Heroína inútil

2415 Words
Durante la primavera cortó su cabello cambiando su estilo por completo y no estuvo muy contenta con el resultado, tener el cabello hasta los hombros como sucedía cuando era niña le trajo muchos recuerdos, deseó cortarlo más, pero las reglas de la sociedad dictaban que las mujeres debían usar el cabello largo y romper paradigmas siempre fue deber de la heroína, nunca de la villana – está bien así, buen trabajo. – Me alegra que le guste, señorita. Para festear su nuevo corte de cabello lo ató con una cinta y salió al campo, tenía tres meses sin montar a Lirio y no quería dejar pasar más tiempo, ajustó su pantalón, su saco verde esmeralda y llegó a los establos para buscar su caballo. Casi de inmediato escuchó una risa. De piel al final del establo se encontraba Sirey alimentando a un caballo y a su lado el encargado de los establos la animaba con una gran sonrisa, desde que Liluina recibió a Lirio no sabía que ese hombre podía sonreír – Don Reno – lo llamó. – Señorita – respondió de prisa y agachó la cabeza. – La persona detrás de ti, ¿fue asignada a los establos? En la expresión del señor Reno estuvo escrita la respuesta – disculpe señorita, fue mi culpa, no volverá a pasar. – Espera, fui yo. – No te pregunté a ti – avanzó lentamente – Don Reno, usted conoce las reglas de la mansión, no se permite a personas ajenas entrar a los establos, tampoco me parece correcto que pasé su tiempo distraído cuando se le ha dado la misión de cuidar de los caballos de la familia. – Pero fui yo. – Si dices otra palabra, lo despediré – alzó la voz y caminó hacia la niña de trece años que ostentaba el título de ¡heroína! – crees que lo estás ayudando, pero tu intromisión solo evidencia su falta, Don Reno, no necesito recordarle lo que pasará si esta jovencita resulta herida estando en un lugar que no le corresponde. En todo momento Don Reno no se atrevió a levantar la mirada – lo entiendo señorita, no volverá a pasar. – Eso espero – dio la vuelta y dejó el establo sin buscar a Lirio, repentinamente perdió la voluntad de montar. ¡Sirey Miras!, solo tres meses y la heroína ya se había ganado la gracia de los sirvientes de la mansión, algo que ella no había conseguido en años. ***** Al llegar la primavera recibió una visita inesperada. – ¡Primita! ¿Primita? La chica que literalmente sonrió de oreja a oreja el día que supo que Liluina dejaba su hogar la abrazaba efusivamente – vine a pasar unos días con mi familia, la tía Angela dijo que podía, no te molesta, ¿cierto? – No me molesta. – Es genial, ¿cuál será mi habitación? – Junto a la de Liluina – le respondió Angela – ven, te la mostraré – extendió su mano para llevarla y a regañadientes Liluina las acompañó. La habitación llevaba un tiempo deshabitada, pero los sirvientes mantenían todas las habitaciones limpias por lo que no fue un problema instalarla, el tutor Lara tuvo un par de días libres y Liluina se sentó en el sillón de la biblioteca con las rodillas juntas, la espalda recta y un pesado libro en sus manos. Viola hizo una mueca – ¿cada cuánto te visita el príncipe? Y eso explicaba su visita – no me ha visitado. Viola no se mostró confiada – mi abuelo estuvo presente cuando te prometió visitarte y mis fuentes dicen que ha estado viajando seguido al ducado, me estás diciendo que, en estos siete meses, ¿no ha venido a verte? Liluina apartó la vista del libro para responder – su alteza debe tener muchas ocupaciones, todas muy importantes, sí no ha visitado la mansión ducal ha sido porque mi padre es un fiel servidor a la corona y no hay motivos para su visita. Viola se dejó caer sobre el sillón y poco después se enderezó para mirar a Liluina sentada con la espalda recta, quería tomar esa imagen y llevarla a un museo – deja de ser tan falsa, siento que estoy hablando con una escultura o una actriz inmersa en su personaje, no existen las mujeres perfectas, así que tú no puedes serlo. – Tu argumento para validar tus palabras es que tú no eres perfecta y por lo tanto nadie puede serlo. Viola apretó los dientes – qué importa, te lo diré ahora para que te quede claro, el abuelo decidió que me convertiré en la esposa del príncipe heredero Andrés Texiran, vine aquí para pedirte de manera amable que te apartes de él o voy a olvidar que somos primas y usaré tu cabello para trapear el piso. – Te lo diré ahora para que te quede claro, tu posición como reina es un supuesto y mi