III. Mandatos

3161 Words
Harry Las luces titilaban en distintos colores, las personas se movían de un lado al otro en un ritmo constante mientras seguían a la música con ese vaivén frenético, me encontraba en el ala VIP de uno de los antros más solicitados de Nueva York. Le Puppet. Se suponía que yo no tendría que estar en estos ambientes, lo tenía prohibido, pero había venido por trabajo y decidí pasar a distender un poco, los protocolos me tenían agotado, los reclamos de mi madre en un punto extremo, las presiones sociales marcando el ritmo, mi vida siempre era monótona y no paraba de recibir indicaciones de todo lo que tenía que hacer, hasta para ir al baño tenía que seguir ciertos protocolos, estaba agotado. — Señor su madre ha preguntado dónde se encuentra. Mire a uno de mis hombres, me contuve rodar los ojos porque era de mala educación, pero quería hacerlo, en más de una oportunidad tenía la necesidad de hacerlo, pues mi madre era la causante de mi mayor grado de estrés, ella siempre estaba siguiendo mi rastro e intentando manejar mi vida de acuerdo a su plan, un plan del que yo no quería saber nada, pero del que no podía desentenderme pues mi madre era nada más y nada menos que la reina. Es decir, que yo era el príncipe. Había nacido en Londres, eso quiere decir que era hijo nada más y nada menos que de la reina de Inglaterra, por lo tanto, estaba dentro de la nobleza británica, era el momento de las trompetas. Había crecido dentro de un gran palacio de pisos relucientes y enormes escaleras, pasé mucho tiempo entre medio de servidumbre y muchachas que me decían cómo sentarme, a qué hora comer, qué podía hacer y que no podía. Fui feliz, no voy a decir que no, mamá era dentro de toda una madre bastante presente, dentro de lo que cabía, siempre estaba atenta, pero pasaba más tiempo en su trabajo. Detestaba en muchos aspectos ser de la realeza porque no solo tenía que hacerme cargo de mi vida, sino que también debía ayudar a mi pueblo, ser un buen gobernante y darle todo aquello que necesitaban para poder vivir bien. — Por favor, dile a mi madre que me encuentro en el hotel durmiendo, luego de una gran jornada – me miró y volvió a mirar al tumulto de gente. — Señor – no le gustaba la idea. — Te recompensaré Frederic, como siempre – siguió con su teléfono respondiendo a mi madre. — La señora espera su presencia dentro de dos días sin falta – dijo en voz baja junto a mi oído y afirme. — Y ahí estaremos, sin falta, no te preocupes – trate de tranquilizarlo – Pero ahora… - bebí un poco de whisky – Necesito un momento para disfrutar con mis amigos. Señale el grupo que se encontraba en la mesa, tenía varios conocidos aquí en Nueva York, Estados Unidos había pasado hacer una especie de segunda casa para mí, lo había tomado como mi pequeño lugar de descanso, aquel lugar donde mi mente y mi vida se ponía en stand by. En uno de mis tantos viajes con la ONU y la parte comercial, me encontré con un grupo de empresarios que quisieron hacer negocios con nosotros, no me pareció mal, aunque claramente no necesitábamos de ellos para poder prosperar, no obstante, me dejó un grupo de amigos dentro de las familias adineradas. Las personas con las que ahora compartía una copa, porque más temprano solo me había socializado con las personas de asuntos internacionales. Estábamos tratando de mantener un estado de paz con Norteamérica mientras que hablábamos del comercio y las formas en las que ejecutaremos la prosperidad de ambos países, yo no podía meterme en nada que sea política, pero me había interesado mucho sobre el comercio exterior y sus formas de explotar nuestras riquezas, no es que necesitáramos América, éramos grandes comerciantes, pero los aliados siempre venían bien. — Y ¿Cómo van tus cosas Harry? – Douglas habló desde el otro lado de la mesa en lo que parecían gritos. — Todo según lo planeado, estoy aquí por solo unos días – se quejaron. — Pero acabas de llegar ¿Por qué no te quedas unos días más? — Imposible, tengo que volver, debo estar presente en casa en dos días, nada muy complicado, obligaciones. Jeremy sonrió de lado desde el otro lado de la mesa y negó antes de volver a mirar a los demás chicos, sabía lo que pensaba, a comparación de ellos, siempre hablaba tranquilo, nunca elevaba la