Fiesta de té

2253 Words
El hermoso jardín despedía un olor fragante, jardineras rodeaban la habitación y las flores lucían hermosas, la escena bien podía salir de una pintura y el clima fresco de otoño estaba de acuerdo con ello. Liluina eligió un vestido verde para ese día y usó extensiones de cabello. Elena salió a recibirla – bienvenida, tal vez no te acuerdes de mí, soy Elena. – Te recuerdo. La joven de cabello castaño sonrió – ven, te presentaré – sujetó su brazo y tiró de ella para llevarla a la sala en donde se encontraba una mesa alargada y las invitadas a la fiesta – ella es Edith Lanlan y su prima Serena Flamer – por sus posiciones se notaba que Edith era la hija de un conde y la otra chica su sombra – y ella es Cadmia Le Mar. Desde lejos se podía ver que aquella joven era diferente, la hermana del héroe, la futura esposa del príncipe Andrés Texiran y la misma mujer que llevaría a la ruina a toda su familia al escapar con otro hombre. Cadmia Le Mar tenía los ojos azules y el cabello rojizo con las puntas rizadas, ella se levantó para saludarla – es un placer conocerla finalmente señorita Kreigos, me habría gustado estar presente en su fiesta de cumpleaños, muchas felicidades – agrego en un tono petulante, no era secreto que Liluina iba a ser la prometida del príncipe Andrés y nadie sabía de las intenciones de Viola de ser candidata por lo que cuando las chicas interesadas en el príncipe buscaban una rival, la miraban a ella. Elena continúo – ellas son Mirella Edmund, Penina Siena y Viola Andes. – Liluina ya me conoce, es mi prima. Elena se mostró preocupada y Edith intervino – señorita Kreigos, ¿qué opina de la capital?, me parece que esta es su primera visita. Liluina se sentó – no es así, visité la capital para el funeral del príncipe Eduardo – todas guardaron silencio – fue una visita muy corta, mi familia y yo regresamos al ducado unos días después, me temo que no tuve oportunidad de conocer la ciudad. – Tiene que visitar la plaza de cristal, dicen que si va al puente y pide un deseo este se cumplirá. – ¿Le gustan los caballos?, habrá una carrera en el hipódromo muy pronto. – ¿Irá a la fiesta del príncipe? Cuando la pregunta de Cadmia se escuchó en voz alta todas las invitadas guardaron silencio y Viola le dedicó una mirada acusadora. Liluina sonrió – por supuesto, para mi padre el duque y para mí, es un gusto asistir. Cadmia recargó el rostro sobre su mejilla no muy convencida y la reunión prosiguió, además del clima, el sabor del té y los arreglos hubo un tema que salió a colación repentinamente – señorita Lea Sira, realmente la envidio, su vestido es tan hermosa y su jardín es tan perfecto – sonrió Edith Lanlan – y escuché que su hermano es un buen amigo del príncipe, ¿es cierto? Elena casi mordió su taza – no se mucho sobre los amigos de mi hermano, él es muy recatado cuando se trata de asuntos personales. – Yo también lo escuché – agregó Mirella – los dos estudiaron en el instituto Ébano, ah, ¿no está ese colegio en el ducado Kreigos? ¡Y aquí vienen! – lo está. – Señorita Kreigos, ¿usted asistió al instituto Ébano? Liluina bufó – de haberlo hecho no sería parte de esta fiesta, señorita Lanlan, el instituto Ébano es solo para hombre. El rostro de Edith enrojeció y bajó la cabeza apenada. Elena se preocupó por el rumbo de su fiesta – estoy tan nerviosa, no sé qué ponerme en la celebración, va a ser un día tan importante – miró a Viola pidiendo ayuda, pero ella miraba hacia la puerta. De pronto todas las miradas se enfocaron en la puerta y en el hombre joven de cabello oscuro, alto y con anteojos redondos que se acercaba acompañado de un hombre fornido y elegante, para desgracia de todas, dicho hombre no era el príncipe, sino otro amigo del joven Roberto Lea Sira. Elena se levantó – disculpen a mi hermano, le dije muy claramente lo importante que era este día – caminó hacia él. Y haciendo gala de una gran torpeza Roberto entró a la habitación – oye, ¿tomaste el libro que dejé en el comedor? Los ojos de Elena se agrandaron – hermano, hablemos afuera, ¿sí? – lo empujó disimuladamente – te dije