Sentencia

2562 Words
Sus notas eran claras y las palabras del tutor fáciles de entender, pero sin importar qué hablaran del tema más fácil del mundo sentía que algo le faltaba – iré a dar un paseo – dijo al levantarse y dejar el salón. – Alteza – alguien le gritó. Cuando era el segundo príncipe a nadie le importaban sus calificaciones, podía reprobar y daba lo mismo, pero desde que se convirtió en el príncipe heredero, las mismas notas que antes eran buenas se volvieron vergonzosas y el instituto Ébano en donde pasó toda su educación de pronto no era dingo, ni siquiera el guardaespaldas que lo cuidó toda su vida. ¿Por qué? ¿Qué tanto cambió en él? Lo que su padre veía no era a un hijo, era a un heredero y daba lo mismo quien fuera. Para sacar tanta basura de su cabeza pensó en la única persona que lo trataba de la misma manera sin importar cuál fuera su título, ¡Liluina!, ella siempre sería condescendiente, porque esa era su forma de ser. Pidió ayuda a su viejo amigo Teodoro Handel y escapó del castillo bajo la excusa de cuadernos que dejó olvidados en el instituto, entonces cabalgó hacia el ducado Kreigos y buscó una entrada desde el terreno donde corrían los caballos y que quedaba fuera de la mansión, de esa forma podía llegar sin problemas. Después de un largo viaje estaban cansados y cabalgaron lento, Teodoro le rogó muchas veces que no dejaran el castillo – alteza, no deberíamos estar aquí. – Oye, baja la voz, alguien te escuchará – lo regañó, ¿de qué servía llevar ropa común si Teo anunciaba su identidad? Escuchó un sonido extraño. Tras detenerse Andrés avanzó con lentitud y levantó la mirada hacia lo que parecía una joven trepada a un árbol acomodando un nido de pájaros, sonrió al verla y en lugar de seguir su camino decidió esperar a que la chica completara su misión casi cayendo al suelo en tres ocasiones, luego la vio retroceder e ir cambiando su expresión a medida que se acercaba al suelo. Cuando por fin sus pies tocaron el pasto, Andrés miró el cabello brillante, los ojos azules que encontró familiares, el cuerpo delgado y la mirada determinante – pude haber muerto, no me ayudaste. – Te subiste sola, sí no podías bajar por tu cuenta habría sido tu responsabilidad. La joven frunció los labios antes de responder – tienes razón – caminó hacia él y Teo le cortó el paso impidiendo que se acercara. Andrés rodó los ojos – te lo dije – no quería que las personas supieran que estaba ahí – este lugar es peligroso, ¿vives por aquí? – le preguntó a la joven. – Si. – llegarás más rápido si te llevo. Ella volteó a verlo, caminó, subió al caballo detrás de él como si se tratara de un servicio de carrozas que daba recorridos turísticos y le abrazó la cintura – dijiste que me llevarías – mencionó al darse cuenta de que él no se movía. Andrés no aguantó la risa – lo hice. A su lado, Teo miró a la joven con recelo, como si imaginara que ocultaba un cuchillo y cortaba el cuello del príncipe, sí ese era el caso debía estar listo para atacarla, Andrés notó su mirada y extendió su brazo indicándole que todo estaba bajo control – mi amigo se pone nervioso, ¿cómo te llamas? – Sirey Miras, ¿y tú? – Andrés – dijo su nombre a secas. Sirey asintió y se mantuvo detrás suyo mientras miraba la ruta que llevaba el caballo, para su buena suerte ambos se dirigían al terreno de la mansión Kreigos y después de unos quince minutos se volvió evidente – ¿trabajas para el duque? Sirey asintió – mi mamá trabaja para ellos. – ¿Y tú? Bajó la mirada – estoy estudiando, mi mamá no quiere que trabaje todavía, no importa cuántas veces se lo pida. Si Liluina estuviera ahí, ella diría algo como, ¡la educación es la mejor herramienta que tendrás en la vida! – ¿Tú qué haces? – preguntó Sirey borrando el rostro de Liluina de la mente de Andrés. – Estudio. – ¿No estás muy viejo? Andrés Texiran tenía dieciocho años y el orgullo muy herido– me preparo para un puesto muy importante y el tiempo que tengo que estudiar es más largo. Sirey asintió – ah – continuaron hasta llegar al campo, al verlo ella bajó sin esperar ayuda – nos vemos luego, Andrés – y se despidió. La chica que corría se alejó sin prestarle más atención, en mucho tiempo las personas a su alrededor cuidaban sus palabras, bajaban la cabeza, rara vez lo miraban a los ojos y siempre había reverencias, era refrescante conocer a alguien que no lo trató como a un príncipe y que jamás dijo la palabra ¡alteza! Esa tarde en lugar de llegar a la mansión Kreigos, se quedó en el bosque y observó a Sirey cuidar de los caballos hasta que llegó el momento de volver a casa. Un mes más