voz, mantenía un semblante serio, siempre con impecable y mi postura era la adecuada. Espalda recta, buen porte, voz firme, todo según lo indicado, mi forma de hablar, de moverme, siempre mantenía un orden, no podía ser distinto, pues se esperaba grandeza de mi parte, siempre tenía que demostrar aquello que por herencia poseía, estatus. — Eres muy rígido Harry, no te diviertes, no te permites flaquear, es como si hubieran metido un palo en tu trasero y lo han dejado allí de forma permanente. Uno de mis hombres miró de reojo a Michael mientras que hablaba, las groserías no estaban en nuestro lenguaje, pero entendía que ellos por ahí podían hablar así, su forma de tratarse y la manera en que se dirigían a las personas denotaba en gran manera, la falta de educación, aun cuando tenían plata. — Un hombre poderoso siempre usa la palabra y su voz para demostrar dónde se encuentra – cruce mi pierna – No importa la situación, en eso se basa, cuando yo entro a un lugar – señale el ambiente – Impongo respeto, siempre. solo había que ver cómo me trataron cuando llegué. — Eso es lo más egocéntrico que he escuchado en mi vida – dijo y los demás rieron. — Lo es, pero, te entiendo – Douglas volvió a hablar – Vivir tu vida no debe ser sencillo, sobre todo cuando no te dejan vivir – en eso tenía que darle la razón. — En eso, amigo mío estamos de acuerdo, pero ahora no estoy en Londres – les sonreí – De modo qué, no me preocupare por ello – terminé mi vaso y me levante – Si me disculpan caballeros, tengo una chica en el sector este que no ha parado de mirarme, con su permiso. Nunca íbamos a estar de acuerdo, ninguno de nosotros, ellos tenían una forma de ver la vida diferente a la mía, porque vivíamos diferentes realidades. Acomode mi saco y desvié mi para observar a la muchacha del otro lado del salón, le sonreí de lado, saludé a mis amigos con la cabeza y observé a mis guardias dándoles una clara insinuación de lo que pasaría a continuación. La chica movió su escote y me acerqué para llegar a ella, había pasado gran parte de la noche insinuándose y haciéndome gestos, señale la barra con mi cabeza y comenzó a caminar hacia ella mientras que yo iba por otro vaso de whisky, me gusta beber, era parte de mi día a día, un pequeño trago, un puro y una buena charla podría ocasionar que mi humor mejorara, pero en este caso y en este lugar, lo más probable es que no encontrará nada de eso. Solo saciara mis placeres carnales. Las personas bailaban de un lado al otro, sus cuerpos sudados te rozaban cuando se movían, no importaba cuanto pegaran sus cuerpos, algo que hacían de una forma provocadora y poco decente, siempre terminaban rozando parte de tu cuerpo. No tenía permitido hacer estas cosas en mi país, no podía pasearme por estos lugares porque tenía que dar una buena imagen, incluso en lo referido a las mujeres, mi destino estaba escrito, un matrimonio arreglado, debía casarme con quién decidiera mi madre que era mejor para nuestro futuro, alguien de clase, con los modales apropiados, alguien que diera una buena imagen a la corona. Me iba a casar con alguna interesada que quisiera darme un hijo, adquirir un poco de poder y eso no me gustaba, no obstante, mi madre me tenía prohibido casarme con un plebeyo, no podía elegir, pero ahora no me encontraba ahí, mi progenitora estaba lejos y yo podía estar tranquilo para poder hacer lo que quisiera y disfrutar de mi noche. El DJ puso una canción del momento y todo el mundo comenzó a saltar, levanté la mano a una de las chicas que se encontraba del otro lado de la barra y se acercó a mí inmediatamente para recoger el dinero que había dejado y sonreírme. — ¿Qué le puedo ofrecer esta noche? – no había sido la misma que me atendió cuando llegué era la primera vez que la veía. La chica era bellísima. Su cabello oscuro estaba recogido en una coleta alta, tenía los ojos rasgados y la mirada profunda de un color chocolate, su piel morena brillaba con las luces del lugar dándole un efecto más achocolatado, llevaba la misma remera que el resto de sus compañeros un top n***o a un juego con un jean apretado que llegaba hasta su cintura. — Eso depende, ¿tú estás en la lista? – hable con coquetería y ella me sonrió antes de mirar a mi lado. — Si sigues disponible para cuando acabe