La mañana del cumpleaños de Liluina varios carruajes llegaron a la mansión con los últimos arreglos y de uno de ellos bajó un joven alto de cabello rubio, ojos azules y un uniforme de saco blanco, era Gabriel Basir. Hugo, Muñeca y Diego lo miraron de pies a cabeza poniendo atención en el uniforme, las vistas doradas y el cabello recortado – pareces un idiota – le dijo Diego. – Esa es la envidia hablando. El sargento Esperanto le puso la mano en el hombro – te vez como todo un cadete, recuerda trabajar duro. – Si, señor – habló en voz alta, conocía su posición y sus limitaciones, pero era optimista, quería ser un soldado y volver a la mansión como un elemento útil a la señora Kreigos. – Oye, ¿por qué volviste tan pronto?, deberías estar en clases – le preguntó Hugo. Gabriel sonrió y m