Llenaron el cubo de agua en una bomba instalada en el patio y Pierre lo llevó con aire dócil a la cocina y de ahí a la escalera, por la que Lucrecia y su anfitriona subieron, seguidas por él.
Iban conversando con animación.
−Pierre se está recuperando– dijo Lucrecia−. Por momentos, casi lo veo normal.
−¿Y qué dicen los doctores?– pregunto la señora Croix.
−¡Los doctores!– exclamó Lucrecia−. ¡Lo que no saben llenaría mil libros! Unos dicen que es posible que cure, otros dicen que no lo consideran muy probable. ¿Quién puede creerles?
−¡Es muy cierto?– reconoció la señora Croix con aire melancólico. El dormitorio tenía el techo bajo y aunque para entonces empezaba a oscurecer, era fácil distinguir una cama pegada a la pared y una mesa de madera con una jofaina de barro y un cubo vacío ab
