El calor que sentía Irina esa mañana era acogedor y lo estaba aceptando porque nunca se había sentido así. —Hola —el susurró de Eriks la hizo abrir los ojos y recordarlo todo de repente. Jasha y Dasha, los disparos, la humillación, la rabia, el grito y la huida. —¿Cómo te sientes? —le pregunto suavemente. —Sorprendido. —Hablo de tu brazo —aclaró riendo. —He estado mejor. —Lo siento, fue mi culpa. —No lo fue, era el momento y el lugar incorrecto y yo lo sabía. —¿Cómo puedes seguir defendiendo a Jasha? —No lo definido. —Eriks. —Irina, yo sabía que era una noche importante, no podía quitarle los ojos a Alek y sin embargo estaba en la cocina buscándote porque me sentía celoso de la manera en que esos hombres te estaban mirando, descuide mi lugar de trabajo, tu hiciste lo mismo, no