Irina había subido de peso, ella lo veía cada mañana cuando se desnudaba frente al espejo del baño, sus pechos estaban un poco más grandes, sus muslos, sus brazos. Le gustaba verse más llena y no en los huesos, sus mejillas tenían un tinte rosado natural y su pelo se veía más brillante.
No podía negar que su hermano también estaba mejor, que las energías de ambos iban en aumento y que al menos no tenían que pensar en cómo llegar al siguiente día, a final de semana y pagar la cuota de la casa.
Pensando en la casa Irina se quedo viendo a un punto fijo, allí no estaban recibiendo p**o alguno, y ya habían pasado 3 meses desde que habían llegado allí. Así que lo más probable es que la casa ya no fuese suya.
—¿En que piensas? —la voz gruesa y masculina, demandante de Jasha al sorprendió.
Eran las 3 de la mañana y ella había ido a la cocina de la casa principal por un poco de leche, pues en su pequeña cabaña se había terminado y no podía dormir.
—Señ —lo escucho gruñir y se arrepintió—. Jasha.
—¿Qué haces aquí?
—Vine por leche, no puedo...
—Dormir —completo él—. Yo tampoco suelo dormir demasiado.
—Voy a irme a mi...
—¿En qué pensabas?
—En nada.
—No me gusta que me mientan.
—No le miento —dijo con la voz suave y dejando el vaso con leche sobre un mesón de madera—. Soy una empleada más de esta casa y estoy segura que mis pensamientos no son importantes para alguien como usted.
—¿Alguien como yo? ¿Qué significa eso? —las palabras le habían causado curiosidad.
—Poderoso, importante —Irina guardó silencio porque no encontraba las palabras adecuadas para seguir describiendo al jefe de la mafia roja.
—Asesino, corrupto, despiadado...
—Yo no...
—No tienes que decirlo, se lo que todos piensan de mi.
—Pensaba en mi casa.
—Esa vieja y fea...
—Si, esa fea y vieja casa. Es lo único que nos quedaba de nuestra madre y ahora no... Ya no la tenemos.
—¿Por qué no?
—Estoy aquí, deje de pagar las cuotas de los intereses y...
—¿Tus preocupaciones son por dinero, entonces?
—No, es la casa, yo trabajaba para...
—Tu ganas un sueldo, tu hermano también, cuando lo quieran usar deben pedirselo a Andrei, él es el encargado de pagar, se paga una vez al mes y si no cobras ese día, se acumula para el siguiente, creo que van a pagar en 3 días así que puedes decirle cuando venga en la mañana.
Andrei visitaba todas las mañanas la casa para repasar cosas con los empleados y darles órdenes, si él no estaba por cuestión de negocios lo hacía su asistente.
—Gracias, no creí que...
—¿Que tuvieran un sueldo? Soy un criminal Irina, pero no soy injusto. Solo asesino a quien se mete en mi camino, a quien daña a mi familia, a quien me debe dinero. No daño a quien está en paz conmigo.
—Yo no te hice nada.
—Y yo no te estoy dañando —Jasha la enfrentó y prácticamente la estaba acorralando contra el mesón de la cocina, la rubia tragó grueso y suspiro.
—Y yo...
—Debes ir a dormir —Irina se quedó mirando fijamente a los ojos de Jasha. No había razones para dejar de mirarlo, era un hombre hermoso, rudo y masculino, todo al tiempo.
Ella sabía que era malo, cruel, despiadado, pero desde que empezó a pasar más tiempo en esa casa cuidando a Alek y con su hermano trabajando por allí, sus ojos se fijaban más y más en el hombre, aunque se había prometido no volver a mirarlo.
No quería problemas.
—Si, debo ir a domir.
—Irina —Jasha la llamó y le gusto su nombre saliendo de los labios de ese hombre.
—¿Sí?
Pero no hubo palabras, parecía que ambos querían decir muchas cosas pero no hubo una sola palabra entre ellos dos.
