—¿Estás bien? —Eriks tenía su pecho sobre la espalda de Irina, su respiración era irracional, los ojos de Irina lagrimeaban levemente y las manos de la rubia estaban aferradas a la sabana. Ella no pudo responder, solo afirmo con la cabeza. —Creo que es mejor que... —No —logró balbucear casi de manera incoherente—, terminemos. Eriks se mordió los labios, sonrío y esa pequeña palabra que parecía tan insignificante le produjo un electrizante movimiento en su m*****o que estaba dentro de las carnes calientes de Irina, cuando ella sintió aquello gimió absorta de placer y levantó un poco más su trasero. Ese mínimo movimiento fue el impulso que necesito Eriks para continuar con las estocadas, quería más de Irina, quería todo de Irina. Se enderezo por completo y apoyó su mano buena sobre la