Dos semanas después el estómago de Liluina se veía más redondo, como una pequeña pelota que metió bajo su vestido sin que el resto de su cuerpo se viera afectado, mirándose en el espejo estaba muy complacida de que su estómago esperara a que pasara su cumpleaños para hincharse, no quería pensar en lo que pasaría si asistía a la fiesta luciendo de esa manera.
No había algo malo en estar embarazada, pero nadie en ese mundo se tomaría fotos cargando pesas en ropa deportiva mientras lucía su embarazo, lo que se esperaba de las mujeres era que sufrieran ese estado en casa, recluidas como si estuvieran enfermas y solo volvieran al entorno social después de ¡aliviarse!, y que el bebe estuviera en la cuna.
Una costumbre muy limitante, pero tenía que seguirla.
Erina era una recién casada y como
