Ellos al ver a la mujer, solo se arrodillaron frente a ella. Su semblante serio demostraba tranquilidad tal y como su voz que tasmitía paz.
Sus cabellos blancos y sus orbes esmeraldas jugaban con el viento, y su gran túnica blanca con detalles dorados no eran la excepción. Parecía haber salido de un cuento de hadas, su piel perfecta y pocas marcas de expresión no daban claramente con su edad exacta pero... lo que si sabía, era que ella era Lady Fray, mi abuela materna.
— No se preocupe, Lady Fray— hablé a la vez que le dedicaba una reverencia que le hizo sonreírme levemente.
— Oh, mi pequeño Nathaniel. Cinco años sin verte y ahora que vuelves a los Fray... eres todo un hombre— con esa misma expresión de tranquilidad, se acercó a mi para tomarme de las manos y sin titubear preguntarme:— ¿Qué te trae por aquí?.
— Abuela, estoy aquí para buscar más información sobre las marionetas, el pasado de la familia Fray y los Castelia, y lo más importante... sobre Madame Hester— respondí tratando de ocultar mi nerviosismo, ya que, Alepoú me había informado que a mi abuela no le gustaba la inseguridad de las personas al buscar respuestas.
Mi abuela al escuchar mi respuesta, solo cerró sus ojos y soltó un suspiro. Por unos momentos creí que no me diría nada respecto a esos temas, pero... Al ver que les había hecho una seña a sus dos marionetas, me di cuenta que mi intuición había fallado.
Ella solo se giró para darme la espalda y aún sin perder ese tono lleno de tranquilidad, habló con toda la autoridad que tenía al ser la líder de la familia:— Vayamos a la casa y te contaré todo, solo que... no quiero que les digas a tus padres que te conté sobre el pasado del que debe permanecer enterrado.
Solo asentí en silencio, a lo que ella solo me hizo una seña para que la siguiera a la vez que comenzaba a caminar. El camino estaba repleto de silencio, y eso me incomodaba, bueno, eso fue hasta que mi abuela se aclaró la garganta para comenzar a hablar.
— Las marionetas fueron creadas por madame Hester, una mujer longeva y llena de vitalidad. Su función es la protección de su creador o de quien le otorgue su sangre para sellar el pacto, solo se hacen cuando hay un enemigo fuerte— dijo para luego girarse para verme.— cada marioneta tiene una fortaleza a la hora de luchar, y eso depende del animal que elijas.
— Alepoú me contó sobre eso, pero... mi duda es, ¿Por qué las creó?— le pregunté al ver como Alepoú, Ulric y Cardenal se posicionaban a un lado de nosotros.
— Es una gran mujer— me respondió para darse la vuelta y comenzar a caminar, provocando que volviera a seguirla junto a nuestras marionetas.— De eso no hay duda. Pero lamentablemente, la envidia del humano es tan grande que no puede evitar tratar de lastimar o destruir lo que no puede poseer. Madame Hester hizo sus siete marionetas principales cuando su juventud fue amenazada por la tribu que una vez ayudó.
Sus palabras callaron y acto seguido, con su pie comenzó a trazar una runa en el suelo. Al terminar, esta brilló y frente a nosotros apareció la gran casa de los Fray, lugar que estaba adornado con los mismos colores que se encontraban en la túnica de mi abuela. Estuve por hablar para hacerle una pregunta, pero, al ver que me estaba viendo por encima de su hombro, le permití que prosiguiera.
—Eileen o Madame Hester como actualmente la conocemos, fue amenazada por la envidia y el miedo. Y todo, por el amor— esto último lo mencionó y la campana de la hacienda comenzó a resonar por el lugar, provocando que Cardenal, Ulric y Alepoú hicieran una reverencia.— Los humanos habían condenado a las brujas y hechiceros a vivir apartados y usados para el bien hipócrita de la sociedad....
— Madame Hester se enamoró de un hombre que carecía de magia, pero su amor fue su perdición. Quemaron la casa de su amado creyendo que nuestra benefactora estaba ahí pero... lamentablemente, le arrebataron a aquella mujer lo que más atesoraba— complementó la voz de un hombre mayor que apareció unos segundos después de que la campana dejase de resonar por aquel lugar.
Igualmente que mi abuela, su apariencia escasa de expresiones de edad le hacían parecer un hombre no muy mayor. Pero a comparación, mi abuelo aún conservaba su melena carmesí. Su piel pálida y orbes plateados le daban un aspecto divino, careciente de barba y con su semblante que demostraba tristeza, bajó los escalones para llegar hasta donde nos encontrabamos.
— No los odiaba, y los amaba tanto. Hasta que la tribu de brujos y hechiceros fue arrazada por el fuego que sus mismos amados humanos crearon. De tristeza y para conservar la memoria de sus compañeros caídos, hizo uso del ritual para crear guardianes, hechizo que su maestra le había trascendido unos días antes de caer por la ardiente envidia— continúo para acto seguido abrazar a mi abuela, pero de aquella mirada triste comenzó a caer una lluvia que recorría sus mejillas. Él estaba llorando.
— De tantas tragedias, comenzó a viajar y a aprender más sobre el mundo. Alejándose y manteniendo su gran secreto oculto a las personas carentes de habilidad mágica, para evitar la misma tragedia. Y ahora, su conocimiento se encuentra en nuestra biblioteca junto a miles de documentos— agregó mi abuela, quien con sus pulgares comenzó a limpiar las lágrimas de mi abuelo.
— Nathaniel— me llamó mi abuelo.— todo esto debe ser secreto, el mundo aún es un lugar lleno de malicia y si se llegase a enterar sobre la información que custodiamos... lo usarían para el mal como los Castelia.
Atraído por el apellido, solo me acerqué a mi abuelo para tomarlo de la mano y hacer una reverencia y acto seguido decirle:.— Quiero desenterrar la verdad, y traer justicia y paz a los Fray. Y... cumplir con esa maldita tradición para alejarme de esos locos y volver a ustedes Lady y Conde Fray. Su legado será guardado y pasado a futuras generaciones si me permiten aprender de ustedes.