Irina se marchó a su pequeña cabaña que era la más cercana a la casa, solo 12 pasos la separaban de la puerta y antes de salir de la casa tiraron de su mano.
Jasha la acorraló contra una pared y resbaló sus manos por las piernas de la rubia, ella tenía un pequeño short de pijama que dejaba ver sus piernas y un top de delgadas tiras que cubría su torso.
—¿Q-qué hace?
—¿No quieres? —El silencio de Irina parecía ser un sí, así que jasha llevó sus labios al cuello de la rubia y beso.
Fue un beso muy carnal, uno que ella nunca había sentido tan apasionadamente, pues el único novio que tuvo era igual de pequeño y torpe que ella, fue su única vez con un hombre y para nada se parecía a lo que estaba haciendo Jasha.
—No, lo siento, yo no... —Irina empujo con suavidad pero firmeza a Jasha y lo alejó de ella—. Yo no quiero esto.
La rubia salió corriendo de la cocina y se metió a su cabaña, en ningún momento Jasha le quitó los ojos de encima y sintió cómo su cuerpo se tenso con el cuerpo, el olor y los ojos de Irina.
Le gustaba la chica y se estaba volviendo una tentación para él, tenerla por toda la casa con esa larga melena, con esa sonrisa pícara y con esa actitud tan positiva que poco a poco iba contagiando a todos.
Ya la había visto bailando por los pasillos, le ponía música a Alek aunque ella creía que él no se deba cuenta, cocinaba recetas especiales para todos, menos para él por supuesto que no debía enterarse que una niñera estaba metiendo las manos en la cocina.
Y ella no debía hacer eso porque las reglas eran muy simples, nadie que no fuese el personal autorizado podía cocinar, de lo contrario un posible envenenamiento por parte de los enemigos sería más dificil de rastrear.
Los días estaban cada vez más fríos y más tensos, poco salían de casa y más bien buscaban refugiarse en actividades que no les costaran tanto, Irina cuiaba muy bien de Alek, Olga estaba en sus propios asuntos y de vez en cuando salía de casa para regresar en días, Jasha seguía en la búsqueda de los que estaba robando su mercancía a pequeña escala pero haciendo un gran vacío en sus cuentas.
Pero lo que no cambiaba era ese deseo que se iba incrementando por la niñera de Alek.
Jasha miraba constantemente a Irina, la quería en su cama, era un hombre que tenía todo lo que deseaba y observar atento cada movimiento de la chica le hacía quererla más y más para él, tal vez el poder verla a través de las cámaras se estaba volviendo demasiado perjudicial para sus deseos tan carnales.
La verdad es que Jasha era un hombre demasiado carnal, veía a las mujeres por su cuerpo y las tomaba por las ganas de aplacar su deseo, nada más.
Irina no era la excepción.
—¿Qué haces?
—Jasha —la rubia soltó las pesas con rapidez.
—¿Quién te dijo que podías entrenar aquí?
—Lo siento, anoche pregunte a Andrei y él dijo que...
—¿Andrei es tu jefe?
—No pero usted dijo que si yo... —Jasha estaba atacando a Irina, la estaba acorralando y aprisionando contra los espejos y ella estaba cediendo muy fácil.
La verdad es que el hombre perdió la cordura al verla con ese top pequeño y sus pechos un poco más grandes y provocativos, el trasero firme y redondo a través de esas mallas deportivas y la coleta desordenada.
—Lo siento, le aseguro que no volveré a venir.
—Puedes venir.
—Gra-gracias.
—Si te portas bien.
—¿Perdón?
—Puedes darme algo a cambio de...
—¡No! —Irina no era tonta, se había dado cuenta de la manera en que el hombre la miraba y recorría su cuerpo, no era obsceno, pero si incomodó para ella—. No lo voy a hacer.
—Aún no te digo que debes hacer.
—Y tampoco quiero saber. No soy una mujer que se entregue solamente para poder usar un gimnasio —respiro y se enderezo alejando suavemente a Jasha que retrocedió con una sonrisa traviesa—, tampoco sé a qué clase de mujeres está acostumbrado, pero yo no...
