Ya era tarde cuando Liluina se quedó dormida con los ojos un poco hinchados sobre el sillón cubierto de cojines donde acostumbraba recostarse la duquesa, esa había sido una mañana muy larga y llena de sorpresas. El duque soltó un largo suspiro poco antes de darse cuenta de que iba a ser padre y abuelo – debería quedarse a dormir, sería una pena despertarla. La duquesa lo miró de reojo – cariño, su casa está a menos de una hora de distancia, prácticamente somos vecinos, y estoy segura de que Lucas puede llevarla, ¿cierto? Lucas asintió. El duque lo miró con el ceño fruncido y aceptó la derrota en esa lucha de dos contra uno – iré a ver que preparen el carruaje. La duquesa suspiró – él siempre es así, no lo tomes como algo personal, le agradas, no lo dirá en voz alta, pero puedes confia