Su mirada era un mar de sentimientos, algo que no podía descifrar.
El silencio que había causado mis palabras, era como una daga que penetraba mi piel al sentir las miradas de todos los presentes sobre mi. Tal vez era un Castelia, pero en mis venas y arterias tambien corría la sangre de los Fray, por más arraigado a las costumbres de mi familia paterna... odiaba sus costumbres.
— Harto de los Castelia, yo planeo cambiar el destino de ambas familias y crear nuevos lazos. Y por eso... necesito su ayuda y de estos guardianes marioneta— complementé para ver con determinación a todos.
Mis abuelos solo me dedicaron una mirada que denotaba su preocupación, pero al verme seguro de mis palabras, accedieron. Sin nada que decirme, mirarme a los ojos, sin dejar de lado su expresión llena de preocupación.
— Detrás de esta puerta... se encuentra todo el linaje de los Fray que han perecido. Se que te preguntarás el por qué te trajimos hasta aquí, pero... permitenos explicarte— ambos se dedicaron una mirada y sin dudar, sujetaron con fuerza cada perilla para girarla y empujar ambas grandes puertas de madera.— en silencio, la verdad bailará. Y deberás acompañarla hasta el final de la triste melodía.— agregó mi abuela.
Al abrirse las puertas, dejaron ver el rústico interior de la habitación. Una alfombra roja cubría el suelo y la única decoración que la acompañaba eran unas repisas de madera que estaban talladas, figuras que las adornaban eran de una corona de olivo pero lo extraño era lo que había en el centro y esto era una figura de una espada junto a un escudo. Sobre estos pedazos de madera tallada con suma dedicación, se encontraban cofres de madera con diferentes paisajes donde se podía apreciar a lo que parecía ser el dueño de aquel objeto.
En silencio hizo una reverencia y comenzó a caminar hacia la gran ventana, donde frente a ella se encontraba solo dos cofres.— La familia de los Fray siempre ha tenido dos propósitos en su vida... el primero es ser los guardianes de la gran biblioteca y el segundo es...
Su silencio me hizo sentir un escalofrío recorrer mi espalda al verlo frente a la repisa donde se encontraban los dos cofres que tenían la imagen de unos jóvenes similares, él solo pasó su mano por ambos objetos de madera para acto seguido cerrar su puño. Por otro lado, mi abuela solo caminó hacia mi y me tomó del hombro para verme con tristeza, actitudes que me estaban comenzando a confundir. Pero la suerte me acompañaba y su voz volvió a escucharse.
— Ser los guías y protectores de las otras tres familias. Lamentablemente, solo queda tu madre y tu en el linaje de los Fray— agregó mi abuelo.
— Las otras dos familias dejaron de lado su posición y comenzaron a vivir con normalidad al enterarse que los Fray estaban a punto de desaparecer. Pero... los únicos que quedaron en pie fueron los Castelia— comentó mi abuela, quien ahora caminaba hacia dirección de mi abuelo.
— Desde que Madame Hester negó sus conocimientos a los Castelia y a las otras dos familias, nuestros descendientes han llegado al más trágico final — con tristeza, mi abuelo comenzó a llorar.
Ambos parecían seres desbordantes de divinidad, tanto que ni unas simples lágrimas podían quitarles ese aspecto deslumbrante que curiosidad me causaban. Aún en silencio observé cada movimiento de ambos, quiénes se abrazaron para calmar sus corazones afligidos por ser la familia que estaba a punto de desaparecer.
Quise acercarme para unirme en su abrazo pero la aparición apresurada de Cardenal rompió el ambiente triste. El joven de cabellera carmesí reflejaba en su rostro suma preocupación y sorpresa para acto seguido llevarse a mis abuelos casi corriendo, pero estos últimos antes de irse me encerraron en la habitación.
No pude hacer una pregunta y solo al salir del trance corrí a la puerta para tratar de salir, pero no lo logré.
— ¡Alepoú!— grité el nombre de mi huardian para pedirle ayuda pero este no respondió.
Estuve por comenzar a golpear la puerta de la habitación, pero de pronto de los cofres que tenían plasmados los jóvenes de igual apariencia... salió una espesa niebla que me envolvió para luego dejarme en medio de una espesa oscuridad que me hizo preocupar al no tener la compañía de mi guardián.
Con temor comencé a mirar con desesperación mi alrededor en busca de una luz para encontrar la salida pero en lugar de eso, escuché la voz de un joven que al parecer estaba sollozando.
— ¿Hola?— hablé para tratar de llamar la atención del perteneciente del llanto que resonaba y demostraba profundo dolor y tristeza. Al no tener respuesta volví a hablar ya que no me quedaría callado al estar en un lugar así.— ¿ Estás bien?. ¿Puedo ayudarte en algo?
El llanto poco a poco comenzó a detenerse y después de un tiempo escuché pasos aproximarse a mi, pero extrañamente no tenía miedo ya que el ambiente se llenó de una extraña aura que era anunciante de una profunda tristeza que removió mi corazón.
Quise volver a preguntar o incluso quería comenzar un interrogatorio pero, el eco de las pisadas se detuvo y un suspiro resonó por el lugar.
— Oh~ Joven que tiene a mi hermano guardián... ¿sabes lo que acabas de hacer...— me preguntó al fin una voz tan suave y delicada perteneciente de un hombre.— y el problema en el que te has envuelto y has arrastrado ahora a los dueños de esta hacienda?
Era casi igual al timbre de voz de Alepoú pero la diferencia que había entre ellos era que mi guardián tenía un toque de autoridad en su voz y actitud. Esa voz se escuchaba detrás de mi, así que para no ser grosero me di la vuelta para verlo, pero lo que me encontré fue a un joven.
Apariencia demacrada, con visibles bolsas bajo sus ojos y ojeras, piel pálida y un característico cabello color naranja.
Lo miré de pies a cabeza para ver en que eran similares, pero la ropa era diferente. Llevaba puesto un pantalón color café, camisa blanca de mangas largas y un pañuelo colgando del cuello de la camisa pero este era color café con detalles pequeños de color crema. Y el color de sus ojos azabache que eran permitidos ver con claridad por el estilo de su peinado que constaba en media coleta atada con un listón blanco.
— Guardián del zorro, ¿a qué se refiere con eso?— pregunté para dar un paso hacia este y ver que de un momento a otro, su ropa y peinado perfecto estaban hechos un desastre como si hubiese peleado con algo.
Su ropa algo desgarrada y en su rostro había manchas de sangre y algunos rasguños, me hizo retroceder pero él solo se dirigió hacia mí y me tomó rápidamente de los hombros. Preocupado lo miré a los ojos para ver sus labios temblar levemente, parecía temeroso de algo pero aún así guardé silencio esperando su respuesta que parecía querer darme. Pasó algo de tiempo pero al fin comenzó a murmurar palabras inaudibles pero al final pudo decir:
— ¡Vendrán por ti!. Saben que estás aquí, debes detener el alma en pena del hermano de mi amo.. y después debes de detener a...
Sus palabras callaron, ya que fue arrastrado por unas enormes garras que lo llevaron a la oscuridad. Pero antes de desaparecer de mi vista, él gritó:
— ¡Trevort!— gritó entre lágrimas.