Afuera, Marco llevaba varias cuadras persiguiendo a Susana en vano.
Deseaba concretar su objetivo esa misma noche, pero no lo conseguiría si ella se iba así, como alma que lleva el diablo.
—¡Espera! —le gritó, pero la castaña no se detuvo ni un paso. Si miraba nuevamente a Marco, terminaría traicionando a Vanessa y no deseaba hacerle eso a su amiga.
Pero… ¿cómo rechazar al hombre del que has estado enamorada en secreto por largos años? De todas maneras, supo que nunca sería suyo… ya debía dejar de ilusionarse en vano.
Esto se debía al rompimiento con su amiga, y era imposible que él realmente llegara a sentir algo por ella o que siquiera la encontrara linda.
«Usa la cabeza, Susana, esto no es real… no lo es… no lo es» trató de repetirse a sí misma una y otra vez.
—¡¡¡ESPERA!!! —volvió a gritar Marco. Si no lo enfrentaba, jamás se rendiría.
Susana volteó. Pudo ver cómo el gélido viento movía sus castaños cabellos. Fue un momento tan mágico, que deseó echarse a llorar.
Él, buscándola… en una noche fría donde caían los primeros copos de nieve, era perfecto… pero sabía que su corazón jamás sería de ella. Le pertenecía a otra persona: Vanessa.
—¿Por qué huyes? ¿Acaso piensas que voy a lastimarte? —preguntó el castaño, acercándose.
—Yo… es… es que… —las manos comenzaron a sudarle y un nudo apretó su garganta.
Marco sonrió. El frío la hacía ver casi angelical, pero eso no lo detendría de sus propósitos. Estaba dispuesto a seguir adelante contra todo pronóstico, sin importarle nada más.
—Ven conmigo —extendió su mano de manera segura.
—¿A dónde? —le miró con desconfianza.
—No lo sé… a una cafetería o de vuelta al bar —se encogió de hombros el castaño—. Nunca hemos conversado y quisiera conocerte, ¿o es que estás pensando mal de mí? —preguntó con un aire encantador, que a ella le provocó un espasmo involuntario.
Era cierto. ¿Por qué pensaba siempre lo peor de los demás? ¿No había soñado con ese momento durante años, mientras lo observaba de lejos en el bar? ¿Por qué no podía desear conocerla y ya?
Quizás era idiota, quizás iba contra todo sentido racional… pero accedió.
De un momento a otro, iban juntos por la calle mientras nevaba ligeramente. Un hermoso panorama para cualquier pareja… pero ella estaba aterrada. Había planeado ese encuentro en su cabeza cientos de veces y ahora que era real, no podía decir ni una sola palabra.
Miró tímidamente al castaño que caminaba a su lado. Sonreía con sutileza, dándole un aire divino que pocas veces había visto mientras estaba con Vanessa.
Ella conocía cada detalle de su tormentosa relación y estaba segura de que, a pesar del intenso amor que le tenía, Marco ya estaba harto de las peleas y las llamadas para discutir.
Nunca entendió cómo él seguía a su lado.
—Tienes frío… —dijo de improviso, trayéndola de vuelta a la tierra.
—No, yo…
—Tu nariz está roja de frío, toma mi bufanda —ofreció, con una seriedad que le sentaba de maravilla. Cualquiera en su sano juicio habría enloquecido por él al verlo así.
—N-no yo, es que… —no quería hacerle un desaire, pero esa preocupación por ella calaba muy dentro, hasta cada célula y fibra de su cuerpo.
—Solo tómala —insistió, entregándole una preciosa bufanda roja que olía a él.
Susana sólo atinó a sonrojarse y envolvió la prenda en su cuello, sintiendo un alivio inmediato del frío y quedando impregnada de la masculina fragancia de Marco.
“Mágico”. Esa era la única palabra que venía a su mente en ese momento.
Caminaron un poco más, hasta que llegaron a una pequeña cafetería. Ese era el lugar ideal para conocerse un poco mejor y para llevar a cabo el plan que el castaño tenía en mente.
Emborracharla y llevarla a su casa… simple, pero arriesgado.
***
Ya llevaban bastante tiempo en la cafetería, pero a pesar de los intentos de Marco por parecer un interesante Casanova, ella no cooperaba mucho.
Estaba totalmente roja y la mayoría del tiempo, miraba al suelo más que a él. Realmente no podía creer que lo que estaba viviendo era real.
Él estaba con ella, la invitaba un café, afuera nevaba suavemente y… él parecía mostrar un interés real.
Demasiado bueno para ser verdad.
Por su parte, el castaño estaba perdiendo la paciencia. Eso estaba transformándose en algo más difícil de lo que esperaba, quizás debía cambiar la estrategia.
De Casanova, pasaría a ser el pobre y patético ex.
—Quizás no me creas, pero me gusta estar aquí contigo —soltó de la nada. Ella lo miró por unos momentos y luego, volvió a sonrojarse.
—Yo… a mí también me agrada —dijo tartamudeando. Su lengua no se movía con fluidez, a causa de esos ojos felinos tan cerca.
—En el fondo, sabía que ella no era para mí —continuó él. Esas palabras salieron sin pensarlas mucho, pero dieron el resultado que buscaba. Susana lo miró atentamente—. Siempre discutíamos… nos fuimos distanciando. Supongo que fue por mi culpa.
—¡NO! —respondió bruscamente, haciendo que todos en el lugar la miraran. Rápidamente volvió a sonrojarse—. Es decir… fue ella quien…
—Lo sé, pero es mi culpa por ser… así como soy —hizo una mueca, mientras se señalaba completo.
La chica lo miró con ternura. Él era demasiado dulce, a pesar de esa armadura de frialdad que se ponía. Si tan solo ella pudiera ocupar algún día el lugar que tenía Vanessa… no volvería a pedir un deseo nunca jamás.
Pero las cosas no siempre eran como uno las deseaba.
—Ella… ella se dará cuenta de su error. Yo lo sé… —dijo con tristeza, con un nudo apretando su garganta.
Quería ver a Marco feliz, pero sabía que su corazón estaba con la rubia y que ella jamás podría estar a su altura. Era un caso perdido compararse con Vanessa, quien siempre sobresalía delante de ella.
Suspiró.
El castaño la observó fijamente por un momento. Esa chica parecía estar realmente enamorada de él.
Tanto, que hasta alguien con su poca capacidad para notar los sentimientos, se daba cuenta. Se preguntaba el porqué, si prácticamente nunca antes habían hablado hasta esa noche.
—¿Has amado a alguien, Susana? —preguntó de improviso, haciendo que la castaña escupiera parcialmente su café.
Marco sonrió por la infantil escena.
—Lo, lo lamento… iré a buscar algo para limpiar —se disculpó con las mejillas sonrojadas y luego, salió corriendo.
Él solo se limitó a mirarla, con esa sonrisa encantadora que solo le daba a la gente especial. Pero, en ese momento… tuvo una brillante idea.
De su chaqueta sacó una pequeña botella de licor. No era cualquier tipo de licor, sino uno de reserva extremadamente fuerte, que llevaba consigo como una especie de amuleto, para recordar quién era.
Pero… esa noche le daría otro uso.
Sin que nadie lo notara, colocó unas cuantas gotas en el café de la castaña y luego, lo puso otra vez en su lugar. Para cuando ella llegó, no se percató de nada.
Además, estaba tan nerviosa que no veía a nadie más en el lugar.
Comenzó a limpiar la mesa bajo la mirada del castaño y cuando por fin hubo acabado, se sentó. Él sonrió levemente.
—Creo que ya deberíamos irnos… —soltó, bebiendo el resto de café que tenía de un solo sorbo—. Tal vez deberías terminarte tu café.
