Funeral

2577 Words
No le gustaba decirlo, los colores de luto le quedaban.  El vestido oscuro, las botas altas, los guantes y la rosa negra sobre su cabello junto con el velo que le cubría el rostro, ese atuendo fue preparado para ese día.  Después de recibir la carta Andrés volvió al instituto Ébano para recoger sus cosas e iniciar el viaje de dos días a la capital, de igual forma el duque Johan Kreigos inició los preparativos, dejó los asuntos en orden y un día después partieron.  Llegaron en media hora a la ciudad y desde ahí siguieron otros diez minutos hasta la estación de trenes, la entrada reservada para los nobles les permitió caminar por un pasillo desde donde las personas no podían verlos y abordar los vagones de primera clase, un tren sin escalas se tomaría día y medio en llegar hasta la ciudad capital de Gouta.  El viaje fue silencioso, Liluina miró por la ventana y se recargó sobre los cojines, el cielo estaba nublado y por la noche cayó una ligera lluvia, a su disposición tenían sirvientes, comida, baños, habitaciones con camas y el movimiento del tren era leve, peo el viaje fue silencioso.  Al llegar a la estación ya los esperaba un carruaje y de inmediato notaron las cortinas negras que colgaban en todas las ventanas, esa tarde tendría lugar el primer desfile con las cenizas del príncipe heredero recorriendo las calles para que todos los fieles pudieran despedirse. Era un día demasiado triste y tuvieron que esperar a que se abrieran las calles para llegar a la mansión Andes.  Angela fue la primera en bajar – papá – y abrazar al duque Andes.  El hombre mayor la abrazó – debió ser un viaje largo, ya preparamos las habitaciones para que descansen – le dijo y pasó la mirada hacia el duque Kreigos.  Liluina avanzó e identificó al resto de la familia.  Sus abuelos, los duques César Andes y Magdalena Andes, sus tíos Javier y Celestina Andes, y sus primos Viola y Agustín Andes. Al casarse las mujeres tenían la opción de conservar el apellido familiar, adoptar el apellido de su esposo o tener ambos, era una decisión individual pero la presión familiar importaba, por petición de su abuelo, su mamá conservó el apellido de su familia y bajo la misma presión su abuela y su tía lo cambiaron.  Angela la sujetó de los hombros – Lilu, ellos son tus primos Viola y Agustín.  Viola tenía dieciséis años y Agustín cinco.  – Y ellos son tus tíos Javier y Celestina.  Liluina hizo una reverencia – encantada, muchas gracias por permitirnos quedarnos en su hogar.  Celestina le sonrió – es una pequeña muy linda, tal y como contaste en tus cartas, estoy segura que ella y Viola se llevarán bien.  Lo dudo mucho.  No había forma de que ella y su prima se llevaran bien porque Viola se enamoraría del príncipe Andrés.  Entraron a la mansión – tenemos tiempo para comer antes de la ceremonia y ustedes necesitan descansar después de viaje – le dijo su abuela.  Liluina fue a su habitación y buscó el espejo para quitarse el prendedor y descansar de los afilados pasadores que le provocaban dolor de cabeza, no mucho tiempo después Viola entró a la habitación sin anunciarse y cruzó los brazos – escuché que te quedaste sin prometido.  El plan era simple, casarse con el segundo príncipe y convertirse en la duquesa, era lo ideal porque su madre enfermó después de dar a luz y un doctor le dijo que no volvería a tener hijos, además eso le daría a Andrés el título de duque y si se mantenían como una pareja fuerte no habría problemas. Pero Andrés ya no era un segundo príncipe y si Liluina se casaba con él, se convertiría en reina y renunciaría a su posición como heredera del ducado.  Tal situación podría considerarse beneficiosa y entre ambos títulos era obvio cuál era más alto, pero no era tan simple, la mujer que ocupará la posición de reina pasaría por un estricto escrutinio, no se elegía a sí misma y la sola implicación de esas intenciones la haría acreedora del odio de la actual reina.  Para el duque Kreigos lo ideal era buscar otro prospecto y olvidar la relación infantil que cultivaron por tantos años.  Ante las palabras de Viola, Liluina respondió – la muerte de su alteza real el príncipe Eduardo es una gran tragedia, no me atrevo a pensar en mi persona en un día tan triste.  Viola rodó los ojos – dame una respuesta real, no puede ser que seas tan plana.  – Querida prima, ¿qué respuesta apaciguará tu enfado?  Viola chistó los dientes y salió de la habitación etiquetando a su prima como ¡engreída y fastidiosa!    Para llegar al funeral el conductor de la familia Andes trajo un coche muy ruidoso que despedía humo y un aroma desagradable, el duque se quedó mirando con un gesto de enfado – usaremos un carruaje normal, confío más en mi caballo que en lo que sea que hay dentro de esa cosa.  Viendo la máquina que parecía caerse sola, Liluina estuvo de acuerdo.  – Esas cosas no durarán – le dijo su padre – desaparecerán en un par de meses.  Liluina sonrió. Esa tarde todas las familias importantes del reino se reunieron en el castillo, las calles estaban abarrotadas con cientos de comerciantes, embajadores, plebeyos y militares, todos para despedir al príncipe Eduardo Texiran Tercero.  Andrés cargaba el retrato de su hermano y lo sintió muy pesado, todavía no aceptaba que jamás volvería a verlo, ese hombre molesto que cuando era niño tiraba de su cabello y movía su cabeza o que le contaba bromas, ya no estaba y no estaría en el futuro, sus penas, alegrías, diversiones o sin sabores, en cada momento importante de su vida en el que su hermano debía aparecer para burlarse o para apoyarlo, no estaría y en su corazón surgió un gran agujero.  La vida seguía, pero, ¿de qué forma?  A sus treinta y tres años el príncipe Eduardo Texiran Tercero se consideró un hombre amable, capaz y solidario, nadie dudaba que se convertiría en un gran rey y al irse a una edad tan joven y dejando a un hermano menor inexperto al que muchos consideraban ignorante, los nobles se preocuparon.  Las lágrimas de Andrés se volvieron pesadas y entre las personas alrededor buscó el rostro de Liluina, la encontró junto a la familia Andes.  *****  La mirada del teniente Teodoro Handel se volvió sombría – majestad, he cuidado del príncipe Andrés desde que era un niño, en todos estos años mi lealtad o mi disciplina jamás estuvieron en duda y nunca fallé en protegerlo – habló en un tono de voz muy alto lo que hizo que los soldados al costado se acercaran.  El rey les indicó que no era necesario – hiciste tu trabajo correctamente, pero Andrés ya no es solo un príncipe y necesita una mayor protección, por tus aportaciones al reino serás considerado para una promoción y reasignado como parte de la guardia del castillo, no necesitas agradecérmelo.  La guardia del castillo tenía más de trescientos elementos en un día normal y Teodoro sería uno entre tantos, lejos de sentirse agradecido sintió que estaba siendo degradado, él quien protegió al príncipe Andrés por casi quince años, de pronto ya no era apto para cuidarlo.   El rey lo miró fríamente – retírate.  Afuera del estudio esperaba el duque Johan Kreigos, uno de los guardias le indicó que era su turno y él entró a la habitación escasamente iluminada para un encuentro privado con el rey – majestad – habló con solemnidad.  El rey se tomó un minuto para mirar por la ventana – un día soleado, ayer parecía que la lluvia jamás se detendría y esta mañana salió el sol.  El duque mantuvo la mirada baja – es su alteza, el príncipe Eduardo nos observa desde el cielo.  – Sí, podemos creerlo de esa manera – dio a vuelta y se alejó de la ventana – imagino que has escuchado los rumores, sobre lo que esa mujer le hizo a mi hijo.  No había suficientes miembros de la familia Cutier para que pagaran por la hija que ató al príncipe Eduardo a la cama, lo castró y lo dejó desangrarse hasta la muerte.  El duque carraspeó – me temo que escuché algunos rumores majestad, nada en concreto, solo habladurías.  El rey bufó – no sirve adornar las mentiras, lo que más temo, es que con el paso de los años lo único que se recordará de mi hijo, será la forma en que esa descarada lo mató – apretó sus manos en puños y resopló – sobre el compromiso de nuestros hijos, recuerdo que fuiste muy insistente sobre nombrar a tu hija como heredera.  El duque asintió – Liluina nació para ser una duquesa, es inteligente y muy capaz – estaba convencido, convertirla en reina y dejarla atrapada en la política que conllevaba era un error, su hija desde muy pequeña aprendió las leyes de impuestos y de arrendamiento, revisaba las cuentas y le ayudaba a su madre a administrar la casa, además de tener los modales perfectos, ella estaba hecha para dar las órdenes, no para ser el adorno de un hombre.  Ese no era el destino de su hija.  El rey le sonrió – debes querer mucho a tu hija y por lo que he sabido por Andrés en sus cartas se trata de una jovencita muy astuta, haces bien en sentirte orgulloso – se sentó – en ese caso le diré a Valeria que puede comenzar la búsqueda de una prometida.  Johan Kreigos sabía que la reina ya había iniciado esa búsqueda, pero como políticos, se apegaban a las normas – muchas gracias majestad, mis condolencias por su pérdida, cualquier cosa que necesite puede pedirla.  El príncipe Eduardo Texiran falleció sin tener hijos legítimos, en cambio tuvo dos hijos ilegítimos y lo que más deseaba el rey era mantener limpio el nombre de su hijo y evitar la propagación de cualquier tipo de rumor – necesito que des alojamiento a una mujer y a su hija en tu ducado, no serán invitadas, sino trabajadoras, ya hablé con la madre y estuvo de acuerdo en no causar problemas.  El duque Kreigos no necesito más información – con gusto me encargaré de ese problema por usted, majestad.  *****     Después de la ceremonia hubo una misa en honor del príncipe y las palabras del obispo resonaron en la catedral.  Ya oscurecía cuando Liluina subió al carruaje después de su madre para volver a la mansión Andes, su abuela, la duquesa Magdalena Andes fue la primera en quitarse el velo – un largo día, Romelia, sirve la cena.  Además de la familia inmediata Viola llevó a una amiga, Penina Siena, ella vestía de luto y se quedó en la mansión para cenar, con ella todos menos Agustín quien ya estaba dormido se sentaron en el comedor y se mantuvieron en silencio, Liluina estuvo tranquila, comió despacio, guardó las apariencias de una joven que sufría una gran pérdida y al terminar la cena subió a su habitación.  Por desgracia no subió sola, Penina la siguió – escuché que eres amiga del príncipe, ¿es cierto?  Más que una amiga, se suponía que iban a casarse y algún día lo dejaría seco para tener un hijo – lo conozco – respondió.  Penina torció la boca al escuchar una respuesta tan neutral y miró hacia atrás a Viola que esperaba al pie de los escalones – ¿y cómo es?  Veamos, es arrogante, narcisista, grosero, frívolo y presumido – su alteza real es un joven muy comprensivo y capaz, estoy segura que será un gran rey con ayuda de nuestro señor.  Penina no supo qué decir y buscó la mirada de Viola.  Con un resoplido Viola subió corriendo – Peny, te estaba buscando – si su prima seguía dando esas respuestas salidas de un libro de modales, no tenía caso seguir preguntando – vamos a dormir, no hay que molestar a mi prima – agregó en un tono sarcástico.  Liluina esperó un minuto y siguió subiendo hasta llegar a su habitación. Se quitó la ropa de luto y buscó un camisón plateado para dormir, bostezó pesadamente y media hora después escuchó que alguien tocaba su puerta.  Era la ama de llaves Romina – señorita, el príncipe Andrés la está buscando.  Rápidamente tomó un abrigo para cubrirse y salió de la habitación, descubrió que además de ella, sus padres y su abuelo estaban abajo y junto a Andrés se encontraba un hombre en traje militar.  Angela extendió el brazo y Liluina fue a su encuentro – cariño, el príncipe vino a despedirse, desde ahora su educación estará a cargo del palacio y no podrá volver al instituto Ébano, tampoco podrá visitarte.  Era de esperar, el tiempo que tenían juntos ya había terminado – entiendo, alteza, muchas gracias por todo, ha sido un privilegio – buscó la mirada de Andrés y se sorprendió al encontrarlo llorando.  Sin importar las personas presentes, Andrés la abrazó, esa no solo era la despedida, era el fin de un compromiso que jamás llegó a concretarse – te visitaré – anunció Andrés en voz muy alta – cada vez que pueda iré a verte Lilu.  Liluina asintió – te estaré esperando.  Angela se llevó la mano a la boca al darse cuenta, antes de ese día estaría feliz de ver lo cercanos que eran, ese compromiso fue planeado años atrás y para asegurar la relación Liluina estudiaba en casa y no era cercana a otros chicos de su edad, solo el príncipe Andrés, pero después de la muerte del príncipe Eduardo, esa relación ya no podía ser, lo mejor era separarlos antes de que el daño fuera irreparable – alteza, ya es muy tarde, Liluina necesita dormir.  Andrés asintió – muchas gracias por permitirme hablar con ella, duques Kreigos y duque Andes – saludó antes de marcharse.  Liluina volvió a la habitación para encontrarse con su prima, según su sistema Viola Andes se enamoraría del príncipe y lucharía por convertirse en reina, años más tarde y atrapada en un matrimonio sin amor, se enamoraría de Lucas Le Mar – buenas noches – pasó de largo.    Cinco días después volvieron al ducado, sin embargo, hubo una pequeña adicción – ¿quién es ella? – preguntó Angela.  El duque ya esperaba esa reacción – Verónica y Sirey Miras, el esposo de Verónica fue un socio de negocios, después de su muerte le prometí que cuidaría de su familia. Ellas trabajarán en la mansión.  Angela subió una ceja con desdén al mirar a la mujer de cabello oscuro y a la niña de cabello rubio y ojos azules que se escondía detrás de su madre, el cabello rubio era similar al del duque Kreigos, pero los ojos azules no combinaban, ese rasgo debía venir de uno de sus padres, no aparecía simplemente, lo que significaba que Sirey, no era hija de su esposo – la contratación del personal es mi trabajo, ¿revisaste sus antecedentes?  Johan Kreigos se inclinó hacia su esposa y le dio un beso – te prometo que te lo explicaré más tarde, solo esta vez, amor.  Mientras su padre consolaba a su madre y la convencía de que no había una relación entre Verónica Miras y él, Liluina caminó hacia las dos mujeres – y aquí estás, bienvenida, ¡HEROÍNA! 
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD