Conociendo al villano

2407 Words
– ¿Por qué llora tanto?, tal vez tenga hambre [mensaje traducido] – No quiere comer, deberíamos llamar a un médico [mensaje traducido] Angela Andes se mordió el labio – mi pequeña, deja de llorar, por favor, deja de llorar [mensaje traducido] – También llorarías si tuvieras una vida tan miserable Liluina Kreigos, hija del duque Johan Kreigos y la duquesa Angela Andes, de cabello rubio cenizo, ojos grises, rostro triangular, complexión delgada, cejas estilizadas, piel muy clara, apariencia prístina y actualmente de seis meses de edad. Ella era la villana. Sirey Miras, cabello rubio claro, ojos azules, rostro redondo, inocente, dulce, tierna, hija de Verónica Miras y del príncipe Eduardo Texiran tercero, además, nieta del fallecido general David Dia Luna. Ambos linajes eran desconocidos por la pequeña que en algunos años cortaría flores en el jardín de la mansión Kreigos y barrería las hojas. Ella era la heroína. Lucas Le Mar, hijo del Marqués Le Mar, inteligente, sensato y cargando la responsabilidad de un segundo hijo. – Odio esa trama. En las novelas los primogénitos llevaban toda la carga y los segundos hijos eran los de repuesto, a menudo ignorados por sus padres, crecían con el estigma de ser innecesarios, un sustituto para el único hijo que importaba. Era… Tan cliché. Y ese era el héroe. Príncipe Andrés Texiran, otro segundo hijo que repentinamente ascendería a la posición de príncipe heredero tras la muerte de su hermano mayor y un atolondrado. Ese era el villano. ¿Qué había para él? Después de enamorarse de la heroína y embarazar a la villana tenía el destino de un conquistador recolectando corazones sin poseer jamás el único que le importaba y perderla en manos de un hombre que seguía retándolo. Sería así hasta que un nuevo heredero al trono apareciera y con el apoyo del héroe, derrocarían el reino. Los sentimientos de los villanos no importaban, siempre tendrían una cita con la espada del héroe. ¿Y qué había para la villana? Amar al villano, renunciar a su hija y mirar como todos los hombres perseguían a la misma mujer – ¿Qué clase de sistema es este?, apuesto a que nadie lo quería y a mí me vieron cara de basurero. Los villanos siempre tenían un tiempo difícil, a la par que los héroes aumentaban sus sentimientos, ellos se llenaban de odio y resentimiento. La historia de amor de los héroes tenía como costo los corazones de los villanos. Y el plan del sistema era que ella enamorara al villano, ¿y después qué?, por lo menos en otros mundos había opciones, siempre que ella fuera un poco mala las cosas podrían arreglarse, claro que esos mundos acabaron en caos, no hacía falta mencionarlos. – Mi niña, mi cielo – la cargó Angela – tranquila, mamá está aquí, ya no llores [mensaje traducido] – No estoy llorando, estoy argumentando – quiso decir, pero con seis meses de edad lo único que salía de su garganta eran gimoteos. El Duque Kreigos entró a la habitación y miró con su ceño fruncido a Liluina, su gesto era tan pronunciado que justo entre sus cejas se formaba una línea y Liluina quiso pasar el dedo por ese punto. – ¡Tan linda!, extrañaba a su padre, por eso lloraba [mensaje traducido] Angela no estaba segura de eso hasta que detectó un aroma conocido – mi pequeña, Johan sal un momento, tengo que cambiar a la niña [mensaje traducido] Ser recostada sobre una manta y expuesta ante la mirada de su madre y siete mucamas mientras limpiaban sus desechos – sistema, quiero morir. – Es tan hermosa [mensaje traducido] Una vez cambiada el duque entró en la habitación y cargó a su hija – ha sido la niña más tranquila del mundo por meses, es la primera vez que llora tanto [mensaje traducido] – Debe ser por el clima frío, dámela [mensaje traducido] Johan no soltó a la pequeña – tú eres Liluina Kreigos, mi primogénita, en el futuro los hombres seguirán tus órdenes y se arrodillarán a tus pies [mensaje traducido] – Anciano, eso es retorcido – quiso decir. Pero también había algo de verdad en esas palabras, era la hija de un duque y tendría todo lo que quisiera, joyas, vestidos, libros, solo debía pedirlo y una vez que cumpliera con las especificaciones del sistema y le diera al villano una hija todo debería estar bien. En los brazos del duque la pequeña Liluina dejó de llorar y sonrió. ***** Después de ese día el sistema de traducción se detuvo y Liluina tuvo que aprender a hablar el idioma de ese mundo a la antigua, repitiendo hasta que las palabras tuvieran sentido. A los cinco años hablaba