−Había visto otra botella de vino en una mesita y antes que él pudiera impedírselo, se había acercado a tomarla. Al hacerlo, recogió también una cucharita para café. Tomó la botella por el cuello. −Debemos brindar juntos– dijo con voz seductora−. Y se me ha ocurrido un brindis que seguramente le gustará. −Dígame cuál es– preguntó el francés, mirándola. Una vez más, trató de tocarla. En el momento en que su brazo rodeaba su cintura, ella dejó caer la cucharita que tenía en la mano izquierda. Automáticamente, el oficial se inclinó a recogerla y al hacerlo, Lucrecia dejó caer con todas sus fuerzas la botella sobre la nuca del oficial. El hombre cayó hacia adelante y ella volvió a golpearlo. Se deslizó con lentitud hacia el suelo, hasta quedar debajo de la mesa. Lucrecia tomó su propio va