mi turno, no tengo problema. – respondió coqueta antes de tomar la botella de Whisky y servirme dos medidas. – Que lo disfrutes. Un carraspeo a mi lado me hizo girar mi rostro, me era imposible no mirar mujeres y encontrar las fallas en su educación, no me gustaba que me carraspearan, me hicieran caras, mucho menos que rodaran los ojos, eso no iba para una dama, las damas sonreían, se vestían bien y hablaban de forma elegante. Sin embargo, en un lugar como este era un poco imposible encontrar aquellas cualidades. — ¿Qué hace un hombre como tú tan solo esta noche? – ronroneo y se volvió aquí inclinar mostrándome sus pechos. — Tratando de encontrar un poco de diversión para terminar un día agotador – dije con voz ronca imaginándome las cosas que podríamos hacer juntos. — Vaya, un inglés, puedo decir que soy la mujer más afortunada del lugar esta noche. Pasó sus dedos por la barra y luego lo movió hasta donde estaba mi mano para acariciar el dorso de esta con delicadeza, me quedé mirando su toque y luego volví mi vista ella. La muchacha era rubia de ojos claros, sus curvas eran perfectas pero la manera en que vestía dejaba ver su vulgaridad, ropa muy corta, mucha piel expuesta, era todo lo contrario a lo que buscaba, pero yo no estaba aquí para casarme con ella, ni mucho menos tenerla como algo, estaba aquí para distraerme antes de volver a casa, donde tendría que mantener mis modales todo el tiempo posible hasta que pudiera contactar con algunas de mis chicas. — Seguramente serás la mujer más afortunada de todo el lugar, sobre todo por lo que puedo hacer obtener de todo esto. El doble sentido en mi frase fue claro, pero sus ojos brillaron no por lo que podía obtener de mí en las cuatro paredes de mi habitación en el hotel, sino porque aquella mujer había visto el signo peso en mi cabeza, algo que solía pasar con frecuencia cuando entrabas en estos lugares. — ¿Y qué tiene que hacer una mujer como yo para que un hombre como tú le dé aquello? – no hablar. Ya estaba, tres simples palabras y ella estaba dispuesta a hacer cualquier cosa conmigo, era increíble como un poquito de lenguaje corporal e inteligencia lograban cosas, eso y una buena billetera, era todo lo que se necesitaba para poder obtener un poco de diversión esta noche. Aunque la realidad era que con la billetera y el acento se podía hacer todo, no me consideraba un hombre feo, para nada, nunca tuve problemas a la hora de estar con una mujer, solían ser bastante entregadas y dispuestas a todo cuando las conocía, y eso siempre era bueno pues podría tener un poco de sexo casual y volver como si nada hubiera pasado a casa. — ¿Y qué es lo que quieres hacer esta noche, cariño? – sonreí de lado mientras que la observaba ya ella volvió a inclinarse para mostrar un poco más su pecho. — Podrías acompañarme a mi habitación en el hotel la mire ¿Estás de acuerdo? – su uña se clavó en mi mano – Quizás allí podamos divertirnos un poco. Tomé un poco más de mi whisky sin quitarle la vista de encima, sus dientes asomaron una gran sonrisa antes de tomarse su trago y acomodar su bolso en su hombro, me bebí lo que me quedaba y dejé el vaso junto con una gran propina a la chica que acaba de tenderme, volvería mañana por ella y luego viajaría a casa, era un plan perfecto. La mujer caminó delante de mí y coloqué mi mano en su cintura para guiarla a la salida, mis hombres comenzaron a caminar detrás nuestro a una cierta distancia mientras que nos movíamos directo al auto blindado que me esperaba del otro lado de la puerta. Nos abrieron y le ayudé a subir para acomodarme después a su lado. No pasaron ni dos segundos desde que me senté cuando su cuerpo se lanzó sobre mí, sus manos fueron a mi cuello y su boca no tardó ni un segundo en estar encima de la mía, pasé mi mano por su pierna y dejé que nuestros labios se juntaran en un baile frenético. Solo éramos una masa de manos moviéndose. Me aparté de ella y comenzó a besar mi cuello, moví mis manos a la puerta en busca del botón que estaba en ella para cerrar la ventanilla que separaba la parte trasera de la delantera, un vidrio blindado que está dispuesto para mantener la privacidad en las charlas de la familia o en este caso en mis salidas con mujeres. No se apartó de mí en ningún instante, solo se mantuvo