I. La Reina
Diana
La luz del sol golpeó mi rostro haciéndome abrir los ojos, observé a la criada abrir las ventanas y suspiré mientras que me sentaba tratando de despertarme, tenía sueño, anoche me había tenido que quedar hasta altas horas de la madrugada para preparar un examen final, fue el único momento que tuve libre, ya que mi madre por lo general llenaba mi agenda de eventos sociales para que dejara aquel tema de la universidad.
Creo que podíamos decir que ella no era gran fan mío, de hecho, creo que me toleraba lo suficiente como para llevarme en el día a día, era distinto con mi hermana mayor, Ava, mi madre tenía una cierta fascinación por no decir favoritismo con mi hermana mayor, esas dos eran súper unidas mientras que yo, al no estar interesada en todo lo referido a la moda y en los eventos sociales, pasé a ser lo que algunos consideran al Oveja Negra de la familia.
— Señorita tiene que levantarse, su padre la espera para desayunar – Madeline sacó un vestido de mi armario y lo dejó encima de la cama para luego irse por todas las demás cosas.
Tenía que agradecerle a la moda el haber mejorado la indumentaria femenina, para mi suerte ahora no tenía que llevar esos vestidos pomposos y largos. En la época antigua se usaban calzones, calzas y camisas cubiertas con una enagua de seda o lino. Por encima de la enagua usaban un vestido largo con una pequeña cola que estaba cubierto por una túnica lujosa.
Algunas mujeres llegaron a sufrir bastante debido a esas prendas, ya que en la antigüedad hasta corset usaban.
Pestañeé un par de veces más hasta funciono, el sueño se disipó y me encontraba lista para comenzar a vestirme nuevamente, era algo diario, Madeline entraba por la puerta, abría las cortinas, me destapaba, buscaba mi ropa, preparaba mis cosas, peinaba mi cabello y luego yo bajaba a desayunar con mi padre, solo desayunaba con él, mi madre estaba lo suficientemente ocupada como para no compartir la mesa con nosotros.
— ¿Por qué ese vestido Madeleine? Es solo un desayuno – me lo coloqué y prendió el cierre de mi espalda.
— El día de hoy tienen un evento social, deben ir a un acto real, la reina ha solicitado que todas las familias se hagan presentes – genial – Su padre me ha mandado a colocarle su mejor vestido.
Me observe en el espejo, el vestido no era feo, estaba hecho de seda fina en tonos rosa pálidos, pero no era el mejor vestido que tenía, lo sabía, en mi guardarropas se encontraban mejores, sin embargo, estaba segura que mi madre le había dicho que no me arreglara lo suficiente, la que tenía que destacar era mi hermana y a mí no me molestaba, porque ella era la hija mayor y eso le daba mucha más responsabilidades que a mí.
Yo no me sentía cómoda en estos ambientes.
— Madeleine – hable mientras que me sentaba para que me peinase – Dime, ¿Qué sabes del evento? – sus ojos dieron al espejo y luego volvieron a mi cabello.
Madeleine era una de las criadas de la casa, la mejor si me la preguntan, su piel era de un tono chocolate tan oscuro que brillaba cuando le daba el sol, la había visto una vez con el cabello suelto y tenía pequeños rizos que adornaban todo su cuero cabelludo, eran perfectos, parecían pequeños resortes que saltaban una y otra vez.
Ella había sido la encargada de cuidarme desde que era chica y la mejor dentro de la casa, los demás seguían las indicaciones de mi madre, pero ella no.
Ella solo hacía lo que mi padre le decía y me trataba con cariño, algo que las demás criadas no hacían, por lo que cuando cumplí la mayoría de edad, hablé con mi padre y le solicité que solamente Madeline se hiciera cargo de mí, papá no tuvo problemas, al contrario, dijo que era como mi nana y aceptó que fuera ella la única que entrara a mi cuarto, mamá enloqueció, pero no dijo mucho, yo no me metía en sus asuntos y ella pensaba que no tenía sentido entrar en los míos.
— La reina está buscando pareja para el príncipe - ¿todavía se hacía? – Ha solicitado que todas las doncellas de la realeza se hagan presente en la reunión, va a elegirlas – hice una mueca.
— Eso suena aburrido, muy aburrido – afirmó mientras recogía mi pelo y me hacía pequeños bucles.
— Es parte del protocolo, el príncipe ya tiene la edad suficiente para adquirir una esposa y la reina es quien decide con quién se casa – la mire a través del espejo.
