letra, mi matrimonio era algo particular, yo la quería mucho, pero eso que alguna vez tuvimos, ya no estaba ahí, en algún momento de todos estos años se había perdido.
Era muy consciente de mi incapacidad para la fidelidad y no era una excusa, solo que mi naturaleza no era monogamica. Pensé, cuando empecé a salir con ella, e incluso cuando nos casamos que con Blake iba a poder sostener una relación así, pero no, no pude prolongarlo en el tiempo.
La tentación constante y mi gusto por el sexo fue más fuerte.
—¿Estás listo mi amor? — la voz de mi esposa me saca de mis pensamientos.
—Sí, vamos.
—Estas muy guapo— se acercó a acomodarme el saco y paso sus brazos por mi cuello.
—Tu también cariño— le di un suave beso que ella no tardo en intensificar—. Vamos o llegaremos tarde.
—Sí, claro— paso por mi lado y tomo su bolso, la seguí suspirando. Era obvio que más allá de todo, esto no estaba funcionando, pero ninguno de los dos, daba el siguiente paso.
Nos subimos al auto y en menos de media hora ya estábamos llegando, cuando entramos saludamos a los conocidos y luego ella se fue a saludar a la gente de su trabajo. Pensé que era una reunión íntima y resulto ser una reunión casi de trabajo.
La mitad eran abogados del estudio para el que trabaja mi esposa.
Me serví un vaso de wiski y saqué mi teléfono, por un momento pensé en escribirle a ella y tantear el terreno luego de su último mensaje, pero desistí cuando mi esposa me llamo para presentarme a alguien. Además, ¿Qué le diría? Quería verla, pero no iba a tontear con mensajes sin sentido.
Suspire, guarde mi teléfono en la chaqueta y fui hasta donde estaba Blake con una pareja, estaba claro que esta sería una muy larga noche.