Antonio Kreigos, su esposa Lucrecia Kreigos y sus hijas Cecilia y Esperanza salieron a recibirla, Liluina bajó del carruaje vistiendo un abrigo blanco y miró el aspecto rustico de la mansión de piedra cubierta de nieve.
Su tío era el único sonriente – sobrina, bienvenida, te presentaré, ella es mi esposa Lucrecia y tus primas Cecilia y Esperanza.
Lucrecia Kreigos era una mujer exageradamente delgada con el cabello castaño y en cuanto a sus sobrinas, las dos tenían el cabello castaño y los ojos grises, y se veían enojadas de tener que estar afuera bajo el frío.
– Es un placer, tía, primas, muchas gracias por recibirme.
– Siempre eres bienvenida – le dijo su tía – hace mucho frío, entremos.
La mansión pertenecía a la familia y por los últimos quince años desde que se descubrió la mina, su tío fue enviado a administrarla, su abuela Magnolia Guinda se mudó y jamás regresó, al mirar a la mujer de cabello canoso encorvada en el sillón mientras bordaba, le sonrió – abuela – y ganó una mueca como respuesta.
Para Magnolia Guinda, la familia de su hijo mayor no existía, apenas enviudó recuperó su apellido de soltera y se dedicó de lleno al único hijo que le importaba. Viendo que no le respondía Liluina no insistió.
Antonio la siguió – debes estar cansada por el viaje, preparamos tu habitación y la comida está lista, pero sí quieres puedes subir a descansar.
– Me gustaría tío, y más tarde quisiera hablar sobre mi estadía, vamos Erina.
Erina Salma era el nombre de la mucama que la acompañaba, en la mansión jamás tuvo una favorita, dejó que su mamá se encargara de la rotación y no favoreció a una mucama, pero para su viaje era necesario tomar una decisión y optó por la más discreta, para ese viaje era exactamente lo que necesitaba. Miró su habitación y los muebles en ella – necesito un baño.
Ese fue un largo viaje, las vías del tren no llegaban tan al norte y después de llegar a la estación abordó un carruaje por medio día, estaba muy cansada, necesitaba comer, dormir, descansar, tenía tantos planes y preparativos si quería encontrar un atractivo espécimen para embarazarse y todo debía ser puesto en pausa porque necesitaba bañarse.
Al día siguiente tuvo tiempo de reunirse con su tío en el estudio y mirar al escritorio, así como a las pinturas y los adornos – la mina debe ir muy bien, todos los candelabros son de plata, también los cubiertos y los jarrones.
Su tío sonrió – debe ser un error, todo es de metal – tomó el candelabro de vuelta
– También el adorno de mesa, es la primera vez que veo este diseño, debió ser costoso.
– Te equivocas, fue una baratija que compré en el mercado.
– ¿Desconfías de mi habilidad para reconocer la plata?, tío, soy una adolescente, todo mi mundo son las joyas y los vestidos – dijo en tono de burla.
La mirada de su tío se volvió fría – sobrina, eres muy pequeña para entender la diferencia, sí te quedaras por más tiempo me encantaría explicarte.
Sacó la carta de su padre – tengo tiempo.
Su mamá nunca estuvo de acuerdo y por eso apeló al sentido de responsabilidad de su padre y él fue fácil de convencer, durante su tiempo en el norte estaría encargada de efectuar una auditoria a todos los archivos de la mina. Le dedicó una gran sonrisa a su tío.
– Mi madre no aprobó esto.
– La abuela renunció a sus derechos hace años, toda la autoridad la tiene mi padre y tío, ¿no crees que eres bastante mayor para ser un hijo de mamá?
Antonio arrugó la carta en su mano – tomará tiempo entregarte todos los documentos, Lucrecia quiere llevarte al mirador y me gustaría que conocieras el fuerte de las niñas, ellas estaban muy emocionadas por mostrártelo.