que era un día importante, que no podías acercarte. – Solo responde. – ¿Por qué tomaría uno de tus estúpidos libros? En la reunión varios pares de ojos barrieron al hombre que acompañaba a Roberto Lea Sira y que se quedó atrás con las manos en los bolsillos sin la menor conciencia de la situación que atravesaba. Cadmia rompió el silencio– podría saber el nombre de tan ilustre invitado. – Lisandro Valentine – se presentó con un acento que adormecía los oídos y arrancaba suspiros. Edith sintió que se congelaba – podría ser, del regimiento del capitán Valentine. Él asintió – es mi rango – acomodó su saco mostrando las melladas que mantenía ocultas. El héroe de guerra del imperio de Krita, invitado especial a la ceremonia conmemorativa del príncipe Andrés y antiguo amigo del príncipe Eduardo, de pronto Cadmia se arrepintió por querer avergonzarlo y se mordió el labio. – ¿Y tiene un arma? – ¿Podemos verla? – Podría repetir su nombre – suplicó Penina. La forma en que enfatizaba las vocales era enigmática y pronto captó la atención de todas las invitadas, para cuando Elena volvió a la mesa solo restaba una persona – ¿a dónde se fueron? – Mi prima y las demás llevaron al capitán Valentine afuera para una demostración de su rifle – le respondió Liluina. – Ah. – ¿Quiere ir? – ¿Qué?, no, de ninguna manera – se sentó – las armas son aburridas y ese tipo de personas no son de mi agrado – desvió la vista – puede parecer que su acento es lindo o que se vuelve especial cuando dice tu nombre y lo susurra al oído, pero no quiero perder mi tiempo – tomó una taza de té – y no es de mi agrado - repitió. Liluina alzó una ceja sorprendida, asumió que Elena ya había sido rechazada y quería conservar su dignidad intacta de la forma en que hacían las villanas, negando todo hasta que, por fuerza de negarlo, ellas mismas llegaban a creerlo – señorita Lea Sira – le ofreció un pañuelo – ¡las lágrimas son privilegio de las plebeyas, las mujeres nobles lloramos y somos tachadas de perversas! – Elena parpadeó – siempre pensé que era una frase de risa, ¿no lo cree?, cualquier plebeya al escuchar que tiene un privilegio por encima de las mujeres nobles comenzaría a reír de inmediato, pero, tristemente, cuando una mujer noble llora, sin importar que sus lágrimas sean reales, las personas dirán que solo quiere llamar la atención y la acusarán cruelmente, realmente es una pena, entre nosotras, dejamos fuera a la honestidad para dar paso a la dignidad. Elena asintió y tomó el pañuelo para limpiar sus lágrimas, el hombre que acompañaba a su hermano, sin importar cuán atractivo luciera, solo podía verla como una niña y actuar paternal, no había mucho que pudiera hacer cuando la persona que amaba ya la había tildado de ¡sobrina!, sonrió – muchas gracias señorita Liluina, creo que saldré al jardín, ¿gusta acompañarme? – Será un placer. En lugar de demostrar el poder de su rifle, el capitán Valentine repetía los nombres de las invitadas con su acento mientras sonreía, a Liluina le pareció aburrido, pero las mujeres a su alrededor estaban encantadas, especialmente Mirella – por favor, diga algo más. – “¡Qué perras tan molestas!” – exclamó con una gran sonrisa. Todas respondieron emocionadas – ¿qué significa? – ¡Qué señoritas tan hermosas! Liluina tembló y se esforzó por mantener la calma, Lisandro Valentine habló en qritea y su traducción fue incorrecta. Se apartó fingiendo que miraba las flores. – Señorita Kreigos – escuchó que la llamaban y giró la vista – papá dijo que se están quedando en la antigua mansión, ¿es verdad? - le preguntó Elena. – Lo es, mi papá compró esa casa hace poco. Elena sonrió – ya veo, es una casa muy linda – por su actitud amable a Liluina le resultó familiar – puedes llamarme por mi nombre, Elena. – Siempre que me llames Liluina. Al terminar la fiesta vio la mano de Elena saludándola y subió a su carruaje – sistema, ¿Elena Lea Sira será amiga de la heroína? [Es correcto] Ciertamente tenía el tipo, era muy amable, la clase de chica que se haría amiga de la heroína porque compartían los mismos ideales y porque no peleaban por