IV. Deber

3156 Words
Diana — No puedes hacerme esto – mi voz salió chillona – No puedes casarme, no – lo miré molesta mientras que él observaba los papeles. Había venido a su despacho después de que la reina se fuera de casa dejando un caos por todo el lugar, el corazón latía frenético mientras que caminaba por aquel pasillo recordando las últimas palabras que me dijo. — Llévate todo lo que quieras querida – acomodo su cartera y me observó. — ¿Qué? – balbucee. — Puedes llevarte lo que quieras, pero lleva todo apenas te vayas de acá – miro el lugar – Si quieres alguna de tus criadas también puedes, pero que sea rápido, no volverás aquí – comenzó a caminar – Una vez que entras en el castillo, te quedas en el castillo. Eso no parecía un castillo más bien parecía una cárcel, cómo era posible que no pudiera salir después del Castillo o volver a mi casa, qué clase de lugar era ese que yo no podía volver a mi hogar, por mis cosas. Era ilógico lo que planteaba, parecía que esta mujer estaba viviendo en un mundo paralelo, ella tenía su propia realidad y se manejaba como si nada más importase, era como si ella mandase en la vida de todos, la mujer se había quedado en el siglo pasado. Y mi padre tambien, no podía creer como mi padre dejara que esto pasará. — Estoy ocupado Diana – no me miro – Vete a tu cuarto y prepara tus cosas, te vas en dos días – negué de nuevo. — No, no me voy a casar con él – dejo sus manos quietas – Ofrécele a Ava, convéncela de que se case con mi hermana – dejó los papeles en la mesa y giro para verme. — ¿Cómo? Dime cómo es eso posible – su tono se elevó – ¿Tu hermana? — Sí, solo dile que se case con ella. — Hablas de la mujerzuela que entregó su virtud al primer hombre que le vio – abrí mis ojos – Hablas de aquella mujer que ahora nos está condenando no solo a ti, a mí también a todo este desastre – siguió gritando. — Yo no tengo la culpa de esto – se rio. — Tú tienes la misma culpa – gruño – Sabías que ella se había acostado con aquel sujeto. – baje la mirada – Lo sabías y no nos dijiste – se rio – Fui a aquel evento para quedar como un asno. – movió los brazos molesto. — No es… La puerta se abrió de golpe y me callé, mi madre entró con mi hermana a su lado, Ava llevaba la cabeza gacha mientras que mi papá apretaba su mandíbula con fuerza a la misma vez que sus puños. Nos miró a las tres en completo silencio por al menos cinco minutos, espere que mi madre dijera algo, pero en lugar de eso simplemente se puso al lado de mi padre, cruzó los brazos y clavó sus ojos fríos en mí con mucho desdén. — Lograste lo que querías – dijo al fin – ¿Era eso no? Dejar mal a tu hermana y hacerle creer a la reina que era una cualquiera para que para quedarte con el príncipe – abrí la boca y la cerré de vuelta antes de mirarla sin comprender nada. — ¿De qué estás hablando? – logré decir al fin y ella jadeo horrorizada. — Ves cómo me habla – miro a mi padre – Siempre es lo mismo y tú la dejas – papá se pasó la mano por el rostro. – Seguro que ella le dijo a la reina de que tu hija se había acostado con aquel sujeto sin conocerla – me reí falsamente. — Yo le dije a la reina – señalé mi pecho y ella firmó. – Que tu hija no sepa respetarse no es mi problema – hablé firme y tono seco, mi madre me había agotado – No es mi culpa que ella haya decidido acostarse con aquel lord y no me interesa decirle nada a la reina, porque me parece una mujer completamente desagradable, no quiero casarme con el príncipe, no quiero casarme con nadie y no me voy a casar – mi padre volteo su cuerpo y golpeó todo todos los archivos de su mano en la mesa del escritorio. — ¡Basta! – grito – Quiero que las tres hagan silencio de una vez por todas, necesito que cierren sus bocas y se callen – giró para vernos – Mañana viene un médico de la ciudad, no solo corroborará que tú todavía sigas siendo virgen sino que va a ver que tú – sus ojos se desviaron a Ava – También lo seas – el color de mi hermana bajó varios decimales. — Cariño – la vos de mi madre flaqueo – Eso no es necesario, cómo vas a poner a nuestra hija en ese lugar – tomó