fluidamente y se sentaba en las piernas de su padre para aprender a leer. No había mensajes traducidos, tenía que acostumbrarse a los jeroglíficos amorfos que su padre llamaba ¡letras! – Eso es, lo estás haciendo muy bien, aquí dice ¡Liluina! – repitió su padre mirando los trazos – pronto aprenderás, hay suficiente tiempo. Liluina asintió y siguió esforzándose. A los siete años se sentaba por horas frente al piano deslizando sus dedos por las teclas. – Duquesa, la señorita es muy talentosa. – Por supuesto, ella es mi hija – le respondió Angela. Liluina bufó. En su primer sistema tocó un instrumento que no era precisamente un piano, pero tenía teclas y dos batutas con las que tocaba, fueron días duros bajo el brillante y abrazador sol, y un instructor que le aseguró que ella no tenía oído musical. En su segundo sistema comenzó las clases de piano a los cinco años y sus profesores mencionaron que tenía habilidad, pero que le faltaba sentimiento y que su ejecución era muy mecánica. Todas las tardes se sentaba frente al piano para despejar su mente de las clases y normas que la convertirían en reina, poco a poco el sonido se deslizó por sus dedos y tras años de práctica logró mezclar una emoción. Y en su tercer sistema le decían que nació con talento, de haberlo sabido no habría pasado veinte años estudiando. A los diez años nadie dudaba que era una niña muy inteligente. – Lilu, ya estás aquí – dijo Angela al entrar a la habitación – mi preciosa niña, ¿estás lista para conocer a tu nuevo amigo? – ¡Si! El quiosco del jardín era elevado, debía subir quince escalones para llegar a la plataforma circular rodeada de flores y con espacio para cuatro mesas con sus respectivas sillas y en ese escenario bañado de luz conoció al hombre que la dejaría embarazada. – Corazón, él es el príncipe Andrés Texiran, alteza, ella es mi hija Lilu. Liluina tomó los pliegues de su vestido, dobló ligeramente las rodillas y bajó la cabeza en una reverencia perfecta – encantada de conocerlo, alteza. Junto al niño de doce años estaban dos personas, el teniente Teodoro Handel y la institutriz Cecilia Falier quien le sonrió – una niña muy hermosa, ¿no le parece, su alteza? – Ah, claro – contestó con desgana. Angela estaba muy orgullosa, su hija podía ser pequeña, pero tenía un don privilegiado para los modales, lo llevaba en la sangre. O en la práctica, lo cierto era que Liluina llevaba dos vidas siendo una princesa y diez años siendo la hija de un duque, tener los modales correctos era muy simple. Durante un minuto completo Andrés permaneció en silencio y Liluina, teniendo una posición más baja no podía iniciar la conversación, por lo que nadie habló. La institutriz le tocó los hombros – alteza, ¿por qué no le muestra a la señorita Liluina lo que aprendió en la clase de esgrima?, estoy segura que a ella le gustará, ¿no es así? Liluina asintió – me encantaría. Andrés se sintió orgulloso y corrió por su espada de madera y esa fue la señal para la duquesa Kreigos, el teniente Handel y la institutriz Falier para marcharse, para cuando Andrés regresó, solo estaba Liluina de pie en el centro del quiosco, Andrés los buscó. El villano de ese mundo, el mujeriego que aplastaría corazones como si fueran ajos para lanzarlos a la olla, el ejecutor que perseguiría a Cadmia Le mar hasta los confines del mundo, no porque la amará, sino porque no podía soportar la humillación, que enviaría a la ruina a la familia le Mar y que trataría de violar a la heroína, ese hombre aterrador era un tímido niño de doce años que dudaba en sostener su espada. – Alteza – habló Liluina y Andrés se estremeció – ¿le importa si me siento?, no quiero estorbar – la distancia entre ambos era muy corta, si Andrés agitaba la espada sin cuidado, la golpearía. – ¡Ah!, claro. Liluina se sentó entre las flores con las piernas muy juntas acomodando su falda y dejando ver los pequeños zapatos, si esa imagen fuera tomada bien podría ser puesta en un cuadro. – Alteza puede comenzar. Andrés asintió y se preparó para repetir la rutina que completó tantas veces, sus habilidades dejaban mucho que desear, pero eran buenas considerando su edad, el problema eran sus pies, al paso que iba…, tropezó y cayó al suelo. Al levantarse Andrés tenía la mano adolorida y una de sus rodillas sangraba, ambas heridas eran leves, el verdadero daño estaba en su orgullo. – Alteza, ¿me permite? – preguntó Liluina con un tono de voz suave. Con agua de la jarra sobre la mesa y un pañuelo Liluina limpió la sangre de su rodilla y al