posición como duquesa es una certeza, cuida tus palabras o las interpretaré a mi manera. Viola comenzó a rabiar y se levantó del sillón para salir de la habitación – y para que lo sepas, soy más bonita – dijo antes de azotar la puerta. Liluina siguió leyendo sin preocuparse, había una explicación para los viajes del príncipe, el instituto Ébano, tras mudarse a la capital y pasar su educación a la tutela privada Andrés necesitaba validar sus calificaciones y arreglar sus documentos y era de esperar que no tuviera tiempo para verla, sin embargo, Andrés si prometió que la visitaría y no lo había hecho, ni siquiera durante el invierno cuando él cumplió dieciocho años. Suspiró y siguió leyendo para distraerse. Fue un par de días atrás que encontró un libro llamado ¡crónicas de un trueque! En un país en donde se hablaban treinta y seis lenguas y se manejaban doce tipos de monedas diferentes, el mercado era caótico, a menudo las personas traducían mal las palabras provocando confusión y conflictos, los comerciantes aprovechaban la ignorancia de los campesinos para obtener mejores ganancias, debido a los centavos, los diferentes estatutos de precios y las conversiones una misma moneda podía llegar a tener la mitad de su valor nominal. El libro resaltaba la importancia de una lengua y una moneda nacional, o en general, la importancia de la globalización. Pero no era esa la razón por la que lo estaba leyendo sino porque ese libro estaba escrito en la lengua de su sistema anterior, Qritea. Nunca le había pasado, siempre que llegaba a un nuevo sistema tenía que aprender el lenguaje y siempre era uno diferente, pasaba lo mismo con la escritura, en esa ocasión al entrar a la biblioteca descubrió que había libros extranjeros y uno de ellos estaba escrito en Qritea, aunque se trataba de un libro de conflictos nacidos de malas traducciones, le gustaba leerlo. Hasta que Viola llegó y le dio algo más en qué pensar. Le dijo al príncipe Andrés que lo esperaría, pero él aún no la visitaba. ***** Al llegar el verano cumplió dieciséis años y la mansión Kreigos se vistió de fiesta. Para ese día usó el vestido lila, el tocado de rosas negras, los destellos brillantes, el maquillaje ligero, las sombras sobre los parpados y un collar de perlas negras. Era un día importante. Las luces del salón estaban encendidas y ella bajó los escalones hacia una fiesta abarrotada de la mano de su padre el duque Kreigos, la música era suave, su madre le sonreía y recibió la mirada aguda de su prima Viola vestida de rojo. En el espacio del centro del salón tendría su primer baile como adulta y se suponía que ese honor le correspondía a Andrés Texiran, de esa forma anunciarían su compromiso en ese día en particular, pero con su posición de futuro heredero y la ausencia de un nuevo prometido, fue su padre quien sostuvo su mano y bailó con ella. Sus pasos fueron delicados y el resto de los invitados observaron, esa era la ceremonia de su adultez y debía ser perfecto, el vuelo de su vestido y la pesadez en su cabeza por el adorno o la punzada en sus pies por los tacones, todo debía ser oculto bajo una sonrisa. Al terminar el duque la abrazó – feliz cumpleaños mi pequeña. Las invitaciones se acumularon y Liluina se quedó en la pista de baile por espacio de media hora hasta que pudo descansar y se detuvo por una bebida, Viola la estaba esperando – no te he visto bailar. La mirada de Viola seguía fija sobre la entrada esperando a que Andrés Texiran llegara en cualquier momento – el abuelo fue muy específico, mi tía y tú tienen que ayudarnos. – Si no se presenta, no hay mucho que pueda hacer. Viola frunció los labios, se iría al día siguiente y el príncipe Andrés seguía sin aparecer, siendo así ese último mes fue una completa pérdida de tiempo – no lo entiendo, Elena dijo que él visitaba el instituto seguido. – ¿Elena? – Elena Lea Sira, su hermano es amigo del príncipe – se detuvo y sonrió – creo que subestimé tu relación con él, ha estado visitando la zona, pero no viene a verte. Liluina mantuvo una expresión neutral – lamento que tu viaje no haya dado buenos resultados, deberías disfrutar la fiesta. Una persona se acercó y Liluina giró para mirar a un joven de cabello oscuro con anteojos redondos – señorita Kreigos, me permite esta pieza. Sonrió y tomó la mano que le ofrecían para ir al a pista, en el camino notó que no conocía a esa persona – me gustaría conocer el nombre