su brazo y mi padre se alejó para observarla. — Tú lo sabías, sabías que anduvo como una mujerzuela por ahí entregando su virtud a cualquiera – la miró molestó. — Cariño yo no… - levantó la mano y mi madre se calló. — Te callas, las tres, no quiero escucharlas más, esto que está pasando es el resultado de tus malos actos – señalo a mi hermana – Es el resultado de andar como una cualquiera por la calle, de aprovecharte de la situación para hacer lo que se te dé la gana ¿Crees que algún esposo te va a querer así? Usada por otro. – grito y ella se achicó – Eres una cualquiera, tengo a una cualquiera en mi casa – mi hermana mordió su labio. – Y tú – miro a mi madre, esto es tu culpa, tú debías controlarlas, ¿Qué estabas haciendo? – mi madre parpadeo. — Yo no, no es… - negó. — Las quiero ahora a las dos fuera de mi despacho – giré para irme – Tú no Diana, tú te quedas acá, vamos a hablar muy claro – mire a mi madre que parecía a punto de sufrir un colapso mental – Fuera las dos, ahora – mamá abrió la boca para hablar – No es una pregunta, es una orden. Me quedé callada y parada en mi lugar mientras que mi madre salía del despacho de mi padre completamente disgustada, llevaba el gesto contrariado, la mirada dura y un deje de furia marcaba sus pasos que no dejaban de sonar contra el suelo. mientras que llegaba hasta la salida. — Papá – hablé cuando cerraron la puerta y el giro para verme – Me lo prometiste – me observo en silencio por un momento. — Puedes llevarte a Madeline si quieres – continuo – Acepto llevar a tu criada, ella te… - lo interrumpí. — No – abrió los ojos. — ¿Disculpa? – no pensaba callarme con esto. — Me parece completamente injusto que me estés haciendo esto, no he sido jamás una mala hija, hago siempre lo que me pides, voy a las reuniones, me comporto – mi voz salió entre cortada por la angustia – Por favor – comenzó a reírse. — ¿Te comportas? Su tono de voz se lleno de sarcasmo, lo mire sin comprender nada, simplemente esperando que mi papá apareciera, aquel hombre que me trataba como su nena pequeña, que me decía mi lucerito y besaba mi frente, extrañaba al hombre cariñoso y amoroso que conocí, que me crio, no quería a este sujeto en mi vida. — Sí, lo hago – respondí lo más tranquila que pude. — ¿Qué hacías tú hablando a solas con el sobrino de la reina? – parpadee. — ¿Qué? – no podía decirme en verdad todo esto. — Dime algo hija – comenzó – ¿Desde cuándo puedes hablar con un hombre a solas? – esto no podía estar pasando – O coquetear con ellos – no, no era cierto - ¿Por qué me tengo que enterar por la reina que estabas coqueteando con ese hombre? Mujer infernal. Me quedé helada mientras lo miraba, estaba completamente anonadada, no sabía qué decirle ni qué hacer, pues para mí no estaba haciendo nada malo, solamente estaba charlando con una persona que se me acercó, en ningún momento nos juntamos ni mucho menos coquetee con él, solamente respondí con educación a las preguntas que me hacía. Pero aquella mujer infernal le había dicho otra cosa, uso una situación y la manipulo a su antojo solo porque molestar. Es que esto no tenía lógica, no le caí bien, fui un poco sarcástica y le respondí, porque querría que yo fuera la mujer de su hijo. — Él se me acercó a mí yo solo estaba siendo agradable – sus piernas se movieron por el salón. — Agradable, le llamas ser agradable a sonreír como una mujerzuela a un hombre que no conoces, apartada del resto de las personas, dejando la impresión de ser una cualquiera delante de la sociedad – mi puño se cerró. — Que tu hija mayor haya hecho eso, no quiere decir que yo sea lo mismo, no puedes hablarme de esa manera – giro para verme. — Te he dado demasiadas libertades, te quedas ahí parada creyéndote más de lo que eres, actuando con completo libertinaje, cuando soy yo quién decide sobre tu vida y tu futuro, cuando es gracias a mí que tú estudias, porque si yo no pago, tú no estudias más – se acercó a mi – Y si tú no te casas con el príncipe, no solo te vas a ir de esta casa, sino que nos vas a dejar a todos en la ruina. — Yo no me voy a casar con