el mismo hombre, era extraño que una persona como ella se le acercara siendo la villana, era más común que Viola Andes, Cadmia Le Mar o la siempre falsa Edith Lanlan quien estaba destinada a enamorarse del héroe la buscaran para liderar un sequito. Cualquiera, menos Elena, era extraño – tendré que rechazarla – pensó en voz alta, no podía arriesgarse a ser amiga de una chica decente, sí todo salía mal no quería tener compañía en la fila para la guillotina. El carruaje se detuvo y ella bajó, debido a la ubicación la nueva mansión estaba muy retirada del centro y el andar fue lento por un coche que sufrió una descompostura y obstruía el paso de los carruajes, Liluina entendía que un día las calles estarían llenas de ellos, pero hasta entonces, un caballo era más confiable que un motor. Su madre la recibió – ¿cómo te fue? – Bastante bien, hasta que llegó el capitán Valentine. Angela frunció el ceño– ¿qué hacía un hombre en una fiesta de té? – Roberto Lea Sira se presentó a media reunión acompañado del capitán y se quedó a charlar una hora – bostezó – iré a dormir. Angela suspiro – tu padre irá a hablar con el Marqués Le Mar, piensa que su hijo podría ser un buen candidato para ser tu esposo. ¡El héroe! Solo había una cosa peor que estar relacionada con el villano y esa era estar relacionada con el héroe, ese hombre solo tenía ojos para la heroína y nunca aceptaría estar casado con la villana, increíblemente ni siquiera era su culpa porque en ese punto ella todavía no llevaba a cabo sus fechorías, pero no importaba porque Lucas Le Mar rechazaría ser el consorte de una reina sí se diera el caso, lo que a él le interesaba no era la posición de poder sino el reconocimiento de su padre. Espera, eso es. – Quise advertirle que era muy pronto y Javier me informó que los hijos del marqués Le Mar están luchando por reclamar el título de heredero, un hombre que no valora la oportunidad, tu padre no siempre juzga bien a las personas. Liluina mantuvo una expresión serena – mamá, he sido muy caprichosa, le diré a papá que si logra la negociación estaré feliz de casarme con Lucas Le Mar – no hay forma de que acepte, los héroes son sagrados, aunque vistiera solo un moño y me sentara sobre una montaña de oro, él me rechazaría – siendo papá quien lo eligió, estoy segura que seré una mujer muy feliz. Angela se sorprendió por el cambio de actitud de su hija. ***** El día de la ceremonia Liluina llevaba un vestido azul oscuro con una chalina negra y cintas del mismo tono que formaban moños alrededor de la falda, en ese día tan importante fue muy cuidadosa de no llevar una sola prenda blanca. Angela Andes llevaba un vestido carmesí y el duque intentó combinar con ella. Dejaron la mansión por la tarde y los condujeron a la entrada del palacio y de ahí al gran salón hermosamente iluminado. Por primera vez Liluina entró al salón del castillo y alzó la vista para mirar los detalles del candelabro sin parecer una campesina, el castillo se preparó para ese evento desde la muerte del príncipe Eduardo y era de esperar que todo fuera perfecto, las mujeres a su alrededor la miraron y ella esperó a la persona que sin duda la buscaría y que vestía de naranja – prima – dijo Viola y atrapó su brazo – te estaba esperando, tía, puedo robarme a Liluina un momento, ¿cierto? – Por supuesto, pero las quiero dentro del salón – miró a Liluina. Las dos se separaron hasta estar a un paso de los escalones con la alfombra roja por donde el príncipe Andrés bajaría para hacer su presentación y Liluina sonrió – prima, ¿quieres que te presente? Viola se mostró sorprendida – ¿podrías?, no era mi intención, pero ya que insistes, no quiero ofenderte. – Descuida, no lo haces. La música cambió y todos los invitados levantaron la vista para mirar al príncipe Andrés Texiran bajar los escalones acompañado de una mujer rubia con los ojos azules y un largo y hermoso vestido rojo. Viola apretó la mano de Liluina – ¿qué hace tu sirvienta aquí? Liluina negó con la cabeza sin comprender – es la heroína, Sirey…, ¡no puede ser!
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