A la par que el villano Andrés Texiran salió de su vida, la heroína Sirey Miras entró.
Era la descripción perfecta de una mala semana.
Después de un largo viaje en tren llegaron a la estación y subieron al carruaje que los esperaba para llevarlos a la mansión, debido a un problema en las vías tomó más tiempo del calculado y ya era de madrugada, Liluina se acomodó en los cojines con insomnio y al mirar por la ventana descubrió un destello.
Un repentino clima frío trajo consigo la primera nevada a comienzos del otoño – nieve – musitó – detén el carruaje.
¡Nieve!
La temperatura era muy baja para el abrigo que estaba usando, pero no le importó, abrió la puerta y salió del carruaje dando un salto, corrió y miró como el cielo se cubría de copos de nieve que bajaban hasta sus manos.
Angela entreabrió los ojos – esa niña.
– ¿Lo hizo de nuevo?
Angela bostezó – cuando tenga frío volverá.
¡Nevaba esa noche!, llevaba un libro en una bolsa y estaba muy feliz, imaginó el rostro de su hermana al ver el libro y cuando abriera las cortinas para mostrarle la nieve, se imaginó metiendo una bola de nieve de contrabando al hospital y entonces la luz roja del semáforo parpadeó en la periferia de su vista y un auto se lanzó sobre ella.
El recuerdo agridulce que le traía la nieve se mezclaba con el rostro de su hermana, el cariño de su madre, las risas de sus amigas y el momento de su muerte.
También le recordaba que no iba a volver.
Su primer sistema lo pasó en el desierto, el clima era tan caliente durante el día que sentía que se derretía y jamás nevó, en su segundo sistema hubo mucha lluvia y climas fríos, así como neblina, pero la temperatura jamás descendió tanto como para justificar una nevada, y en ese tercer sistema, con tan solo dos años de edad miró por la ventana y vio los árboles cubiertos de blanca nieve y entonces – achú…
Tiempo de volver, dio la vuelta, se metió al carruaje y cerró la puerta – sigan, ¿por qué se detuvieron?, me voy a congelar – se quejó abrazando su abrigo delgado.
Angela se cambió de asiento y sacó una cobija para cubrir el cuerpo de Liluina, luego la abrazó y se quedaron dormidas.
Llegaron a la mansión ducal veinte minutos después y Liluina no despertó, el Duque Kreigos la sacó del carruaje en brazos y la llevó a su habitación. Después de un cansado viaje que tomó dos días y medio la familia Kreigos necesitaba un descanso.
Los sirvientes llevaron el equipaje y la familia durmió el resto del día, no era así para la mujer que recientemente llegaba a la mansión para desempeñarse como sirvienta, junto con su hija.
Sirey Miras tenía trece años, el cabello rubio muy claro, ojos azules, rostro redondo y una apariencia infantil junto con un pequeño cuerpo, a su tierna edad desconocía que el príncipe Eduardo Texiran era el mismo hombre al que ella llamaba ¡papá!, y su mamá llamaba ¡Edie!, pero al llegar a su nuevo hogar comprendió que su padre jamás cruzaría esa puerta y que no volvería a ver su rostro o escuchar sus risas.
La puerta se abrió y entró la señora Sabin – la mansión tiene reglas muy estrictas, no puedes usar cualquier ropa, tiene que ser el uniforme y tienes que usarlo correctamente, llega siempre a tiempo, no te daremos un trato preferencial.
Verónica asintió – muchas gracias – no era su primer día trabajando, conoció al príncipe siendo una sirvienta y no esperaba que su vida cambiara después de eso, lo único que quería era estar al lado del hombre que amaba, pero eso ya no podría ser y al mirar la habitación que sería su nuevo hogar y las ramas de los árboles cargadas de nieve, abrazó a su hija – estaremos bien, todo estará bien – repitió para ambas, como madre, se sentía miserable por no poder darle a su hija algo tan básico como la estabilidad de un hogar.
Liluina despertó pasado el mediodía y abrió la ventana para mirar la nieve, no lo soñó, hubo una nevada durante la noche y todo era blanco.
Andrés tenía razón, le gustaba ese color.
La mansión era diferente durante el invierno y los jardines se veían vacíos, sus horarios de estudio eran por la mañana y por las tardes salía al jardín, a causa de la nevada ya no podía, solo se quedaba a leer junto a la ventana.
Angela la miró con tristeza – el príncipe Andrés Texiran no fue el único al que consideramos para convertirse en tu esposo, la familia Lea Sira tiene un hijo un poco mayor que tú, escuché que se trata de un chico sobresaliente en el instituto Ébano, y está tu primo Adán Guinda.
Liluina torció la boca y su madre siguió enlistando nombres como si elegir marido fuera igual a comprar un peluche en una feria o una hortaliza en el mercado.
Y un nombre sobresalió – Lucas Le Mar – ¡el héroe!, al instante Liluina giró la cabeza y Angela lo interpretó como una buena señal – es el segundo hijo del marqués Le Mar, inteligente, le gustan las actividades al aire libre, posiblemente se convierta en un oficial y cumplió diecinueve este año, su hermana menor Cadmia es de tu edad, ¿qué te parece?
Fingió no mostrar interés – parece un hombre admirable – tenía que serlo, era el héroe.
– Entonces lo anotaré, es bueno que haya pasado a esta edad, tenemos mucho tiempo para elegir al correcto.
Liluina cerró el libro y miró hacia la ventana, no tenía ganas de estudiar y se sentía apesadumbrada, solo que desconocía la razón.
Para su madre era muy evidente lo que le pasaba – podríamos visitar la mansión Le Mar, o invitarlos a tu cumpleaños, sería buena idea y necesitas un toque suave con las personas, Viola estaba muy feliz de verte partir.
El cielo estaba muy nublado pese a ser de mañana y en los días siguientes hubo otra ventisca, los terrenos de la mansión quedaron cubiertos por la nieve y el cielo se oscureció, Liluina tocó las mismas cuatro teclas una y otra vez formando una melodía mientras recargaba su cabeza y miraba el vacío, seguía sin entender el motivo de su tristeza.
Su profesora de piano se sintió algo nerviosa – señorita, si lo prefiere, podemos dejar la clase para otro día.
No hacía falta, se acomodó y reprodujo una melodía de su sistema anterior que conocía de memoria, ella la compuso como un intento burdo de probar que podía tocar mejor que la heroína y por un largo tiempo el sonido de la música llenó la habitación.
Al separarse del teclado escuchó un aplauso – es una melodía muy hermosa, ¿cómo se llama?
En su sistema anterior, falleció antes de ponerle un nombre.
Cuatro días después el cielo se abrió y los rayos del sol bajaron sobre la mansión, los caminos estaban bloqueados y el duque salió muy temprano para recorrer el territorio y conocer los daños por el clima, la duquesa se encargó de revisar las provisiones y Liluina salió al jardín. Sus botas se enterraban en la nieve y sus pisadas dejaban un rastro que era fácil de seguir, levantó la mirada hacia los árboles altos cubiertos de nieve y después hacia la mansión, parecía que las gárgolas tenían gorros y lo mismo pasaba con las esculturas, siguió hasta llegar al quiosco y al subir los escalones se encontró con una sorpresa – ¿por qué estás aquí?
Agazapada en el quiosco antes cubierto de flores y con un libro en la mano se encontraba Sirey Miras, la heroína.
Al ser encontrada Sirey se levantó de prisa – estaba leyendo.
Liluina rodó los ojos, esa acción era bastante obvia – te pregunté por qué estás aquí, esta parte del jardín está prohibida para los sirvientes, alguien debió decirte.
Su punto de encuentro con el príncipe Andrés, todos en la mansión sabían que no podían acercarse a ese lugar.
Sirey bajó la mirada – lo siento.
Es clase de heroína inconsciente era de quien su hermana siempre se quejaba y Liluina apretó las manos con fuerza al recordarlo – ven – la llamó.
Sirey caminó y Liluina miró los zapatos mojados, el vestido viejo, el abrigo delgado y el libro en sus manos, leyó el título, ¡Princesa vagabunda!