él. – grite. Su mano se levantó y segundo después se estrelló contra mi rostro haciendo que mi cuerpo se vaya directo al piso, jadee adolorida y mira hacia arriba para encontrar a mi padre observándome silencioso y molesto, sus ojos estaban cargados de algo nuevo, desprecio, ira y decepción, dos pozos verdes llenos de rabia me estaban acuchillando mientras que arremangaba las mangas de su camisa para volver a su escritorio. — Te vas a causar con el príncipe Harry, no es una pregunta, es una orden, mañana cuando vengan a ver si tu virtud está intacta, dejaras que lo hagan – apreté mis puños y los dientes – Porque no voy a ir a la ruina por culpa de una mocosa como tú, te he consentido demasiado y creo que ahí está el problema – apreté mis labios y una punzada dolora llego – Si no aceptas casarte con el príncipe, la reina nos sacara todos nuestros dotes. — Ella no – ignoro por completo que estaba hablando y siguió. — Me sacarán mis títulos y nos dejaran la ruina, yo no voy a vivir en la calla, tu familia no vivir en la calle porque tú estás empecinada en no querer hacer lo que te corresponde – giro para mirarme – Te casarás con él, le darás un hijo y cumplirás con tus mandatos porque no voy a perder todo lo que he obtenido hasta ahora por culpa tuya, mucho menos por culpa de tu hermana, las preparé para que hicieran esto, para que sirvieran de algo y vas a tener que cumplirlo. Me levanté del suelo con los ojos llenos de lágrimas, mis manos estiraron mi ropa en un vago intento de estirarla mientras que levantaba el rostro y mi barbilla para mirar fijamente a mi padre. Sus ojos se quedaron en mi rostro mientras que me observaba con un claro enojo en la mirada. Yo no cambié mi gesto, estaba igual de enojada con él y me parecía una injusticia, él me había prometido que yo no me casaría hasta que terminara mis estudios, me había dicho que podía hacerlo tranquila y luego casarme, siempre y cuando no repitiera ningún año y ahora no lo estaba cumpliendo. — Me prometiste que iba a poder terminar de estudiar, me dijiste que no me casarías hasta que terminara mis estudios – la voz se me cortó un poco y cruzó sus brazos. — La situación ha cambiado, el futuro de esta familia depende de ti y lo vas a cumplir porque para eso te hemos criado – pasé las manos por mi rostro ofuscada. — No lo voy a hacer, no importa lo que hagas, me iré de la casa si es necesario, pero no me casaré con él – negó. — Lo quieres por las malas, lo podemos hacer por las malas, te quedarás cerrada a partir de ahora en tu habitación, no saldrás hasta que sea el momento de irte, me encargaré de pedirle a las criadas que te preparen la ropa y todo lo que tienes que llevarte, te irás en dos días como hemos pactado con la reina – la boda era después de mi llegada – Esto no es tu decisión Diana, es mía, yo doy las órdenes, yo mando en esta casa y ustedes simplemente la siguen – me señalo con el dedo – Eso es todo lo que tienes que saber y todo lo que vas a saber a partir de ahora. Negué y señaló la puerta, mi cuerpo giró y comenzó a caminar a la salida dispuesta a irme pero al abrir me encontré con dos de los guardias de la casa, volví a mirar a mi padre que me observaba sin ningún tipo de expresión, no lo reconocía y no podía creer que el sujeto que tanto había amado me estuviera traicionando de esta manera, mi cabeza no lograba procesar cómo era posible que mi propio padre me estuviera haciendo esto, yo no la había hecho nada, no merecía nada de lo que estaba pasando. Los hombres me escoltaron hasta mi cuarto y apenas pasé la puerta cerraron con llave, me gire de golpe y traté de abrirla en un vago intento de creer que mi cabeza me había traicionado y que nada de esto estaba sucediendo, pero no era así, él me había dejado encerrada y estaba obligándome a irme de la casa para formar parte un matrimonio del cual no quería saber nada, él estaba dispuesto a acabar con mi vida solo por mantener su estatus social. Me estaba enviando a mi infierno. Mis ojos recorrieron la habitación guardando cada pequeño detalle, las paredes blancas resaltaban con la luz