Lucrecia no supo qué contestar. En realidad, era evidente que el Marqués no esperaba una respuesta, porque ahora estaba mirando a lontananza, con el ceño fruncido. −¡Nos espera mal tiempo, más adelante! Lucrecia siguió la dirección de sus ojos. El cielo estaba nublado y en el Ocidente las nubes eran oscuras y amenazadoras, como si se avecinara una tormenta. −¿Significa eso que el yate no podrá navegar fácilmente?– preguntó ella. −Significa que, para protegerse, tendrá que acercarse más a los acantilados– contestó el Marqués y por lo tanto, podría ser visto. Se encogió de hombros. −Tal vez estoy exagerando mis temores. Lo que pasa, también, es que quiero que esta pesadilla termine ya. Continuaron caminando otros cinco kilómetros. Ahora había más caseríos y aldeas, que ellos procuraban