— Eso es anticuado, él solito puede buscarse una mujer con la cual casarse – sonrió mostrando sus dientes blancos.
— Se dice que el príncipe es todo Don Juan, belleza única, carisma, pero tiene ese defecto, ama a las mujeres en general y no planea casarse con ninguna, no hay fotos, nadie lo ha encontrado, pero se habla de ello por todos lados
No me asombraba lo que acaba de decirme, todo el mundo dentro del círculo hablaba de los engaños que había sufrido la reina por parte del rey, decían que el matrimonio era una falsa, pero que lo mantenían así por las apariencias, me imaginaba que a ellos no les interesaba aquello de conseguir una persona que te amara, solo querían alguien que le diera un hijo, un heredero.
— Creo que no es justo – me queje – Yo no estoy en la lista para obtener marido, mi hermana es más grande, irá ahí, perderé casi todo el día y no podré estudiar, mañana tengo mi primer final – sonrío.
— Lo sé, cuándo vine en la madrugada la encontré durmiendo arriba de sus libros, se lo saqué de la cama para asegurarme que no le quedara ninguna marca, pero señorita, si no va, su padre le va a quitar eso, serán solo unas horas, luego puedo volver a casa y terminar de hacer lo que quiere.
En eso teníamos razón, conseguí mi permiso para estudiar luego de una gran insistencia hacia mi padre, él se había negado diciendo que tenía que aprender lo básico para comportarme en sociedad, ser una buena esposa y manejar asuntos protocolares, yo no quería eso, quería ser más que solo una simple esposa, no quería que me vieran como un adorno, no quería sentirme uno tampoco, tenía sueños, metas y quería tratar de cumplirlas.
Yo no estaba diseñada para hacer de florero al lado de un hombre, no era lo que a mí me gustaba, yo quería hacer un cambio en mi vida, vivir, tener conocimientos y poder tener una charla con personas sabiendo los temas, no solamente de las cosas que por legado tenía que aprender.
Mi abuela siempre decía “te tomarán en cuenta cuando vean que tu cabeza tiene más que lo que puedas dar con tu físico, vivimos en una sociedad muy machista, las mujeres somos un adorno, pero no hay nada más seductor que una mujer inteligente, entonces tú mi niña, tienes que ser inteligente o terminarás como tu madre y hermana, yendo a eventos sociales y sonriendo mientras que afirman a cada cosa que les dicen”
Fue cuando puse en práctica la carta del marido, le dije que podría conseguir un mejor esposo sí tenía mejores cualidades a la hora de casarme, hablé de la importancia que era poder hablar acorde a la situación, recalqué todas las cosas que la profesión podía enseñarme para hacer, no solo una buena esposa, sino también alguien que acompañe en su legado, alguien que le ayude a prosperar cuando las cosas no funcionen, usé mi carta y modifiqué todo a mi favor hasta que cedió.
— Ya está listo, se ve agraciada.
Me observé en el espejo frente a mí, mis ojos llevan sombra color melocotón y mis labios apenas un poco de brillo, había puesto un poco de color en mis mejillas y recogido mi cabello en un peinado sofisticado.
Mi vestido rosa era cerrado en el cuello y largo hasta por abajo de la rodilla, marcaba mi cintura a la perfección gracias a una cinta que saltaba en mi espalda con un moño perfecto.
Llevaba tacones blancos y un pequeño bolso de manos.
Miré a Madeline y ella tomó un sombrero para pasármelo, no me lo iba a poner ahora, pero tendría que llevármelo ya que seguramente estaríamos en el jardín, un lugar donde el sol abundaba en este día hermoso, lleno de luz y con un calor abrasador.
Baje las escaleras tranquilas y me dejé guiar por las charlas, coloqué una sonrisa a mi rostro y entré con delicadeza al comedor donde mi padre, madre y hermana se encontraban, me incliné levemente y dije un buenos días mientras que me sentaba en mi lugar.
— Te ves preciosa hija, ese color te favorece muchísimo – sonreí a mi padre.
— Muchas gracias papá, el vestido es bellísimo, te lo agradezco, es uno de los que me compraste en tu último viaje – mis ojos fueron a mi hermana que acababa de poner los suyos en blanco.
— No entiendo para qué le sigues comprando ropa, es obvio que tiene ya en cantidad, mira cuando ha decidido usarlo, tu último viaje fue hace meses. – mamá hablo molesta y yo lleve mi vista ella.