del exterior, a mi derecha tenía un sillón rosado en el cual solía sentarme a leer mis libros, mi cama de dos plazas tenía barrotes de madera que se extendían hacia arriba y que dejaban colgando unas cortinas de tela que cubrían todo el interior evitando que vieran desde afuera. No aguanté mucho más y mis lágrimas comenzaron a correr por mi mejilla, di varios pasos hasta llegar hasta mi cama donde me tiré boca abajo y comencé a llorar apretando la almohada, pasé horas metidas ahí adentro, alejada de todos y solo escuchando los gritos de la casa. Mi padre estaba discutiendo con mi madre por todo lo que había pasado, ella no paraba decirle que todo esto era culpa mía y que seguramente le habría dicho algo la reina para quedarme con el puesto de princesa. No podía entender como alguien que decías a mi madre me odiaba de esa manera, no cabía en la cabeza de ningún ser humano que una madre fuera capaz de odiar a su hija, a su propia sangre, de tal forma. Cuando el sol cayó la puerta de mi cuarto se abrió mostrando a Madeleine con una bandeja de comida, me senté en la cama y ella se ahogó horrorizada, la mire sin comprender muy bien qué le pasaba y dejó las cosas en la mesita que se encontraba justo al lado de mi sillón de lectura para salir caminando directo al baño, junté mis cejas confundida y volví con el botiquín para sentarse en la cama y empezar a sacar cosas completamente desesperada. — ¿Qué estás haciendo Madeleine? – no comprendía nada de lo que le pasaba en este momento y ella parecía estar dispuesta a no decir mucho tampoco. — Esto puede arder un poco. Estaba para hablar de nuevo cuando colocó la gasa mi boca y presionó levemente, me quejé por el dolor, pero ella siguió desinfectando la zona luego tomó ungüento y comenzó a pasarlo con leves toques por mi mejilla, no tenía idea de que estaba haciendo ni mucho menos porque dolía cada vez que me tocaba, el dolor punzante se extendía por mi rostro hasta llegar a la parte superior de mi cabeza, me latía la mejilla y todo el sector izquierdo de mi cara. Mi gesto se contrajo y ella me observó con pena mientras que seguía curando mi boca y pómulo. — Tu padre es un inconsciente – negó – Si la reina hace de esto se va a molestar, dios si tu madre… no puede ser – suspiro – No puedes aparecer así en la sociedad – junté mis cejas confusas – La gente hablara – me levanté de la cama para pasar directamente a mi baño. Quede completamente horrorizada al contemplar mi reflejo en el imponente espejo, mi labio se encontraba partido en la esquina inferior izquierda, mi pómulo y mejilla tornándose un color violáceo y inflamados, toda la zona parecía una enorme bola, mi rostro se había desfigurado por completo, mi papá me había dejado marcada, él me había golpeado y marcado mi rostro sin ningún tipo de problema ni remordimiento. Había decidido lastimarme mi fisonomía aun cuando sabía que necesitaba estar presentable para dentro de dos días, ni siquiera había medido las consecuencia de sus actos. Era un inconsciente. Él simplemente había atacado y ya. Mis ojos se volvieron a llegar de lágrimas y pasé las manos por mi rostro en un intento de sacarlas, olvidando por completo que mis pómulos estaban lastimados. Me quejé del dolor entre dientes mientras sollozaba, Madeline entro en el baño para mirarme con sus ojos llenos de lágrimas, sabía que le dolía igual que a mí lo que había pasado, sobre todo por qué ella prácticamente me había criado, así que sabía que esto le dolía como si fuese mi propia mamá, porque en muchos aspectos lo era, ella era mi mamá. Salí del cuarto del baño algo desanimada, no entendía cómo habíamos llegado a este punto, mi padre jamás me había levantado la mano y en menos de dos horas no solo me había gritado y maltratado a su antojo, sino que también había hecho uso de la violencia conmigo. Mi labio tembló mientras que Madeline abría los brazos para recibirme en un cálido abrazo, solloce mientras que me acercaba a ella y dejaba que me envolviera en ellos para luego romper en llanto otra vez.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD