−¿Por qué rompió entonces la paz?– preguntó Lucrecia−. ¿No había obtenido ya suficiente? ¡Toda Europa le pertenece! −¡Pero no Inglaterra!– exclamó el Marqués−. No descansará hasta que nos haya derrotado… y eso nunca lo logrará. −Eso… espero– murmuró Lucrecia con voz incierta. El Marqués iba caminando muy aprisa y Lucrecia consideró que era más fácil seguirlo en silencio. Comprendió que quería alejarse de esa región cuanto antes. Al mismo tiempo, lamentó no haber seguido un poco más en la carreta. Le dolían las plantas de los pies y se imaginaba lo que debía estar sufriendo el Marqués, con los pies ampollados. Se consoló pensando que al menos debía sentirse más cómodo con las nuevas botas, que con las anteriores. Continuaron caminando y el hambre de Lucrecia se volvió tan intensa como l
Download by scanning the QR code to get countless free stories and daily updated books