Cuando llegó, Liluina no vio ni una pizca de esa emoción – no hace falta, no me quedaré en la mansión, antes de llegar mi padre estuvo investigando y descubrió que hay varias mansiones disponibles, tal parece que muchas familias se han mudado del norte, lo que es extraño dado lo bien que le va a la mina – miró de nuevo los adornos y Antonio le bloqueó la mirada – usaré una de ellas y me llevaré todos los documentos, así tendré paz y tranquilidad mientras los reviso.
– He dicho que no están preparados.
– Me los llevaré de todas formas.
[Estimada clienta, se detecta peligro]
¿Y ahora me lo adviertes?, ¿dónde estabas las dos últimas veces que me asesinaron?
Se escuchó el toque de la puerta – adelante.
Erina entró – señorita, el sargento Esperanto está aquí.
Antonio la miró – ¿un sargento?
– Es por precaución, escuché que hay muchos criminales en el norte, Erina, dile que pase, tío, ¿dónde están los documentos?, apostaré, los dos cofres junto a tu escritorio, ¿cierto?
Los cofres con las cuentas, registros y datos de años fueron guardados en el carruaje, Antonio se detuvo a mirar como toda la documentación era tomada y fijó la vista sobre su sobrina – somos familia.
– Tío, en mi opinión, tú te has aprovechado lo suficiente de ese argumento – se levantó – volveré cuando termine, buena suerte, de todo corazón espero que todo esto sea un malentendido, odiaría que alguien de mi familia fuera un vulgar ladrón – dio la vuelta y las manos de Antonio Kreigos se apretaron.
El carruaje avanzó de prisa para llegar a su destino antes del ocaso, el condado nevado no tenía red eléctrica y una vez que callera la noche estarían avanzando en la oscuridad, pero debido al mal estado de la carretera el viaje se alargó una hora, pasado ese tiempo llegaron al que sería su hogar por un año – papá, ¿qué significa ese escudo? – preguntó mientras miraba el mapa.
El duque Kreigos se inclinó – es la antigua mansión Día Luna.
Los llamaban los duques caídos, ¡Dia Vera!, ¡Día Luna!, ¡Le Mar!, y ¡Lea Sira!, familias que conocieron de primera mano lo riesgoso que era competir con el poder de la familia real, de esos cuatro, tres conservaban títulos y la familia restante fue erradicada, e increíblemente quedaba una mansión, misma que pertenecía a Sirey por derecho de sangre.
Sonrió – quiero vivir ahí.
El cielo se oscurecía cuando llegaron, Liluina miró su reloj y descubrió que eran las cuatro de la tarde, muy temprano para que el día se convirtiera en noche, esperó a que el carruaje se detuviera y salió a mirar su nuevo hogar.
Nada impresionante, su padre tenía razón, esa mansión distaba mucho de cómo la imaginó, era pequeña, abandonada, con un agujero en un lado del techo del lado izquierdo, enredaderas que cubrían las paredes externas, una barda deteriorada con espacios entre las piedras y árboles muy altos, le hacía falta mantenimiento.
Erina retrocedió – señorita, ¿este es el lugar?
Liluina tuvo que arruinar su ilusión – es el lugar, desempaquen.
El sargento Esperanto tocó y esperaron varios minutos a que un hombre canoso abriera la puerta y los dejaran pasara.
Durante ese tiempo una familia cuidaba de la casa – bienvenida – dijeron a coro las seis personas.
– Usted debe ser el mayordomo Gonzalo Viena.
El hombre asintió – señorita, será un honor servirle.
– Entremos, es un día muy frío.
La temperatura siguió bajando a medida que los minutos pasaban y pronto habría una ventisca, al entrar a la mansión Liluina no vio diferencia en la temperatura y resopló – ¿por qué pensé que sería un lugar de ensueño?, ¡está relacionado con la heroína!, debería por lo menos haber un tesoro escondido en el sótano.
– Señorita, ella es mi esposa y cocinera de la mansión Clara Viena, mi hijo y portero Fabian Viena, mi hija y mucama Agustina Viena, mi sobrino y encargado de los establos Adolfo Residian, y mi sobrina y jardinera Felicia Residian – fue presentando a los sirvientes al tiempo que ellos bajaban la cabeza.
