A media hora de la mansión ducal y a quince minutos de la ciudad y la estación de trenes, con jardines amplios, dos quioscos, un jardín trasero con suficiente espacio para los caballos, una fuente en la entrada, un salón, una capilla, una biblioteca y un invernadero con escalera de caracol, se encontraba el futuro hogar de Liluina. El duque se veía muy satisfecho con las manos en la cintura y el mentón altivo – solía ser un salón de conciertos, estuvo cerrado mucho tiempo y lo mandé a reparar hace un par de años. – Papá, ¿hace cuánto exactamente iniciaste las reparaciones? – Unos cinco años. Liluina enarcó los ojos, sus padres llevaban mucho tiempo pensando en su boda, no quería ni imaginar lo que pasaría cuando descubrieran que Lucas iba a cancelarla. – ¿Y qué les parece? – Me gusta