Él se echó a reír. −Tres buenas comidas al día no son el entrenamiento adecuado para los caminantes de largas distancias. −Yo estaba pensando en nuestros amigos que tal vez se sentaron hace una o dos horas a comer, y que tal vez se quejen de que está mala la comida. −Me temo que estaba recordando las comidas en la Casa Carlton– contestó el Marqués−. Recuerdo una cena en que hubo veinticinco entradas y otra en que las mesas de buffet estaban tan sobrecargadas de platillos, que fue un milagro que no se vinieran abajo. −¡Pensar en comida le hace a uno sentir más hambre!– exclamó Lucrecia. −Lo sé. Pero es una cosa extraordinaria, que ya he experimentado antes, que no se pueden tener pensamientos muy elevados sobre otros temas, cuando siente uno que hay un agujero en la barriga. −¡Una exp