Liluina se presentó – Soy Liluina Kreigos y quisiera darles las gracias por su arduo trabajo todos estos años – hizo una reverencia sorprendiéndolos – ella es mi mucama Erina Salma, cualquier duda que tengan sobre mi dieta o gustos personales pueden consultarlo con ella y él es el sargento Esperanto, estará a cargo de la seguridad de la mansión, más adelante es probable que contrate a más personal, hasta entonces, estoy a su cuidado.
Dejó una muy buena primera impresión.
Su nueva habitación era mucho más pequeña y lúgubre, descubrió con tristeza que el único medio de iluminación eran las velas, ya comenzaba a arrepentirse de viajar al norte, pero no era tan malo y había mucho silencio, lo que su madre le aconsejó, esa mansión con sus paredes de piedra y sus velas era mejor que tener que ver el rostro de Andrés o del tío Antonio.
Estiró los brazos y buscó el estudio, lo encontró en muchas mejores condiciones, alguien había cuidado esa habitación más que cualquier otra y con extremo cariño – tal vez si hay un tesoro y está oculto en esta habitación – insistió, lo decían las reglas no escritas de los héroes, en mansiones escondidas siempre había tesoros esperando, mil personas podían usarlas o rozar los tesoros y no importaría porque únicamente los héroes reconocerían su valor.
Hasta entonces, se sentó en su mullido sillón que debió pertenecer a un hombre de dos metros y le pidió a Erina que llamara al sargento para que subieran los cofres con los documentos.
Escribir a la luz de las velas la hizo sentir arcaica, durante sus dos primeros sistemas no hubo electricidad y se acostumbró a vivir de esa manera, pero después de ese tiempo volvió a depender de las lámparas.
A la mañana siguiente el sargento Esperando cabalgó a la oficina de correos y Liluina recibió la carta de su padre que indicaba que el trámite para su compromiso ya había iniciado. Sonrió de forma burlona, si ese compromiso avanzaba ella se convertiría en la mujer que fue abandonada por dos hombres diferentes a causa de la misma mujer, por suerte Lucas le Mar jamás aceptaría ese trato así le ofrecieran todo el oro del reino.
Inició la respuesta mostrándose feliz y continuó con su trabajo que tuvo que ser puesto en pausa por ausencia de luz.
A la mañana siguiente llamó al mayordomo – las habilidades de tu hijo son muy pobres, le pediré al sargento Esperanto que lo entrene, pero necesito que usted esté de acuerdo.
Gonzalo Viena agrandó los ojos, al escuchar esa noticia estaba agradecido con la señorita Kreigos por pensar en entrenar a su hijo en lugar de despedirlo – muchas gracia señorita.
Continúo – la despensa no tiene lo necesario, por el momento tu trabajo será viajar al mercado y abastecernos – le dijo a Adolfo Residian – nunca recibiste entrenamiento como mucama, ¿cierto? – miró a Agustina – preséntate con Erina y haz todo lo que ella te diga.
Después de organizar la casa pudo dedicarse a la auditoria, pero había tanta documentación que sería un trabajo largo, hasta entonces – hay algo con lo que voy a necesitar tu ayuda Viena, necesito que encuentres a un hombre de ojos azules y lo traigas para trabajar en la mansión.
– Por supuesto, ¿algún rango de edad?
– Entre diecisiete y veinte, alto, el color de cabello puede variar, lo que me importa es que tenga los ojos azules, que sea bien parecido, del tipo lindo, debe ser fuerte, resistente y que esté desesperando por ayuda.
Viena asintió y se dio cuenta de algo – disculpe, ¿a qué se refiere con desesperado?
– Busco a un joven al que no le importa cometer un crimen a cambio de tener dinero en los bolsillos, tal vez un huérfano o el hijo de una familia numerosa, y que sea lindo, es lo más importante.