de mi pareja. – Roberto Lea Sira. ¡El idiota! Sonrió al recordar sus conversaciones con Andrés y el tono despectivo con el que siempre lo nombraba, y al mirarlo descubrió que su descripción fue precisa, alto, delgado, apariencia frágil y constantemente acomodaba sus lentes. Aunque era un buen bailarín y sus modales eran excelentes. Al terminar la pieza Liluina se despidió y buscó un lugar donde ya no tuviera la necesidad de bailar. De forma instintiva miró hacia la entrada, Andrés conocía la fecha de su cumpleaños y no la visitó. – Te ves muy pensativa, debes dejar que los invitados te vean feliz – dijo Angela al acunar su rostro – ven, te presentaré a la Marquesa Lea Sira. – Si. La Marquesa Gisela Lea Sira era una hermosa mujer que cabello castaño oscuro muy parecido al de su hija Elena y como todas las consortes de la familia Lea Sira, solía ser una empleada antes de casarse con el marqués. – Señorita Liluina, esperaba tanto conocerla. Sus ojos se entrecerraron al sonreír y puso su atención en la jovencita de rostro tímido y grandes arracadas, dada su posición debía acostumbrarse a ese entorno, exhaló y mostró una sonrisa radiante. Le tomó un largo tiempo escapar de la fiesta y salir al balcón para descansar los pies y pensar, siempre que retrasara su matrimonio podía encontrarse con Andrés, quedar embarazada y cumplir la tarea más importante de su sistema, lo que pasaría después, lo desconocía. Y era en ese punto en el que todo salía mal. Lo sabía por experiencia. Del otro lado de las cortinas escuchó risas altas que venían de una de las mesas. – ¿Ya viste los zapatos? – ¿Dónde compraste ese atuendo? – ¿Siquiera lo compró?, es sabido que la iglesia acepta donaciones y les regala la ropa a los pobres. – Eso lo explica, miren eso, ni siquiera es de su talla – dijo Viola con un toque de burla. Sirey se aferró a la caja de regalo en sus manos, su vestido era nuevo y a su madre le costó mucho comprarlo, pero entre un vestido comprado en el mercado y un vestido de alta costura cargado de joyas había una gran diferencia, vestida de esa forma Sirey resaltaba y era obvio que no pertenecía a ese escenario – yo quería – arrastró las palabras. – ¿Querías dar lástima?, niña, lo conseguiste. Sirey bajó la mirada y de pronto sintió que alguien tiraba detrás de ella. – ¡Aquí estás!, te esperaba hace horas – se quejó Liluina – Viola, deberías ser más considerada con la servidumbre. Viola se molestó – la próxima vez dile que se mantenga al margen, arruina la vista. Liluina tomó la caja de manos de Sirey – ven conmigo – le dijo mientras caminaba hacia los pasillos lejos del salón y Sirey la siguió – eso fue arriesgado, ¿cómo llegaste tan lejos?, alguien en vigilancia o uno de los sirvientes debió detenerte. Sirey se mostró muy feliz – les dije que quería darte un regalo y me dejaron pasar. No era una buena razón, pero evidenciaba lo querida que era Sirey por la servidumbre, llegaron al jardín y Liluina se paró bajo una lámpara para mirar el contenido de la caja, era un pañuelo bordado con el diseño de una flor – es una Dalia. Sirey se sintió emocionada al saber que su diseño fue reconocido – quería darte algo como agradecimiento por las botas. Liluina la miró fijamente – ¿y tenía que ser hoy?, pudiste entregármelo cualquier otro día, no tenía que ser en el salón o delante de tantos testigos, hiciste algo muy innecesario y pusiste en riesgo el trabajo de muchas personas, si algo te pasaba durante la fiesta seríamos responsables. La sonrisa de Sirey se volvió conflictiva – lo siento mucho. – Sentirlo no ayuda, sé más precavida y no lo hagas la próxima vez. Sirey sonrió tímidamente – yo quería verte, dijeron que te veías muy hermosa, iba a irme enseguida. ¡Y Viola te encontró!, espera, ¿acabas de tutearme? – resopló – ya no puede remediarse, la próxima vez ten más cuidado. Y gracias por el regalo. Sirey sonrió – si – y dio saltos para volver a su casa. Liluina respiró profundamente para no perder la calma y regresó a la fiesta para buscar a su prima Viola que la miraba con recelo y una pregunta escrita en su rostro, ¿qué? – te convendría cuidar tu imagen. – ¿Por una sirvienta? – Te lo diré una sola vez, por tu propia seguridad – se acercó hasta que su rostro estuvo a un paso del de su prima – aléjate de ella – destinos miserables esperan a quienes se entrometen en el camino de la heroína.
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