—Es cierto, no tienes idea de las mujeres que acostumbro f0llar, pero tengo la certeza de que si te dejas poner un dedo encima serás una de ella y vendrás a mi cama a suplicarme porque yo te...
Irina no espero mucho más y lo empujó con fuerza terminando la poca distancia que había entre ellos, salió corriendo del lugar, solo para darse cuenta que varios de los hombres de Jasha iban camino al gimnasio a entrenar, se sintió tonta y humillada, pero satisfecha de que no había caído en la trampa de su jefe.
Estaba llorando en la parte trasera de su casa y bebiendo un chocolate caliente cuando escucho una voz que se le estaba haciendo demasiado familiar.
—¿Por qué lloras?
—Hola —Irina se limpió rápidamente las lágrimas y saludo con una sonrisa.
—Te vez linda. Me gusta la punta de tu nariz roja, provoca... —Eriks el conductor del auto de Alek se acercó a ella y tímidamente pero de forma segura dejo un beso en la punta de la nariz de Irina—, besarla.
La rubia se sonrojo y bajo la mirada, respiró y volvió a ver a Eriks a los ojos.
—Extraño mi casa y mi libertad —dijo irina sin dejar de mirarlo.
—No quiero ser pesimista, pero una vez que entras por esas puertas...
—No vuelven a salir —Jasha había estado viendo la escena y escuchando, se fue tras Irina minutos después de que se dio cuenta de lo grosero y atrevido que había sido, quería intentar pedir disculpas, a su manera por supuesto, pero lo que vio, la actitud cariñosa y tierna entre ellos lo enfureció casi encegueció.
Tomo a Eriks por el cuello y lo lanzó lejos sobre la nieve.
—¡Jasha! —susurró Irina.
—Las relaciones entre el personal están prohibidas —dijo mirándola fijamente—, y tu lo sabes Eriks, no me hagas enfurecer.
—Lo siento, Jasha, no va a volver a pasar.
—Y que te quede claro que lo que te acaba de decir Romeo no es mentira, de aquí sales solo si yo lo quiero, tu libertad es mía y de nadie más.
Jasha no se había dado cuenta que tenía una mano alrededor de la muñeca de Irina y la estaba lastimando, sin embargo ella no dijo nada y solo dejo que sus ojos se pusieran acuosos.
—Entiendo —logró decirle al fin y el rubio tan molesto como estaba tiró de Eriks con fuerza y lo sacó del pequeño patio de la pequeña cabaña.
Irina entró a la casa y se sentó en el sofá junto a la ventana, era domingo y Alek estaba con su abuela lejos de allí, no tendría que cuidarlo hasta el próximo martes y su hermano estaba trabajando en unas oficinas a las que no podía entrar nadie más que el, Jasha o Andrei.
Estaba cansada, aburrida, un poco triste y sobre todo confundida.
No era ingenua, tampoco virgen, deseaba a Jasha, por supuesto que si, era mujer y él era un hombre muy atractivo, con muchas partes por las que ella quisiera pasar sus manos, sin embargo no confiaba en él para nada. Y aunque desearía poder tocarlo y tenerlo entre sus piernas, no era esa clase de mujer que se metía con cualquiera. Por el contrario Eriks que tenía solo un par de años más que ella, la tentaba demasiado con su amabilidad y particular manera de hacerla reír.
Esa noche fue al comedor general en el que cenaban todos los empleados de la casa por turnos, se sentó y vio que Andrei llegaba para hacer revisión del personal. Eriks se acercó a él y los vio conversar, luego la miraron y ella bajó su mirada sonrojada al plato, Andrei río y Eriks pareció que al fin respiraba de nuevo.
—Irina, ven conmigo.
La rubia siguió al hombre y cuando vio que iban a entrar a la oficina de Jasha se detuvo.
—¿Qué hice?
—Nada, solo quiero dejar algo claro.
—No quiero meterme en problemas.
—No lo harás, lo prometo.