con su cuerpo pegado al mío mientras que me besaba frenética y no soltaba mis labios bajo ninguna circunstancia. No era la mejor del mundo en esto de los besos, su boca se movía de forma rara y usaba demasiado su lengua a la hora de hacerlo, no me resultaba desagradable, pero tampoco era algo que quería hacer por más tiempo. Reconocí el hotel al ver que bajábamos y me aparté de ella sintiendo un gran alivio cuando el auto estacionó, acomodé mi cabello, limpié mi boca y abrí la puerta bajando con ella detrás de mí. No me interesaba que nadie del Hotel supiera que había venido con una mujer, por lo que entramos por el ascensor que se encontraba justo en el estacionamiento subterráneo, mis hombres se encargaron de ponerse delante de ella frente a la cámara y la dejaron contra una pared mientras que yo acomodaba mi ropa y limpiaba mi boca con cierto asco. Era la última vez que traía una mujer conmigo sin haberla besado antes, esto no podía volver a pasar Me despedí de ellos apenas pasé la puerta de mi habitación, me deshice de mi saco dejándolo en uno de los sillones, estaba dispuesto a tomar otro vaso de whisky cuando su cuerpo se volvió a lanzar sobre el mío, pero esta vez corrí mi rostro para luego girarla y dejar su espalda contra mi pecho. No me volvería a besar más, bajo ningún concepto su boca volvería a tocar la mía. La llevé de esta forma hasta la habitación y la empujé sobre la cama mientras que mis manos acariciaban sus muslos y ella volví a estar boca arriba, quiso hacer el intento de tocarme, me alejé y negué al mismo tiempo, esto era mi modo yo llevaba el poder yo mandaba en cada parte de esta situación así que le gustaron o no ella tendría que seguir mis órdenes. Desprendí mi camisa, luego mi pantalón y dejé todo descubierto, sus ojos pasaron por mi cuerpo para luego detenerse en mi anatomía. Señalé con mi cabeza y afirmó antes de relamerse los labios y comenzar a hacer sus deberes. La noche no fue mala, resulta que es mejor en eso que besando, pero no me iba a detener en eso, porque lo primero que vi en la mañana fue mi pantalón siendo arrojado a mi rostro con furia. — Durmiendo después de una larga jornada laboral – la voz de mi madre me hizo sentar de golpe – Tú crees que yo voy a creer esas excusas – miró a la chica que dormía a mi lado – Levántate ahora mismo, toma tu ropa y sal de esta habitación. La rubia a mi lado se volvió con las sábanas al darse cuenta de que no solo estaba mi madre, sino que había varios hombres a su alrededor pasó directo al baño mientras que yo me quedaba en la cama cuando el pecho desnudo observando a la mujer que acababa de ser mi día un poco más miserable. — Estás en mi habitación, estoy desnudo y quisiera un poco de privacidad, por favor madre – sonrió con falsedad y se acomodó en uno de los sillones. — No tienes nada que no haya visto cuando te cambié los pañales – giré mi rostro para verla. — ¿Tú cambiando pañales? Vaya necesito ver alguna foto de eso – su gesto se endureció por completo. — Solo vengo para avisarte que en unos días te casas, encontré la mujer para ti, así que será mejor que empaques todas tus cosas y vuelvas a subirte al avión, es el último viaje de negocio que haces, ya está todo arreglado y en marcha – se levantó molesta – Accedió a darte un hijo por un precio justo, está al tanto de todo, no necesitas más de este tipo de servicios, comenzarás a prepararte para cumplir con tu deber La puerta se abrió mostrando de nuevo a la rubia ya vestida, mi madre la miró de arriba abajo y negó con desaprobación antes de mover la mano a uno de sus hombres que sacó un bolso para dárselo a la mano. — Tiene el monto suficiente como para que no aparezcas nunca más, adentro hay una pastilla, tómatela y asegúrate de evaporarte de mí vista. Estaba esperando que dijera algo en contra de ella, no la conocía y la estaba tratando como una cualquiera, sin embargo, la chica afirmó, sacó la pastilla, se la tomó frente a sus ojos y salió por la puerta sin volver a mirar. Esta era mi vida, era el hijo de la reina, el príncipe, un hombre que estaba a punto de casarse con otra caza fortuna, para seguir con el linaje sanguíneo, lo que mi madre no sabía es que yo no pensaba tocarle un solo cabello.
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