— No lo he podido usarlo porque en los últimos eventos has decidido ir solamente con Ava – hable tranquila y mi padre la miró.
— ¿Cómo que has decidido ir solo con ella? Tienes que llevar a las dos niñas Amelia – sus ojos cargados de reproche volvieron a mi rostro.
— Ava se encuentra en su presentación, ella ahora está demostrando su calidad como mujer, es normal que la lleve a los eventos, ya tiene la edad suficiente para contraer matrimonio y necesitamos que los hombres de la sociedad la vean – necesita - ¿De qué otra manera puede pedir su mano? – papá pensó sus palabras y afirmó volviendo a desayunar.
— Sí, tiene que ir a los eventos sociales, es importante que la observen y conozcan, de otra manera no podrá tener propuestas de matrimonio – mi hermana me observó ladina y lo miro.
— Estoy preparada para dar mi mejor impresión padre, hoy la reina va a elegir a la mujer del príncipe y sé que voy a estar acorde a lo que ella quiere, ustedes me han educado muy bien, he tenido los mejores profesores del país, se idiomas, se todo lo referido a ser la esposa perfecta, tengo a mi madre y a ti como ejemplo – me miro – Hice todo lo que se espera de mí – la maldad tiñó su voz – Sé que de ella me elegirá.
Definitivamente mi hermana estaba chiflada, las posibilidades que la reina la eligiera a ella como la esposa del príncipe eran ínfimas, estaba segura que aquella mujer hacía un análisis completo de sangre, era capaz de ver hasta tus antepasados con tal de asegurarse de que la pureza de su linaje siguiera.
Pero eso no era todo, mi hermana ya no era virgen, algo que estaba segura, no le iba a gustar a la reina, ella quería mujeres de clase, señoritas que no hayan estado por ahí emborrachándose y entregando su virtud al primer chico que se les cruce por enfrente, mi hermana era la que hizo todo eso.
La había descubierto en el baño del Grand jeté con un lord, el hijo de un conde, habían venido para el aniversario del rey y la reina, una de las pocas veces que hicieron un evento social de esa magnitud.
En fin, mientras que yo paseaba por el jardín y comían algunas magdalenas, mi hermana probaba al hijo del Conde, un chico guapo que le prometió matrimonio y millones de cosas más, para luego partir de la ciudad apenas terminó el evento, mi hermana se quedó acá llorando y pidiéndome por favor que la ayudara a que mamá no descubriera aquello.
Lo hice.
— Sé que sí, mis hijas son dos damas decentes que pueden ofrecer lo que desea al príncipe, ambas son bien educadas, con clase y mantienen su virtud intacta – mire mi hermana divertida y ella abajo a la vista.
— Eso es lo mejor hermana, tienes todo lo que ella busca, no habrá de que preocuparse – le sonreí y me miró molesta.
Tuve que contener la sonrisa que se estaba formando en mi rostro, hubo un momento donde yo hubiera hecho cualquier cosa por Ava, ahora ya no podía decir lo mismo, ella había acabado con toda mi confianza cuando decidió ponerse en papel de mala conmigo, había adoptado la misma postura que mi madre, me trataba como si fuese paria y no le había hecho nada.
Por lo que decidí alejarme de ella.
— Bien ya estamos todos listos, tendremos que comenzar el viaje, es largo, busquen sus sombreros, lleven abrigo y compórtense, de esta tarde depende nuestro futuro, cuando el príncipe vea a tu hermana quedará encantado, tiene todo lo que a él le gusta y nosotros tenemos que dar una buena impresión para que nos acepten – mi madre me miró – Por lo que te voy a pedir Diana que no vayas por ahí, no toque los animales, ni estés hablando con todo el mundo solo dedícate a lo tuyo.
— ¿Puedo respirar? – papá me miró.
— Exacto, la última vez acariciaste al pulgoso ese que estaba por el jardín, te manchó tu vestido, eso no es bien visto, tienes que empezar a controlarte, las damas no hacen ese tipo de espectáculos – mi hermana acompañó los dichos de mi madre.
— Estén tranquilas, lejos está en mí querer arruinar tu futura propuesta de matrimonio, es más me comportaré tan bien que la reina quedará encantada contigo y la familia, tú te irás a vivir al Palacio de Buckingham y yo te extrañare.