Ambos entraron y Jasha levantó los ojos, tenía puestas unas gafas de marco n***o, finas y elegantes que lo hacían ver jodidamente sexy.
—¿Qué?
—¿Cuándo cambiaron las reglas de esta casa? —preguntó Andrei con total indiferencia ante la fuerza de su jegfe.
—¿De qué hablas?
—Eso quiero saber, Jasha. ¿Desde cuando neustros empleados no pueden f0llar entre ellos?
La ira lo hizo suvumbir, se acercó a Irina para reclamarle, pero Andrei se atravesó en el camino.
—Si te la quieres f0llar conoces otros metodos, pero si ella te dice que no, sabes que es no. Dejala en paz y a Eriks también —Andrei miro a Irina y ella estaba roja dejando caer unas lágrimas, la chica se estaba conteniendo—. Vete.
Obedeció y salió de allí rompiendo en llanto. Se dio cuenta entonces que su estado de ánimo no era solo porque extrañaba su casa, era porque se estaba conteniendo de darle una paliza a Jasha, con tal de no tener una bala en su cabeza. Irina sabía que si otras fueran las circunstancias en ese mismo instante le hubiese gritado varias cosas, pero estaba tan metida en su miedo por su hermano y su vida, que prefirió callar y dejarse humillar.
En definitiva ella no era una mujer que se iba a dejar tomar de Jasha, no era un put@.
Se fue a su cabaña y se metió en su cama, estaba cansada y se quedó dormida mientras lloraba. No salió del lugar en todo el fin de semana y cuando llego el miercoles, momento para volver a sus tareas de niñera, camino a tomar el desayuno vio le rostro de Eriks golpeado, casi destruido.
—¿Qué te...
—Irina, no fue nada, yo provoque esto.
—Ese hijo de...
—Es nuestro jefe.
—Es una bestia.
Irina tomo el desayuno, fue por Alek y continuó con la rutina que ellos siempre tenían, como si nada, se cruzó con Jasha pero no lo saludó, no movió sus labios para nada y el rubio tampoco quería oírla, le estaba fastidiando que ella hubiese preferido a un estúpido conductor que no había durado ni medio minuto sobre el ring que a él que era un mafiosos poderoso y adinerado.
—Deben viajar mañana —Andrei hablo e Irina salió de sus propios pensamientos.
—Yo iré a Italia —dijo Olga.
—Entonces serás tú, con los de seguridad y el niño, Irina.
—De acuerdo. ¿Cuándo debemos regresar?
—El lunes.
Acepto con la cabeza y se marchó para alistar las maletas del pequeño Alek.
Sin embargo la curiosidad por el ajetreo en los pasillos y cocina, la hizo sacar su cabeza del agujero y mirar.
—¿Qué es todo esto?
—Preparativos.
—¿Para qué?
—Cada tanto Jasha hace una fiesta para sus amigos y amigas, duran días y aveces semanas, así que...
—Esta casa se vuelve una gran orgía de drogas, mujeres y alcohol —dijo Olga entrando a la cocina mientras se servía un vaso de agua.
—No era mi intención...
—Lo se querida, no era tu intención preguntar, pero era justo que lo supieras. Cuando regreses, verás todo nuevo.
Irina sintió una punzada de decepción en su pecho, le gustaba Jasha y por algunos instantes creyó que él de verdad estaba interesado en ella, pero para él ella solo era una vagin@ más.
Antes de irse fue al cuarto de juego de Alek por unas cosas que hacían falta y allí estaba sentado Jasha.
—Lo siento, vuelvo después.
—No te voy a tocar, ya lo dejaste claro.
Irina paso y busco lo que necesitaba, lo metió entre una maleta y cuando se iba a marchar hablo.
—No dije que no lo quería, es que usted me da miedo. y el miedo es más grande que el deseo.
Para el momento en el que Jasha entendió las palabras de la rubia, esta ya se había marchado junto a su hijo, por al menos 30 kilómetros lejos de casa.
De pronto todo se volvió un caos en casa, mujeres entraban y salían, pero él no podía sacarse esos ojos de la cabeza.