Lo leyó tiempo atrás, la historia comenzaba con una princesa atrapada en una torre, cada mañana veía nacer sus sueños de libertad con el amanecer y morir con el ocaso. Un día, después de tres años de encierro tomó todas las sábanas y ropas que tenía, las ató y las lanzó por la ventana, pero la torre era muy alta y los últimos tres metros fueron un salto de fe, la princesa soltó la cuerda a la que se aferraba con un pensamiento.
¡Es mejor morir en libertad que vivir en la esclavitud!
Ella no murió, pero tras el golpe perdió la memoria, olvidó que era una princesa y fue confundida con una campesina debido al tipo de ropa que usaba, por un largo tiempo la princesa se abrió paso a través de un mundo difícil hasta el día en que descubrió su verdadera identidad, encabezó un ejército y reclamó el trono que le pertenecía por derecho de sangre.
Princesa Vagabunda era la clase de libro que toda madre quería que su hija leyera porque jamás hubo un príncipe, nadie la rescató de la torre y nunca se presentó una figura masculina más allá de los generales de su ejército y consejeros, ella sola, sin la presencia de un héroe, alcanzó su libertad y luchó por sus sueños.
La parte romántica se volvió un epilogo y no era parte importante de la historia, era irónico pensar que tal libro estaba siendo leído por una princesa vestida como campesina que la miraba con tristeza – lo siento mucho.
Liluina miró de nuevo la ropa mojada y siguió caminando – Sabin podría molestarse si te encuentra, trata de pensar en tus acciones – se detuvo – espera aquí.
No era para crear simpatía, Liluina conocía las consecuencias de hacerse amiga de la heroína y tampoco era por lástima, la razón era mucho más simple. Odiaba a las personas descuidadas – toma – le dijo mientras sostenía un par de botas – si vas a andar en la nieve tienes que cambiar tu calzado.
Sirey tomó las botas y sonrió – muchas gracias.
Estaba escrito en algún lugar que las heroínas tenían sonrisas brillantes que hacían que el sol muriera de envidia – ten más cuidado la próxima vez, si otra persona te encuentra no será tan amable.
– Lo haré, muchas gracias.
Y en esa misma página debía estar escrito que eran muy agradecidas.
Liluina volvió a la mansión y subió al estudio de su madre, la encontró repasando las cuentas, un par de días de tormenta hicieron mella en las bodegas – mamá, podrías decirle al tutor Lara que ya puede volver – hizo una pausa en sus estudios y ya era tiempo de terminarla – y también, me preguntaba sí puedo tomarme un tiempo antes de elegir a mi prometido.
Las flores de la sociedad entraban al mercado a los dieciséis, se comprometían a los diecisiete y se casaban a más tardar los veinte, era diferente para las jóvenes nobles, ellas no se ofrecían en los mismos mercados ni cazaban esposos, lo que hacían era arreglar acuerdos y compromisos desde edades muy tempranas y al llegar los dieciséis años ya tenían un prometido a su lado.
Como hija de un duque entre más joven se comprometiera, sería más sobresaliente – no quiero tomar una decisión apresurada, se trata de la persona con la que pasaré dos tercios de mi vida, quiero elegir a la persona correcta y en este punto, no estoy segura de ser lo bastante objetiva.
Angela esbozó una sonrisa, tampoco quería apresurarse con una decisión tan importante, sucedió que no deseaba ver a Liluina triste y pensó que enfocar su energía en una persona diferente podría ayudarla, viendo que ella se encontraba compuesta, estuvo de acuerdo en dejar el tema pendiente, sin embargo – no puedo prometerte que tu padre será tan comprensivo y eventualmente tendrás que pensar en tu futuro.
– Seré responsable de mis acciones – aseguró.
Angela no quería presionarla, pero quería asegurarse de que ella entendía la importancia de un matrimonio – tienes dos años, si no has elegido un esposo para ese tiempo, la decisión pasará a nosotros.
– Gracias mamá.
*****
Sirey llegó corriendo a su habitación, se quitó los zapatos mojados, las calcetas y limpió sus pies con mucho cuidado antes de calarse las botas, sorpresivamente fueron de su talla y el relleno las volvía muy cálidas.
Verónica Miras la vio sentada – Sirey, ¿en dónde estabas?
– Con una amiga – contestó con una gran sonrisa.