tarde volvió a visitar el ducado y encontró a Sirey montando un caballo, tiró de las riendas y aceleró el paso hasta alcanzarla, ella giro la cabeza, tenía el cabello suelto y al verlo iniciaron una carrera. El caballo de Andrés estaba cansado por el largo viaje desde la capital y después de dos vueltas perdió su ventaja, siguió aferrándose a las riendas, pero fue inútil y en la tercera vuelta se rindió. Sirey alzó los brazos – gané. – Mi caballo está exhausto. – Excusas. Andrés apretó los dientes – deja que cambie de caballo y te lo demostraré. Sirey sonreía y buscó una liga para amarrar el cabello que se interponía en sus ojos, compitieron una vez más y de nuevo ella ganó, se volvió un poco molesto para Andrés, pero no podía cambiar el resultado y antes de darse cuenta se encontraba hablando con ella – dijiste que estudiabas, ¿por qué trabajas en el establo? Sirey se encogió de hombros – me gustan los caballos y al señor Reno no le molesta, pero no debo dejar que me vean, no les dirás, ¿cierto? – Es una promesa. Recargado sobre un árbol Teodoro observaba y vigilaba al príncipe Andrés preguntándose en qué momento recordaría que el motivo de su visita era encontrarse con Liluina Kreigos. Mes a mes sus visitas continuaron y jamás logró llegar a la mansión, se escondía en el bosque y recorría el campo, en ese terreno lejos de los vigías donde el encargado de los establos cerraba el acceso para que Sirey no fuera molestada y cuando los otros trabajadores salían, ellos se ocultaban entre los árboles y entre más tiempo pasaba en el castillo, más deseaba volver a ese lugar donde no era el ¡príncipe heredero! Sirey sonreía más que de costumbre y Andrés lo notó – se ve que tuviste un buen día. – Sí, pude ver a la señorita Kreigos en su cumpleaños, ella siempre es muy amable conmigo y quería darle un regalo. Andrés se sobresaltó – cumpleaños – hizo cuentas mentales y se llevó las manos a la cabeza, lo olvidó por completo, el cumpleaños número dieciséis de Liluina, de todos los cumpleaños tuvo que olvidar su presentación en sociedad y se suponía que él sería su pareja en su primer baile como adulta – va a estar molesta – pensó y miró a Sirey que seguía sonriendo. ¡Un regalo! Después de haber olvidado la fecha lo raro sería que trajera un regalo, por suerte en su lugar tenía las invitaciones para la fiesta – tengo que irme – quiso correr hacia la mansión, pero casi enseguida regresó – dijiste que te hizo feliz ir a su cumpleaños, ¿te gustan las fiestas? – Un poco, me gusta la música y las luces. Andrés tomó una de las invitaciones – si estás de acuerdo, enviaré a alguien por ti y no tienes que preocuparte por el vestido o los accesorios, yo lo arreglaré todo. Sirey se aferró a la invitación – me gustaría mucho. Después de eso, Andrés fue a la mansión Kreigos y le entregó la invitación a Liluina, luego volvió al castillo y no volvió a dejarlo, necesitaba concentrarse más que nunca en su posición como príncipe. La invitación se quedó en el bolsillo de Sirey por varios días hasta que tuvo el valor de mostrarla – mamá. Verónica Miras sostuvo la invitación con firmeza sin poder creerlo – el hombre que te la dio, ¿qué apariencia tenía? – Es alto, tiene los ojos azules, pero no son tan claros como los míos y el cabello entre castaño y rubio, dijo que su nombre era Andrés. Un hombre con esa descripción, con la libertad de entrar en el territorio Kreigos, con una invitación de ese tipo y con ese nombre solo podía ser el príncipe Andrés Texiran, Verónica se sentó intentando comprender, por las palabras del rey asumió que su existencia sería ocultada y su vida tranquila y remota, en tanto se alejara del palacio todo estaría bien, era diferente si el príncipe las buscaba – tal vez – mantuvo un pensamiento en su mente, la idea de que el príncipe heredero quisiera conocer a su sobrina – cariño, ese hombre, ¿qué piensas de él? Sirey se tomó un minuto para responder – es amable, viste ropa de campesino, pero su caballo es fino y su ropa no tiene enmendaduras, no me pareció una mala persona y dijo que me ayudaría a estar presentable en la fiesta, mamá, quiero ir. Llegando la fecha la familia Kreigos dejó la mansión para mudarse a la capital y un par de días más tarde un carruaje llegó para llevarse a Sirey y a su madre Verónica Miras bajo la atónita mirada del mayordomo Pietro, la distancia al castillo era de dos días y se quedaron en una pequeña casa nada ostentosa en el centro de la capital. En el día señalado Sirey recibió un hermoso vestido y joyas que en toda su vida jamás podría pagar, la llevaron al palacio y en la parte alta de las escaleras comprendió que la posición de Andrés no era tan común como ella pensó. – ¿Estás lista? Sirey lo miró – nosotros… – Somos los invitados de honor – tomó su mano – y no te preocupes, no te dejaré sola. Al abrirse las puertas los dos bajaron los escalones cubiertos por una alfombra y Sirey miró a todos los invitados desde un punto alto, era atemorizante y sujetó la mano de Andrés con más fuerza, de entre todos los rostros reconoció el de Liluina, la señorita Kreigos sin importar el día, la hora o la estación siempre se veía hermosa y su figura resaltaba, al verla alzó la mano para saludarla y le sonrió. En la parte de abajo Liluina pasó un tiempo difícil controlando sus emociones – esta idiota, ¿qué cree que está haciendo? La fiesta dio inicio y todos miraron al príncipe heredero y a la mujer que lo acompañaba, poco después llegaron el rey Alejandro Texiran y la reina Valeria Dia Vera. Pasado el tormentoso momento Liluina sintió que le pellizcaban el dorso de la mano y miró a Viola que la fulminaba con la mirada – explícate ahora, ¿qué hace ella con el príncipe? Sí lo supiera, no te lo diría – tengo que ir a ver a mi padre – se aparó y caminó paralela al salón mirando las manos entrelazadas de Andrés y Sirey, el villano y la heroína, ¡su villano! En un momento la pareja se dirigió a la pista entre risas y Andrés sostuvo su mano para bailar con ella, a primera vista se notaba que Sirey recibió un par de lecciones de baile, nada que la compararan a una bailarina destacada, que no pisara los pies del príncipe ya era un logro y era él quien marcaba el paso. Al llegar con su padre Liluina vio un gesto de desconcierto, Sirey era su responsabilidad y la carta de Pietro no llegó a tiempo para prevenirlo, en su expresión se denotaba su pánico, al ver a Liluina sintió un poco de esperanza – ve con el príncipe y aléjalo del salón – le ordenó. Liluina asintió y sin pedir explicaciones caminó a la pista y esperó a que la insufrible pieza terminara para solicitar el siguiente baile. Al verla Sirey sonrió – señorita Liluina. – Lilu. Ambos nombres se sintieron como clavos enterrándose en sus palmas – alteza, debo pedirle una audiencia privada, sí me lo permite solo serán unos minutos. Andrés miró a Sirey sintiéndose reacio a dejarla. – Es importante – tuvo que agregar Liluina. Andrés soltó la mano de Sirey muy lentamente y buscó a Teodoro entre los guardias para pedirle que la cuidara, después caminó detrás de Liluina hacia fuera del salón, de camino al jardín y siguiendo los escalones hacia un mirador, a diferencia del quiosco de niños, el mirador del jardín tenía escaleras que se torcían y daba a un espacio pequeño para solo dos personas en lo alto desde donde se podía ver toda la ciudad. Andrés miró hacia atrás – Lilu, nos estamos alejando mucho. – Nada le sucederá mientras no estás, es el castillo, el lugar más seguro del reino. El tono de voz de Liluina hizo que Andrés girara la vista – ella no conoce el palacio, podría perderse. Y es ahora que aflora tu instinto protector. – Sabes, estoy pensando en proponerle matrimonio, ¿qué piensas? No pudo creer lo que escuchaba – ¡estás pidiendo mi consejo! – Tu opinión siempre ha sido la más importante. Por impaciencia se mordió la parte interna del labio – ¿hace cuánto que la conoces? – Poco más de medio año. En el pecho de Liluina se formó un nudo – pienso que estás apresurándote, por lo menos deberías esperar a que ella cumpla la mayoría de edad y – quiso mantener la calma, pero al levantar la mirada sus ojos lagrimaron – ¿por qué ella? – preguntó de pronto. – ¿Eh? – Sí voy a darte un consejo apropiado necesito toda la información, ¿por qué la elegiste a ella? Andrés caminó hacia el barandal y se recargó – ella es como una bocanada de aire fresco, cada vez que la veo es fácil olvidar todo lo demás, siento que mi mente se vacía y puedo hacer lo que quiera, después de la muerte de mi hermano y de todo lo que pasó, ella se volvió mi rincón en el tiempo, ¿tiene algo de sentido? – Lo tiene, el amor es así. Andrés resopló – asusta, ¿cuál es tu consejo? – No hay mayor tragedia que el amor que no se realiza después de su descubrimiento. – Lo sabía, Lilu, siempre das los mejores consejos – estiró la mano para alborotar su cabello y se dio prisa en regresar al salón – nos vemos. – ¿Alguna vez pensaste en mí? – preguntó Liluina en voz alta – para ser tu esposa, ¿alguna vez me consideraste? Andrés le sonrió – es diferente, Lilu – sonrió mostrando los dientes – tú eres mi mejor amiga.
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