Capítulo 16: La amarga verdad (parte 2)

1314 Words
Cuando fue arrastrado hacia la oscuridad, la luz de la realidad me envolvió y me regresó a la habitación de los cofres. Encontrándome con la sorpresa de que Ulric se encontraba a mi lado mirando hacia donde se suponía que debía estar la puerta que ahora estaba en suelo como si alguien hubiese utilizado fuerza bruta para derribarla. Preocupado me levanté y el guardián cuervo me ayudó a mantenerme de pie para luego ayudarme a salir corriendo de ahí. — Ulric, ¿Qué sucedió?— le pregunté al ver como la hacienda estaba hecha un desastre, pero aún sin dejar de correr a su lado. — Apareció un alma en pena... atacó a mis señores y Cardenal junto a las otras marionetas están luchando para protegerlos— me dijo sin rodeo alguno para guiarme hasta un pasillo sin salida.— ésta es una crisis... esa alma en pena es muy... Una explosión hizo temblar el suelo y ambos caímos por la magnitud del impacto que tuvo sobre la estructura de la hacienda. Preocupado me levanté para ayudarlo pero me empujó con fuerza para hacerme retroceder y caer. — No te preocupes por nosotros..!— me gritó a la vez que una gran sombra lo envolvía y se lo llevaba arrastrando por el suelo. Por otro lado, mi caída nunca se detuvo, parecía estar cayendo en un vacío infinito que de luz se volvió oscuridad. Grité al no saber que hacer ante lo que estaba sucediendo que sacudió mi mundo y visión para dejarme inmovil y sin oportunidad de pensar para formular un plan de lucha contra esa alma que posiblemente podría ser mi tío Tristán. — ¡Alepoú!— grité al no saber a quien más recurrir que a mi guardián. Lamentablemente no respondió ni siquiera apareció a mi lado, mi corazón se hundió al no obtener respuesta ni presencia de mi guardián. Me sentía inútil y frustrado al no poder hacer nada más que caer en ese vacío. Estuve por resignarme hasta que un pequeño destello de color verde apareció a mi lado y nuevamente el aroma a flores cubrió el lugar. Sin dudar, con mi dedo índice toqué el pequeño fragmento de luz que fugazmente cubrió el lugar y desapareció para dejar ver a Jun. — Hola de nuevo, Nathaniel. Veo que ese zorro te ha dejado solo para irse a pelear.... Por eso le pasó lo que le pasó a Tristán— suspiró pesadamente y se posiciono en pose de loto mientras seguíamos cayendo en el vacío sin fin. — Es su trabajo...— le respondí para tratar de callar y defender a mi amigo que no estaba presente.— cada uno tiene su cualidad y defiende a su manera a su... Complementó.— A su amo. Claro que lo sé, pero debe comprender que la lucha se hace al lado y codo a codo con tu creador y amo. Nunca debemos dejarlos solos a menos que tengan a otro guardián— cerró sus ojos con disgusto.— por cosas como estas, Madame Hester envía a sus marionetas para proteger a los indefensos que caen poco a poco por la oscuridad. — Jun, por favor... sabes que cada uno tiene su cualidad. No te molestes con Alepoú— traté de calmar la furia que Jun escondía detrás de esa mirada tranquilos y al igual que su dulce voz. Mis esfuerzos fueron en vano, ya que solo rodó sus ojos y me miró con suma seriedad. — Nathaniel... estamos cayendo hacia la biblioteca de los Fray pero... ahora que Alepoú no está a tu lado debo estarlo yo para evitar que esa alma venga por ti— me dijo tratando de ocultar su preocupación e ira. — Jun, necesito que te mantengas con la mente fría y me digas la verdad que no sé— le dije pero su mirada cambió por completo a una llena de terror, preocupándome por el simple hecho de haberle dicho eso. Por unos momentos creí que no me diría nada, pero sus labios ligeramente se abrieron y su vestimenta colorida cambió a una que solo era un color n***o azulado, y su maquillaje cambió a ser rojo con ese color que adornaba ahora su ropa. Su lanza se convirtió en una vela que me extendió para que la luz me iluminara. — Nathaniel, no debes confiar en tu propia sangre. Si lo haces tus enemigos estarán más cerca de ti de lo que ya estaban, se que falta poco para que cumplas 22 años pero... si sales ileso de este ataque, quiero que te lleves a Alepoú y a otros dos guardianes para que te protejan durante el ritual de protección de los Castelia— me dijo para luego tomarme de la mano y hacerme tocar la vela.— Madame Hester te está vigilando mediante las marionetas originales, y te protege porque quiere que derrotes a tu sangre. — Pero... si ella es fuerte, ¿por qué no hace nada para intervenir y hacerlo ella misma?—le pregunté algo confundido por su petición. — Porque no quiere involucrarse en asuntos de humanos. Si sabes la historia, debes saber que ella ya no confía más en ellos. Aunque los que tienen habilidades mágicas son los que ella protege....— me respondió con una ligera expresión de preocupación.— Nathaniel... La miré mientras ella comenzaba a derramar lágrimas, parecía querer decir algo más pero su garganta parecía haberse cerrado por el nudo de la tristeza que siempre nos hace callar lo que más queremos decir en medio de esos sentimientos fuertes. Sentí mi corazón derretirse y sin previo aviso la acerqué a mi para abrazarla, pero lo hice con mucho cuidado para no apagar la vela ni quemarme. — Nathaniel— sollozó entre mis brazos.— mi dulce y amada Madame Hester... me dijo que te diera y confiara a mi... Se alejó de mi para sacar de un pequeño bolso dorado, que llevaba colgando en su cintura, ella sacó unas plumas celestes y entre sus manos las llevó a su pecho para comenzar a llorar con más amargura. — Jun, ¿eso es un guardián en reposo?—le pregunté con mucha curiosidad, pero no dejando de lado su tristeza. — Si... Madame Hester me dijo que te va a prestar a su primera marioneta— me respondió a la vez que extendía sus manos hacia mi para entregarme las plumas.— se llama Argenis... es mi... compañero. Al escuchar sus últimas palabras comencé a atar los lazos, ahora entendía la tristeza de mi amiga. Si bien no conocía que era el amor que se daba hacia otra persona que no pertenece a tu círculo familiar cercano, pero si sabía como se veía una persona enamorada ya que en todos los años que vi por la ventana pude analizar y comprender a las parejas y sus relaciones. Con sumo cuidado tomé las plumas y ella inmediatamente sacó un listón dorado del bolso para también dármelo. — Cuidaré de tu amor, no te preocupes. Cuando termine esta crisis volverá con Madame Hester y contigo. Te lo prometo aunque la vida me cueste— mis palabras provocaron que comenzara a llorar más. — Gracias... confío en tus palabras como en la decisión de mi señora y ama— respondió con una reverencia de agradecimiento ante mi promesa que tal vez podría ser algo difícil de cumplir. Su garganta parecía haberse vuelto a cerrar pero verla sonreírme con tanta amabilidad mientras se limpiaba cada rastro de lágrima de sus mojadas mejillas, me hizo entender que estaba más tranquila y que su corazón estaba desatando los nudos de la preocupación e indecisión. — No dejes que Argenis sea visto por tu familia...— me dijo de la nada y con una voz que sonaba como un susurro que escuché sin problema al no haber más sonidos que me impidieran hacerlo.
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