Nicholas
Era miércoles, estaba tomando un café y revisando las mil cosas que tenía para hacer y en lo único que podía pensar era en ella, no había dejado de hacerlo desde la primera vez que la vi y no, no se confundan no era amor era más bien algo carnal, era deseo puro de ver como era su cuerpo sin ropa, de sentir su piel, su olor.
Mi esposa, me hablaba, pero nunca pude prestarle atención y me sentía como un idiota.
Nunca fui un hombre fiel, tenía que admitirlo, me gustaba demasiado el sexo, tuve amantes ocasionales, pero eran eso, ocasionales, de una noche o una tarde jamás me quedaba atado a ninguna, sin embargo nunca me había pasado de pensar tanto a alguien a quien había visto una sola vez y con quien ni siquiera había compartido un beso al menos, sabía que eso no era buena señal pero no podía evitarlo, necesitaba hacerla mía y de la forma más animal, pensando que quizás una vez que lo hiciera me la iba a poder sacar de la cabeza.
Una noche o dos, quien sabe.
Terminé de prepararme, y después de dejar a mi esposa en su estudio, ya que su auto estaba averiado, fui directo a la clínica donde tenía un día imposible, lleno de paciente y cirugías.
Luego de terminar todas las consultas y hacer todas las rondas, me metí al quirófano para realizar dos cirugías bastante largas, cuando salí totalmente agotado me di cuenta que me había pasado una hora y media de mi horario de salida, ni siquiera me había dado cuenta de que se había pasado todo el día.
Fui hasta la sala común de los médicos a comer algo ya que no había podido almorzar y tantas horas sin alimento solido ya me estaban pasando factura y aun me faltaba controlar los post-operatorios de los pacientes.
Como algo ligero mientras contesto algunos mensajes, luego de eso, termino el papeleo y las últimas revisiones de los pacientes que hemos operado hoy, le doy las ultimas indicaciones a las enfermeras y cuando dan las nueve de la noche me dispongo a cambiarme para irme
El día había sido interminable.
Cuando llegue a casa estaba por demás agotado, lo único que quería era tomar una ducha y acostarme. Mi esposa estaba todavía en una reunión en su buffet de abogados asiqué comí algo ligero y fui directo a darme un baño.
Mientras dejaba que el agua cayera por mi cuerpo relajándome sus ojos negros volvieron a golpear mi mente, era casi una obsesión esa mujer. Lentamente llevé mi mano a mi m*****o ya duro y comencé a tocarme imaginado su cuerpo, lo suave de su piel en mi boca y sus gemidos en mis oídos.
Me corrí tan fuerte como nunca antes.
Una vez más corrobore que necesitaba tenerla y sacarme estas ganas que me estaban consumiendo.
Esperaba ansiosamente el momento en que volviera a la consulta porque ese día no se me escaparía, dejaría salir todo mi encanto para que cayera a mis pies.
Sacudí mi cabeza, me seque y me metí en la cama, era claro que necesitaba descansar el día había sido un infierno, dormir me haría perfectamente bien.
Me desperté más temprano de lo que esperaba, Blake dormía profundamente a mi lado, ni siquiera la había escuchado llegar. Suspire y me levante, fui directo a darme una ducha, hoy tenía el día libre asique cuando termine me vestí con ropa cómoda y baje a preparar el desayuno.
—Hola, mi amor— mi esposa, paso sus brazos por mi cintura, abrazándome—. Buenos días.
—Buenos días— respondí, sirviendo los huevos revueltos en dos platos, ella se separó de mí y se sentó en la mesa de la cocina, puse las tostadas, los platos y fui por las tazas y el café—. ¿Dormiste bien?
—Si— me senté frente ella—. ¿Y tú? No te escuche llegar anoche.
—Sí, se me hizo tarde en el trabajo— suspiro, se veía cansada.
—¿Problemas? — pregunte mientras le daba un sorbo a mi café.
—No, solo un caso importante que está llevando más tiempo del planeado.
—Les ira bien.
—¿Qué hay contigo? — pregunto—. Tienes el día libre ¿verdad?
—Sí, necesitaba un descanso. Este último mes no he parado de trabajar un solo día.
—Por supuesto, mi amor— dijo terminando de comer—. Yo debo ir a la oficina, pero si te apetece puedo cortar temprano y salimos a cenar a algún restaurante.
—Sí, claro. Llámame y paso por ti.
—Bueno mi amor— se levantó, se acercó a mí y dejo un beso corto en mis labios—. Ya me voy, estoy algo tarde. Te aviso luego para que vengas por mí.
Cuando Blake se fue, terminé mi desayuno y subí a cambiarme para salir, quería aprovechar para ir a hacer unas compras y pasar por una librería por unos ejemplares de medicina experimental. Tenia la idea de hacer un pos grado en Estados Unidos mas adelante y me había llamado la atención los avances en esa área.
Me subí al auto y fui directo al centro, caminé y recorrí las calles renovando las energías, poder hacer esto era casi un lujo para alguien que trabajaba más de dieciocho horas diarias.
Cerca del mediodía, con todo lo que había comprado, entre a un pequeño restaurante. La mesera me llevo hasta mi mesa y me pedí un aperitivo mientras pedía mi comida, saqué el libro que había comprado y me dispuse a leerlo, pero antes de que pudiera pasar la primera página, el ruido de la puerta hizo que levantara la vista, no tenía idea de porqué, pero la vi, ahí estaba.
Era ella y lo sabía porque esos ojos que miraban todo a su alrededor, habían sido los mismos que no habían salido de mi cabeza desde hacía más de dos semanas.
Un hombre entro detrás suyo, paso su mano por su cintura y ese gesto, removió algo incómodo dentro mío, ¿era su novio? No tenía ni idea, pero ilógicamente, no me gusto. Ella nunca me vio, ese hombre le dijo algo y cuando la mesera se acercó a ellos los guio a una mesa no muy lejos de la mía.
Traté de ignorar su presencia, y volví a mi libro hasta que me trajeron la comida. Era imposible porque cada tanto, mis ojos de forma involuntaria y casi de forma magnética la buscaban, ella se veía tan fresca y natural riéndose de cualquier cosa que ese sujeto le dijera.
Cuando termine de comer y pague, le di una última mirada, en ese instante me vio. Se me quedo mirando fijamente y con un asentimiento de cabeza y una sonrisa me saludo, no me atreví a acercarme, no era el momento, no cuando estaba acompañada, asiqué le devolví el gesto y me fui.
Los días habían pasado como agua y ya habían transcurrido cuatro semanas de su consulta y ella aun no me había escrito, juro que ya estaba perdiendo toda la fe, podría haber sacado su teléfono de los registros, pero, ya le había dado el mío y si no me había mandado un mensaje me parecía raro hacerlo yo.
¿Quería tenerla? Sí, pero tampoco quería parecer un desesperado.
Sin embargo, una tarde cuando estaba entrando a casa me llego un mensaje de un número desconocido, casi por instinto me detuve en la puerta y antes de desecharlo, lo abrí.
Sonreí.
Número Desconocido [19:20]: Buenas tardes doctor, soy Lila Sinclair, estuve hace un mes en su consultorio, quería avisarle que ya tengo los estudios, y por supuesto ya saqué turno para llevárselos mañana, lo veré en la consulta. Saludos.
Me quede inmóvil viendo mi teléfono, su mensaje era corto, especifico y no supe que responder, me quede como un idiota sabiendo que mañana la iba a volver a ver.