terminar revisó su muñeca moviéndola despacio para no lastimarlo. Andrés mantuvo un gesto de vergüenza – Papá me dijo que las personas que en verdad desean algo se esfuerzan por conseguirlo, yo no entiendo mucho de espadas, pero puedo ver que se esforzó, alteza. Andrés sonrió – no lo entiendes porque eres una niña tonta. – Me disculpo por eso, alteza – cretino arrogante. –Te perdonaré esta vez – se levantó con menos dolor en su mano – te lo mostraré una vez más, abre bien los ojos porque no lo repetiré. – Muchas gracias, alteza – mostró su mejor sonrisa. Una vez más el príncipe agitó la espada en su mano y a diferencia de la primera vez se veía mucho más concentrado y no tropezó, viéndolo esforzarse podía pasar por un chico normal con un futuro por delante. Sus ojos se entrecerraron. El príncipe Eduardo Texiran serían asesinado y Andrés pasaría de ser un príncipe, a convertirse en el príncipe heredero, el cambio podía parecer bueno, pero Andrés no estaba listo para una responsabilidad tan grande y al ser capaz de tenerlo todo de pronto, arruinaría su personalidad. – ¿Lo viste bien? – Lo hice, es muy admirable, alteza, me gustaría mirarlo una vez más. – Eres tonta, te dije que no lo repetiría. Sonrió – es porque su alteza es tan maravilloso que quiero mirarlo por más tiempo. Las mejillas de Andrés se sonrojaron – solo una vez más. Liluina asintió, básicamente el villano era un chico tan ávido de atención, afecto y halagos, que haría cualquier cosa por agradar y lo que más deseaba era encontrar a alguien que lo prefiriera sobre su hermano, es decir, la heroína. Para un chico cuyo mayor rival murió antes de que él pudiera vencerlo, fue fácil enamorarse de la única mujer que lo miró por encima de los trajes lujosos y las apariencias. La comisura de sus labios subió en una sonrisa leve – es tan aburrido, si ibas a enamorarte de cualquiera, bien pudiste elegir mejor. – ¿Lo viste? Liluina sintió que estaba mirando a un perro perseguir su cola y gritar, ¡mírame!, ¡mírame!, ¡mírame! – Si, estoy impresionada, su alteza es el mejor – aplaudió. – Por supuesto, ya veo que no eres tan boba. – Alteza – lo llamó y el mechón de cabello que se suponía era su fleco se atravesó en su camino, se tomó dos segundos para acomodarlo detrás de su oreja – me gustaría aprender, ¿podría enseñarme? Andrés se echó a reír – de nuevo eres tonta, las niñas no entrenan con espadas, pero vendré y te mostraré como se hace para que no seas tan estúpida cuando crezcas. – Muchas gracias, alteza – dijo la última palabra con un gesto de rabia. Le pasó en su segundo sistema, todos querían una marioneta, una reina de aparador que cumpliera sus caprichos y dictara las órdenes que los nobles deseaban, una mujer sin identidad que proyectara la imagen perfecta de la nobleza y esa mujer perfecta no podía pelear. Cuando pidió aprender a usar una espada y tener una forma de defenderse en caso de que otro héroe quisiera matarla, todos se rieron en su cara y un par de años después cuando su hermana la heroína quiso aprender y se descubrió lo hábil que era, todos la apoyaron y se mostraron felices detener una princesa multifacética. La mujer que rompía paradigmas era la heroína, no la villana. – Liluina, ¿qué te pareció el príncipe Andrés? – le preguntó el duque a la hora de la cena. – Muy atento – mintió. – Lilu consiguió que el príncipe se quedara por cuatro horas en el quiosco, se veía tan cansado, estaba desesperado por demostrarle lo bueno que era con la espada, debiste verlo – sonrió Angela. El duque se mostró muy complacido – cualquier hombre haría lo que fuera por impresionar a mi hija. Hubo risas mientras Liluina tomaba delicadamente un trozo de carne, le untaba un poco de salsa dulce y lo llevaba a su boca con movimientos sutiles antes de limpiarse con un pañuelo, sus modales eran más parecidos a los de una joven en edad casadera que a una niña de diez años. – Liluina, ¿qué te parecería que el príncipe viniera más seguido a verte? La mirada de Liluina subió – me gustaría. – Entonces está decidido. Mientras sus padres se mostraban felices ella siguió comiendo. Andrés Texiran, el hombre del que quedaría embarazada, tal vez si la suerte lo permitía y lo entrenaba podría ser un hombre decente, uno que no dedicará su vida a preñar mujeres y abandonarlas, si lograba eso quizá finalmente podría tener una vida que no terminará en apuñalamiento. Se llevó la mano al abdomen por un dolor reflejo de sus muertes pasadas.
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