Ella asintió, bebiendo todo el contenido de la taza de una sola vez. Debieron pasar un par de segundos, para que comenzara a ver las cosas un tanto borrosas.
Frente a ella, tres Marco le sonreían y le extendían su mano. Tuvo que esquivar dos manos irreales para poder tomar la verdadera.
—Creo que estás algo ebria… —le dijo él, divertido.
—S-sssss-i… no pensé que… el traago que tomé en el baarr me hiciera eesto —dijo ella lo mejor que pudo.
El castaño pagó la cuenta y salió con ella, sujetándola de la cintura para que no cayera estrepitosamente al suelo. Como estaba nevando, era bastante difícil caminar… sobre todo llevándola a cuestas.
Se maldijo a sí mismo por haber dejado su auto en el bar. De seguro ya estaba cerrado.
—Creo quee… voy a deesmayarme… —dijo ella, cargando todo su peso sobre él, haciendo que ambos perdieran el equilibrio.
Ella quedó sobre él mientras se reía, todo por culpa del alcohol. Pero por alguna razón, él se sonrojó también al tenerla tan cerca.
Se separó rápidamente como resorte, carraspeando sonoramente.
—No puedes caminar así… te llevaré a un lugar seguro —soltó con autoridad. Ella se quitó de encima, para quedar sentada a su lado.
Marco se apoyó contra la nieve, soltando un hondo suspiro.
Se quitó la chaqueta y la abandonó en la calle, sacando antes su botella. Ya estaba muy vieja como para mantenerla ahí y por alguna razón, estaba sintiendo mucho calor. No tendría ningún problema para conseguir otra.
A su lado, Susana seguía riendo de forma inusual.
—Levántate —le dijo, sujetándola del brazo para que ella se pudiera levantar. Ya no tenía idea de dónde o con quién estaba. Él único consciente de la situación era Marco.
Caminaron un par de cuadras con mucha dificultad, hasta que el edificio del castaño estuvo frente a ellos. Subieron por el ascensor, bajo la curiosa mirada del portero.
Fastidiado, Marco seguía con la chica en brazos… siendo observado por todos sus vecinos.
Irritado, al fin llegó a su casa.
Susana tropezaba con todo y hablaba muchas incoherencias. Por su lado, Marco pensaba en lo que estaba a punto de hacer.
—Ven —le dijo y ella obedeció en su inconsciencia.
Sin más preámbulo, comenzó su plan.
La sujetó de la cintura y la besó con una pasión desbordante, casi con desesperación. Ella respondía sus besos con fervor, como si se tratara de otro de sus idílicos sueños, en los que él le hacía el amor.
La ropa comenzó a estorbar y lo primero que cayó al piso, fue la camisa de Marco. Ya con el torso descubierto, comenzó a acariciar a la castaña y subir un poco su falda, acariciando sus nalgas… mientras caminaban unidos hasta la habitación del castaño.
Cayeron tumbados en la enorme cama, acariciándose con ímpetu y ferocidad. Él estaba sobre ella besando su cuello y por un momento, se detuvo con la respiración muy agitada.
Ella tuvo un extraño momento de lucidez, pero a la vez, como si estuviera metida en un sueño. Sonrió, mirándolo a los ojos y luego, acarició su rostro con una ternura que él jamás había experimentado en toda su vida.
Marco tragó saliva, no sabiendo bien cómo proceder. Nadie jamás lo había mirado así, lo hacía sentir extraño y a la vez… vulnerable.
De pronto y de la nada, ella se durmió.
Marco se quedó sobre ella por un momento, mirándola dormir pacíficamente con una mueca en sus labios. No, no se sentía capaz de hacer eso.
No de esa forma.
Se levantó y se colocó al lado de la cama, mirando algo avergonzado a la chica que dormía en su cama, en su habitación.
Él se vengaría, él estaría con ella, pero… no esa noche.