Sus ojos brillaron con alegría y me felicité mentalmente, no había notado mi sarcasmo, definitivamente ellas creían que se iba a ocurrir, cuando yo sabía que lo más probable es que aquella mujer supiera lo que había pasado en su aniversario, tenía gente por todos lados, varios espías controlando a la multitud y viendo cómo se comportan.
A mí hace mucho no me preocupo, yo pasee por los jardines y me encontré con un perrito al cual acaricié, no era lo protocolar, pero no había nadie mirándome, bueno seguramente alguien estuvo mirándome, sin embargo, no tenía que gustarle a nadie y eso ayudaba.
El camino al castillo de Windsor fue largo, el auto de mi padre atravesaba las calles para tomar la ruta directo al lugar, estaba acostumbrada a esto, pasear por grandes caminos, mirar el paisaje, la forma en que los árboles se movían y soportar charlas interminables de mi hermana y madre sobre moda, hombres y cosméticos.
— Entonces ¿Cuáles son tus mejores cualidades? – las miré y volví a ignorarlas para tomar uno de mis libros.
— Se hablar dos idiomas, ya estoy aprendiendo un tercero, se planchar, coser, cocinar, aunque de eso se encargan las criadas, quiero tener muchos hijos, soy una mujer muy empática a la cual le gusta ayudar, hago trabajo solidario y amo leer.
Era increíble como mentía mi hermana, jamás en su vida había colaborado con nadie, una sola vez la llevaron a alimentar a niños sin hogar y empujó a uno porque le tocó la ropa, no le gustaban los niños, mucho menos hacer trabajo solidario, hablaba en nuestro idioma y un poco de inglés por las canciones que escuchaba, no hacía nada sino lo hacía una criada y leer, no la he visto jamás tomar un libro.
— No digas lo último, cuando te pregunte cuál es el último libro que leíste ¿Qué le vas a decir? – sus ojos fueron a mi libro.
— ¿Qué lees? – la mire.
— El mercader de Venecia – respondí.
— Ese fue el último libro que leí – la mire.
— Es la reina, ha leído, ¿Crees que no te preguntará de qué trata? – mi madre me observó molesta y movió la mano.
— Siempre lo mismo contigo, jamás apoyas a esta familia, desde que estás en esa universidad lo único que haces es vernos a nosotras como si fuésemos unas ineptas, y no es así – abrí mi boca con sus palabras y mi padre me observó.
— Diana tienes que dejar de tratar de esa manera a tu madre y a tu hermana, que te haya enviado a la universidad no quería decir que usaras aquello para burlarte de ellas.
— Yo no – me interrumpió.
— No me contestes, soy tu padre, me debes respeto y haces lo que yo digo, una vez más que escuche que te burlas de ellas y la universidad se acaba.
Observé como mi madre y hermana sonreían, lo habían hecho a propósito, habían buscado este punto para molestarme, apreté mis puños con fuerza y afirme despacio a mi padre para luego volver a mi libro, si ella quería mentir, que mintiera, yo no le iba a ayudar en eso, yo no iba a ayudar en nada de esto, solo venía por obligación, no era a mía a la que buscaban, apenas tenía diecinueve años.
Si algo bueno tenía ser la hija menor, era que no tenía que preocuparme por estas cosas, venir a esta reunión no significaba nada más que solo un acto de presencia, mis padres, Oscar y Amelia Loughty, eran los duques de Gales.
Estaba dentro de la nobleza, lo que me dejaba dentro de la línea de matrimonios arreglados, pero todavía falta un tiempo para mí, primero estaba mi hermana, ella era la que primera que se casaba y luego buscarían un marido adecuado a mi persona, tenía la leve esperanza que para esa altura las leyes hayan cambiado y yo pudiera simplemente obviar el asunto.
Quería casarme enamorada, tener una familia normal, vivir en una casa que haya obtenido por mis propios medios, trabajar de lo que me gustaba, tener hijos, poder ayudar a otros, era por eso que estaba estudiando medicina, quería viajar a países con bajos recursos para ayudar a aquellos niños de alguna forma, llevarles medicina, atender sus dolencias, quería marcar sus vidas, ser y un después en la sociedad.
El castillo de Windsor apareció frente a mis ojos, y las mujeres se pusieron histéricas, mi hermana arregló de nuevo su cabello, controló su maquillaje y el atuendo.
En este momento comenzaba el espectáculo.
— Será mejor que te comportes ñoña – me miro – O hare de tu vida un infierno.